Para el centenario del nacimiento de un famoso artista en el museo más importante del país fueron expuestas una centena de sus pinturas

Toda la belleza de las obras de Iván Dmukhaylo

Para el centenario del nacimiento de un famoso artista en el museo más importante del país fueron expuestas una centena de sus pinturas

Ivan Dmukhailo
Ivan Dmukhailo

Por primera vez, fueron presentadas todas las obras del reconocido artista belaruso, Iván Dmukhaylo. La mayoría de los trabajos exhibidos esta vez en el Museo Nacional de Bellas Artes son parte de la colección de la viuda del artista, María Weiner, que los mantiene cuidadosamente. Aquí, en la exposición también fueron presentadas las fotografías del archivo familiar y las pertenencias personales del destacado maestro de la pintura.

La rica herencia del artista, Iván Dmukhaylo, sin duda es una de las páginas más atractivas de la historia del paisaje. La naturaleza de Ucrania y Belarús alimentó durante varias décadas el arte de este cronista y era una fuente inagotable de sus impresiones artísticas. Los paisajes líricos, rurales e incluso urbanos están ampliamente representados en las obras de Iván Dmukhaylo. Pero su motivo, es probable, repetido una en muchas ocasiones, siempre tiene un encanto novedoso. E incluso el sujeto bien semejante no los hace parecidos entre sí.

Maria Veiner De las memorias de Iván Dmukhaylo:

“Mi árbol genealógico es bastante frondoso: un abuelo pintaba iconos, el otro era director de escena y actor en el Teatro Dramático de Kíev, mi tío era sacerdote, que sin ninguna razón fue encarcelad en Solovkí y falleció dentro de algún tiempo. Mi madre, mi maravillosa madre, me enseñó a amar y sentir la naturaleza, su belleza y originalidad prístina…”

¿Y sus pedagogos? Dos de ellos estudiaron en el taller del mismo Iliá Repin. Precisamente ellos eran sus “padrinos”, al enseñarlo la profesión del Artista... A sus ochenta y cinco años, escribía en sus memorias Iván Dmukhaylo, que él se dio cuenta de que pasó el camino muy similar al que había recorrido el hombre de la Edad de Piedra hasta el moderno progreso tecnológico. Y, por desgracia, incluso tuvo que sobrevivir la guerra más cruel en toda la historia, así como la tragedia de Chernóbyl. Cruzó el umbral del tercer milenio y recorrió un largo camino, penetrando permanentemente en la esencia espiritual de su majestad la Naturaleza, al mismo tiempo, convirtiéndose en una persona libre y sabia, en el gran Creador... Y entendió que el arte es un milagro, que incluye las metamorfosis sin fin. Pero su significado no es ninguna ficción, sino el descubrimiento, que surge continuamente en nuestra vida.

Es cierto que el arte de Iván Dmukhaylo tiene raíces ucranianas. Él nació en el pueblo ucraniano Tópchino, provincia de Dnepropetrovsk, y en 1939, se graduó de la escuela de arte de Dnepropetrovsk. Después de la Segunda Guerra Mundial se instaló en Belarús, primero en Brest y luego en Grodno, de donde se trasladó a la capital belarusa, Minsk.

Maria Veiner y Ivan Dmukhailo en el pasadoDe las memorias de Iván Dmukhaylo:

“Ser un hombre de su tiempo, tal vez el más difícil, ya que en virtud de las costumbres ancestrales no es fácil desprenderse del pasado. Mi infancia ucraniana era muy dura, pero yo la quiero mucho...Cuando joven, yo ponía en duda todo, lo que me rodeaba; no creía en nada y quería aprender solo todas las experiencias. Entonces me enamoré de la poesía ucraniana muy transparente y melodiosa y yo mismo comencé a escribir versos”.


Su juventud –relacionada con la Gran Guerra Patria y con todas las dificultades del período de posguerra– tenía un sabor amargo. Pero él la amaba mucho esta juventud con muchos problemas. Le encantaba la gente buena, que conocí en Brest, donde comenzaba su trayectoria artística, y en Grodno, donde la continuaba. Y, por supuesto, en Minsk, donde se convirtió en lo que era... Él siempre estaba agradecido a sus amigos y colegas belarusos, que lo apreciaban como un pintor de paisaje.

¿Qué distingue las obras de Iván Dmukhaylo de los paisajes de otros artistas? En primer lugar, el hecho de que en los “sujetos” habituales de la naturaleza, él encontraba “sus” propias imágenes muy interesantes. En la historia lírica sobre la belleza de la tierra y sus sacramentos él buscaba sus tonalidades y hablaba de todo en voz alta e individual que no se parecía para nada a otras voces pictóricas. Es por eso que sus pinturas transparentes y sinceras siempre atraían las miradas de los aficionados a la pintura, a pesar de la vecindad con otros “lienzos vociferantes” de gran tamaño.

Podemos decir que una especie de esencia espiritual llenaba con contenido las obras pintorescas de Iván Dmukhaylo. Para él, la belleza siempre existía en el vínculo armonioso y transparente de la Madre-Naturaleza. Esta belleza es igual a la calidad visual y espiritual. Es por ello que el objeto constante de los intereses del artista era el estado de la naturaleza. Este estado, la percepción de su espiritualidad fina del colorido transmitían a sus paisajes un sorprendente estado del silencio lírico, la tranquilidad, la tensión excitada, que conmueve a seres humanos, por ejemplo, antes de la futura tormenta. Y este equilibrio en los polos de la armonía y la ansiedad revela toda la esencia del pensamiento creativo del Maestro. Iván Dmukhaylo, excepcionalmente cuidadoso con los motivos escogidos, siempre pintaba, tratando de no perder nada de lo que le traía su comunicación vivaz con la naturaleza. Pero es sumamente importante entender que la transmisión con más cuidado de lo visto no se limita con una repetición. En cada una de sus obras el artista buscando una nueva realidad y una nueva imagen pintoresca. El vínculo entre la tierra y el cielo, en la que el artista plasmaba un mundo íntegro se transmitía con características delicadas del medio ambiente y la integridad de la forma: suave, tranquila, a veces escondida en una neblina azulada.

De las memorias de Iván Dmukhaylo:

“Estoy feliz que yo he logrado mostrar en sus cuadros los rincones más hermosos de la Belarús de ojos azules, como tal. Es probable que en todo el Universo no haya nada similar. Además de eso, yo entendí: para que la naturaleza se abriera de verdad al hombre y le confesara y mostrara todo su encanto fabuloso, la amabilidad, la bondad y la perfección, debemos acercarnos a la misma con un alma abierta, inmaculada por los restos desfavorables de la vida cotidiana. Y en este caso en un fenómeno más sencillo se abrirá lo más alto y más hermoso. El oro en la pintura es la plata, y la plata es el oro”.

Los motivos más sencillos de la naturaleza belarusa, ucraniana o rusa para Iván Dmukhaylo tienen significado muy importante. Pero esta sensación del valor de todo vivo, que rodea a la gente, una sensación de plenitud de la vida en la tierra es algo propio, especial y particular de Iván Dmukhaylo. Es el rasgo peculiar muy humano, que caracteriza el arte de Iván Dmukhaylo, ayudándo a distinguirlo entre lo evidente para todos y descubierto por él mismo. Porque en un motivo del paisaje, sin duda, está guardado un encanto emocionante nuevo y fresco. Además de eso, el sujeto de sus paisajes y naturalezas muertas nunca se parece el uno al otro.

Hace falta señalar que Iván Dmukhaylo amaba la vida en todas sus manifestaciones, es decir, en su totalidad. Él no tenía temporada favorita del año, con entusiasmo pintaba todas las épocas, ya que siempre, según contaba, sentía mucho interés hacia la naturaleza. El maestro trataba a la tierra como un ser vivo, que se cambiaba y al mismo tiempo seguía el mismo: no importa, si pintaba la última nieve o el día de lluvia en afueras de Logoysk; la iglesia de Kalozha en la ciudad de Grodno o los abedules otoñales en el barrio minsqueño, Drozdy; el sol de marzo sobre el río Nieman o una superficie del río Svísloch. Cabe destacar que le encantaba pintar la hora de penumbra, cuando se apagaba poco a poco la luz del día, cuando todo estaba lleno de la “luz divina”. El atardecer se le parecía la hora más hermosa del día, porque entonces todo se volvía a ser diferente, tener distinto sonido y aparecía vida, llena de significado oculto...

Iván Dmukhaylo es uno de los artistas, que tuvo una pasión muy grande. Esta pasión era la Poesía. La poesía de la pintura y la poesía de la palabra. Este gran amor está presentado en las pinturas que se exhiben a esta altura en el Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús. Además de eso, este amor está reflejado en sus paisajes y naturalezas muertas, cuadros grandes y pequeños, alegres y tristes, épicos y de cámara, pintados de lo natural y en el estudio tras obtener distintas impresiones, muy buenas y no tanto. Pero siempre sinceros, que presentan a nosotros sin ninguna pretensión los efectos y el entorno natural de nuestra tierra natal infinitamente diversa.

Iván Dmukhaylo tuvo una larga vida, que en cierto sentido parece “al camino de la civilización”. Nacido a principios de la guerra en 1914, él pasó por los frentes de la Segunda Guerra Mundial y era testigo de la catástrofe ambiental más grande en la historia de la Humanidad, ocurrida en la central nuclear de Chernóbyl, cuyas consecuencias tuvieron que contrarrestar los dos pueblos: ucraniano y belaruso. Es cierto que Iván Dmukhaylo vivió una larga vida humana, sin romper ni por un momento el vínculo con la naturaleza que creía su ídolo y en la cual estaba buscando su equilibrio espiritual. El artista aprendió los secretos de la naturaleza, simples y al mismo tiempo los que no estaban a la vista con su complejidad contradictoria y al final llegó a la conclusión de que el trabajo creador es también un gran misterio, que implica transformaciones constantes, pero su significado no es ningún invento y el escape de la realidad, sino el descubrimiento de todo lo que nos rodea todos los días. Precisamente por esta razón, a Iván Dmukhaylo se lo aprecian sus colegas y admiradores como un gran creador.

No es muy difícil ser un hombre de su tiempo, pues es casi evitable. Es increíblemente difícil seguir siendo un artista de su tiempo, desarrollarse y crecer constantemente, como un árbol grande. Por su naturaleza, Iván Dmukhaylo era un poeta lírico, un gran optimista, pero sentía nostalgia por su pequeña patria y por su juventud inolvidable. La infancia ucraniana del artista era dura, pero crucial para su futuro camino. Siendo testigo de la hambruna, la desaparición de seres queridos, el futuro artista tuvo la oportunidad de conocer el valor de las palabras y los hechos. Así que a pesar de las circunstancias difíciles y tortuosa historia, Iván Dmukhaylo encontró a sí mismo en el maravilloso idioma ucraniano y en las palabras de las canciones de su madre. Cuando adolescente, el artista comenzó a escribir poemas en el idioma ucraniano y se mantuvo fiel a esta pasión hasta el final. El artista-poeta llevó en el corazón el gran amor por su tierra natal y su lengua materna. Este motivo es el motivo de su hogar, que aparece constantemente en su obra. En vísperas de la guerra, Iván Dmukhaylo se graduó de la escuela de arte de Dnepropetrovsk y durante toda su vida sentía respeto hacia sus profesores ucranianos, que le enseñaron la profesión y todo, lo que ellos mismos sabían. En su juventud, Iván Dmukhaylo –relacionada con la Gran Guerra Patria– y la vida después de la guerra, había mucha angustia, dolor y miedo. Por lo tanto, es muy interesante mirar sus cuadros sonoros y puros, así como alegres. En aquel entonces un trabajo –dedicado al tema de la pasada guerra– permitía a un artista convertirse en el clásico. Además de eso, eran muy demandados los carteles. Pero Iván Dmukhaylo seguía pintando paisajes y era fiel a sí mismo y al estilo una vez elegido. El jugo del abedul, el susurro de las hojas, las hermosas flores primaverales... Al parecer, no hacía falta buscar algunos lugares específicos representados en sus obras. Más bien, no era un lugar muy real. Y no era nada específico, pero lo que existía en la imaginación del mismo autor.
 
El paisaje es el género honesto. A su vez, la veracidad y sinceridad de sentimientos en el arte están por encima de todo. Entre otros maestros belarusos de paisaje Iván Dmukhaylo se destacaba por el hecho de que en los paisajes locales él encontraba sus propias imágenes muy bellas e interesantes. En los motivos de la naturaleza belarusa él pudo reflejar una historia lírica verdaderamente eterna sobre la belleza de la tierra y sus misterios, agregando sus propias entonaciones y expresando su manera artística bien distintiva.

Por lo tanto, entre muchas obras de la gran escuela belarusa del paisaje sus imágenes siguen siendo muy individuales y se distinguen con su estado de ánimo poético y cadencioso. Los motivos sencillos y callados de la naturaleza belarusa Iván Dmukhaylo se los llenó con el gran significado interno. El sentido de importancia de todo lo vivo –que rodeaba a la gente en la tierra belarusa– fue reflejado en todas sus obras maestras. No es casual, que gracias a su talento poético, Iván Dmukhaylo apreciaba finamente y amaba mucho la palabra belarusa y la poesía belarusa. En primer lugar, él conocía muy bien y apreciaba mucho al reconocido poeta belaruso, Yanka Kupala. Conquistado por la magnitud de este poeta popular de Belarús, Iván Dmukhaylo en una manera inusual para sí mismo pintó el cuadro, “El despertar”, donde puso las imágenes de Yanka Kupala y su esposa. Además de eso, en varias ocasiones –en los años sesenta y ochenta del siglo pasado– el artista utilizó la poesía del poeta y los paisajes relacionados con su nombre.

El artista sinceramente amaba Belarús, en todo su esplendor, su gran historia e paisajes impresionantes. Era un testigo y trataba hacer todo lo posible para presentar en sus cuadros los rincones más hermosos de nuestra querida Belarús, que no se parece a ningún otro país del mundo. Y a finales de los años sesenta del siglo XX su pasíon naturalista, o, más bien, geográfica, cede el lugar a los intentos de resumir y hacer balances. Sus pinturas de convierten en himnos. La magnitud épica estaba determinada por los esfuerzos de crear una imagen verdadera de nuestro maravilloso país.

Sí, a partir de los años sesenta del siglo pasado a raíz del estilo severo, comenzó una nueva etapa en el trabajo creador de Iván Dmukhaylo. La experiencia de la educación obtenida en Dnepropetrovsk se va en el olvido. El artista –atraído por los horizontes belarusos, que había conocido antes– encontró la manera de pintar, que correspondía y reflejaba su creativo estado de ánimo. La alegría de la extensión infinita de la pintura de su país natal lo obligaba crear una nueva imagen. En ese momento, él pintó los cuadros bien conocidos hoy en día: “En el borde”, “El amanecer”, “Sol primaveral”, etc. Además de eso, sus obras más destacadas son: “Invierno”, pintada en 1957, “Ciudad Nocturna” (1967), “Meditación” (1980)... El artista estaba en constante búsqueda de su propio estilo creativo, que con el paso del tiempo se ponía más impulsivo, expresivo y ligero. En ese momento, sin exagerar, Iván Dmukhaylo era uno de los maestros de paisaje más interesantes, que de modo brillante reflejaba en sus obras el estado de ánimo lírico, pintaba lagos, campos y bosques belarusos, así como ríos y llanuras inundadas, amaneceres y puestas de sol, paisajes primaverales e invernales, imágenes del otoño brillante y el verano caliente.

Según su profundidad emocional y todos los matices de sentimientos expresado el artista era sin igual. Una de sus pinturas más hermosas es “Mayo”. Hace falta subrayar que en la misma el artista con diligencia de un principiante utilizaba técnicas del impresionismo. De acuerdo con la teoría y la práctica de esta corriente, todos los colores en la obra existen por separado, pero nuestros ojos e impresiones los mezclan. Esta mezcla de colores da un efecto incomparable de iluminación temblante, de una mayor realidad que aparece en nuestra imaginación. La imagen fantástica se transmite con precisión y facilidad de una impresión no instantánea, sino recogida: el recuerdo sobre el final de aquella primavera.

Iván Dmukhaylo felizmente evitó meterse en el arte oficial poco sincero. Es el artista honesto del género más honesto, que ha dejado cientos de paisajes, mirando a los cuales se puede conocer los mejore rincones naturales de nuestro país.
 
Sus obras se parecen a la música, es un bálsamo para el alma, causan un sentimiento de ternura y alegría. La naturaleza es tal vez la única dueña de sus pensamientos, la fuente de sujetos y temas, Es la musa de su obra. En los paisajes de Iván Dmukhaylo está presentada una infinita tranquilidad de inmensas llanuras, así como un suspiro soñado de la tierra en una manta de niebla otoñal y el calor de matorral de bosque en el horizonte, y el brillo del sol de día de verano caliente. Sus paisajes están marcados con una energía mágica, que aumenta la sensación de la presencia real de la naturaleza en el espacio del lienzo, lleno de serenidad y la tristeza, la alegría y la emoción. La luz y el aire unidos en sus obras reflejan claramente toda la riqueza y la diversidad de la “paleta” de la atmósfera y permiten sentir toda la naturaleza a través de los ojos del alma. El paisaje se ha convertido en un medio de la forma de transmitir el mundo de ideas, imágenes y sentimientos que siempre eran muy cercanos al mismo autor.

El artista a menudo salía al campo, al aire libre y durante mucho tiempo buscaba su lugar, su paisaje favorito. Por lo tanto, muchos de sus cuadros el artista los hizo en su estudio, en el silencio, a partir de sus propias impresiones. Muy poca veces podemos ver a la gente que aumenta el misterio y la irrealidad de sus obras. El estado de la naturaleza –tarde, llovizna, niebla, sol en el amanecer, atardecer– resultaron ser un objeto de atención no material y física, sino espiritual, lo que es típico para la mayoría de los sujetos de Iván Dmukhaylo. El cambio de énfasis de la imagen por la declaración hizo diferente la plástica y expresividad de las obras del maestro y les dio la intimidad y una emocionalidad especial. El artista se ocupó de las características psicológicas del paisaje con su espacio bastante estrecho y sin gran panorama. La transmisión exacta del estado de ánimo y los instantes de la naturaleza. No hay eficiencia, pero hay una contemplación tranquila, así como una ligereza impresionista. La experiencia íntima del mundo, la idealización del paisaje, una notable manera de pintar: todo eso refleja el estado de ánimo del mismo autor. Todo esto siempre destacaba al artista entre otros maestros de paisaje belarusos.

Sin duda, el estilo y la visión de Iván Dmukhaylo como un artista del paisaje aportaron en el desarrollo de la pintura de paisaje en Belarús. Es justo sería decir que Iván Dmukhaylo sigue siendo uno de esos artistas que tomaba parte muy activa en la creación del paisaje belaruso. A su vez, el colorido de sus pinturas, así como su forma plástica, provienen de la tolerancia y sinceridad que son característicos no sólo para la naturaleza belarusa, sino también para todo el pueblo belaruso.

Iván Dmukhaylo seguía soñando mucho. Hasta los últimos días lo atormentaba el deseo de penetrar en la esencia y el misterio de la Madre-Naturaleza. Él vivía y creaba en el período de cubismo, surrealismo y abstracción, pero seguía siendo un partidario de la escuela realista de la pintura, con su lenguaje visual imaginativo. Él nació en Ucrania, pero se convirtió en Levitán belaruso.

Iván Dmukhaylo, la personalidad emérita de Belarús, el caballero del orden ucraniano, “Por los méritos”, tuvo dos patrias, que amaba igual. Él más de sesenta años vivió en Belarús, a menudo hablaba en el idioma ucraniano y pintaba con gran placer paisajes belarusos. Belarús lo fascinaba por suaves colores naturales y por motivos sencillos, pero memorables, que agradan el alma y el corazón de uno. Las primeras obras del artista en seguida comprobaron su sinceridad, que él nunca trataba de ocultar. Sus paisajes eran muy verdaderos y eran creados con toda la atención hacia lo natural. El artista pintaba los motivos, que conocía desde su infancia, donde la composición se presentaba en una forma de boceto en una manera bastante libre. Pero también habían detalles muy interesantes: casa de barro, valla con botellas y girasoles. Más tarde, refiriéndose en repetidas ocasiones a los sujetos muy nostálgicos, Iván Dmukhaylo se alejó de los detalles menores y puso en el cuadro la imagen íntegra iluminada por recuerdos benditos sobre la patria. Claro que no todo era perfecto en sus primeras obras. Sin embargo, ciertas simplificaciones en la presentación de imágenes, así como la homogeneidad colorista, que a veces eran compensadas por la interpretación de los sujetos, sólo comprueban que a su propia manera artística Iván Dmukhaylo llegó orgánicamente. En sus obras tempranas se nota el presentimiento de los trabajos más tardíos, aunque la diferencia entre los primeros pasos y la constancia es bastante significativa. El artista se negó a centrarse en una imagen del objeto y dirigió toda su atención a la facilidad de la impresión y la sensación del momento. Además de eso, de modo activo el artista experimentaba y trataba de transmitir el estado del ánimo a través de un color saturado homogéneo y captar la hora del día, el movimiento de colores y matices, así como fijar toda la emoción de los sentimientos. Iván Dmukhaylo estaba buscando la belleza en las orillas de lagos y arroyos.

Ahora muchos paisajes de Iván Dmukhaylo forman parte del fondo de oro de la pintura de paisaje de Belarús. El colorido de sus obras es compuesto y bien tangible. Los cuadros de gran formato, así como las pinturas de cámara, comprueban que era un artista extraordinario, tenía su estilo peculiar: emocional y cada vez más expresivo.

Durante la exhibición conmemorativa de las obras de Ivan Dmukhailo
Durante la exhibición conmemorativa de las obras de Ivan Dmukhailo

El arte es el tiempo que está materializado y reflejado en la imagen. La imagen en las obras de Iván Dmukhaylo está caracterizada por una especial actitud hacia la naturaleza que siempre vivía en el alma del artista. Los abedules finitos casi transparentes, los crepúsculos de bosque: todo eso formaba una imagen de su tierra natal, cuya conservación la preocupaba mucho al artista. En algunas obras, esta idea se expresa de modo asociativo y en otras, más directamente. Por ejemplo, en la pintura, “En el bosque por la noche”, bastante característica, todo el espacio está ocupado por pinos altos, parecidos a los protectores verdaderos del tiempo. Ante nosotros aparece no sólo un paisaje que toca el alma con su belleza elegíaca. El mismo se lee como el culto mitológico y pagano del árbol. La acción, como en otras pinturas del artista, se revela a través de la concentración de los pensamientos y la intensidad emocional. Hace falta señalar que todo eso hace llegar a la conclusión que la destrucción de las relaciones humanas naturales con el medio ambiente lleva a las consecuencias previsibles e imprevisibles. Por eso en los cuadros de Iván Dmukhaylo rara vez están presentadas figuras humanas. La epopeya del medio ambiente lo impresionaba mucho y por lo tanto él no dejaba espacio para poner a los “conquistadores” de la esfera ecológica. Además de eso, el artista creaba los paisajes panorámicos y abiertos, donde una buena parte del lienzo era ocupada por el cielo. Pero el cielo en las pinturas de Iván Dmukhaylo existía algo aislado, al menos no dominaba por encima de la tierra y no mostraba su presencia activa y clara en la creación de la estructura pintoresca. Tradicionalmente, muchos pintores belarusos consideran el cielo como acompañamiento o incluso un tema principal de las obras, como un elemento de sonido emocional. El cielo en los trabajos de Iván Dmukhaylo tiene otro significado, que existe fuera de su impacto emocional y se dirige más bien a la mente que a la sensación. “Las perspectivas” es el nombre de una de sus obras características, donde la gráfica de las colinas está presentada en la rítmica de líneas horizontales, que se pierden en las interminables extensiones azules. Sin embargo, el movimiento no se desarrolla de forma espontánea, es organizado por el artista en una dirección dada. La mirada por un momento se detiene en un árbol verde solitario e inmediatamente corre más allá. Es una pequeña parada para recuperar el aliento antes de subir a las colinas: uno, dos... Por último, partiendo de las mismas, uno empieza a vagar en nubes de colores. Y de ahí con una mirada nueva uno comienza a mirar las lejanías que permanecen abajo. El sol –que ilumina la tierra en algún lugar de al lado– encubre, derrite las nubes que son una extensión natural de las colinas. Tal magnitud es un tributo a la época, que requería el agrandamiento de los planes y casi la monumentalización de imágenes presentadas.
 
Sin embargo, el talento de Iván Dmukhaylo más fructíferamente se reveló en obras íntimas, de cámara, donde reinaba el espíritu del despertar de la naturaleza o el motivo de la llegada del invierno. Dónde se ven anchos ríos, arroyos forestales estrechitos y pequeños lagos. El fresco color del cielo y el agua helada, ramas de árboles en trasparentes coronas sin hojas transmiten el estado de ánimo sutilmente mágico de la naturaleza. A veces es misteriosamente sorprendente como el artista elegía motivos paisajísticos discretos. Pero en este tipo de escenas el autor mostró su intención de centrarse en el estado de ánimo lírico, en la perfección del dibujo, de la plástica y del color. Se elegía la entonación nivelada para llevar la melodía a la plenitud del sonido. Las tonalidades azules, grises-púrpuras o verdosas: todo esto estaba determinado por el deseo de permitir a los aficionados a la pintura sentir la esencia del entorno natural. El estado de ánimo –que el artista transmite en sus obras– es multifacético. No todos los paisajes líricos son tranquilos, a menudo se distinguen por su frescura y sonoridad de colores. El entorno en las obras está lleno de la libertad y la energía, los colores brillantes y el brillo del sol. A la pureza del color el maestro se dirigía en las naturalezas muertas, subrayaba su solemnidad especial, liberándola de algo insignificante y pequeño. Además de eso, estaba buscando un aspecto distintivo en los jarrones con flores, que lo agradaban y encarnaban un pedacito del medio ambiente natural, prefiriendo tamaños grandes, que se combinaban de manera brillante con un espacio pequeño en el lienzo pequeño. Conociendo el mundo circundante de los objetos, parecía que el artista lo obligara a “hablar”. Recordemos nuevamente como escribió Iván Dmukhaylo: “Para que la naturaleza se abriera de verdad al hombre y le confesara y mostrara todo su encanto fabuloso, la amabilidad, la bondad y la perfección, debemos acercarnos a la misma con un alma abierta, inmaculada por los restos desfavorables de la vida cotidiana. Y en este caso en un fenómeno más sencillo se abrirá lo más alto y más hermoso”.

Sí, más que nunca nos sentimos la necesidad de tener armonía, que sonaría discordante con todo tipo de desastres que acompañan la realidad contemporánea. La naturaleza era una fuente de inspiración para el artista, también su se convirtió en una fuente de los sentimientos que aparecen tras conocer sus brillantes trabajos. La exposición conmemorativa del gran maestro lo confirmó.

Hoy en día, las pinturas del artista permanecen en el Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús, el Museo de Arte Contemporáneo de Minsk, el Museo Nacional de Historia de Belarús, el Museo de la Arquitectura Popular y la Vida Cotidiana de Belarús, el Museo de Arte de Moguiliov Pável Máslenikov, el Museo Nacional Literario Yanka Kupala, el Museo Nacional Literario y Conmemorativo Yakub Kolas, así como en fondos de la Unión de Artistas de Belarús, las colecciones privadas en Belarús, Ucrania, Rusia, Alemania, Francia, Suiza, Italia y Bélgica, entre otros.

Víktor Mikháilov
Заметили ошибку? Пожалуйста, выделите её и нажмите Ctrl+Enter