Le presentamos a Yuri Zhelezko, un hombre de 54 años que habla 18 idiomas

Es fácil decir algo cuando hablas 18 idiomas

“Good morning, Guten Tag, ni hao, todo eso significa hola” — se suena de la puerta entreabierta. Junto con el fotógrafo entendemos que la dirección es correcta. En el umbral está un hombre con ojos azules y unos 2 metros de altura. Le presentamos a Yuri Zhelezko, un hombre de 54 años que habla 18 idiomas.


No piensa mucho en contestar por qué sólo 18 idiomas: “Lo principal es determinar a tiempo la mediana de oro entre la calidad y la cantidad”


 El ambiente en la casa del polígloto es adecuada: los libros en el armario, los libros en las estanterías, los libros en la mesa. Los libros en inglés, francés, italiano, sueco, noruego, chino… Parece que estás en la biblioteca de un instituto de lenguas extranjeras. Yuri Zhelezko comienza a hablar de la literatura: “Trabajaba mucho tiempo en la Academia Nacional de Ciencias, ahora me dedico a las traducciones. Acabo de traducir al belaruso el libro Karlsson del tejado — alarga un libro cubierto de azul —. Ahora estoy traduciendo los cuentos noruegos a la lengua materna”.

Paralelamente al trabajo Zhelezko termina de aprender el irlandés — en la mesa hay manuales. “Es el 18º idioma en mi lista — sonríe —. En el mundo lo hablan unos 1,5 millones de personas. Claro que tanto como el esperanto aprendido una vez no se necesitará en la vida, pero suena bonito. En general, es un lujo pequeño para el alma. Al terminarlo me pararé y voy a perfeccionar lo aprendido ya”.

No piensa mucho en contestar por qué sólo 18 idiomas: “Lo principal es determinar a tiempo la mediana de oro entre la calidad y la cantidad. La mía incluye 18 idiomas”. Después de una pausa corta continúa: “En aquel entonces comenzaba modestamente — tenía ganas de aprender sólo el inglés, alemán, francés, polaco”.

Me sonrío para sí: la facilidad con que el interlocutor está hablando de sus conocimientos sorprende. Según su entonación parece que dominar cuatro idiomas extranjeros es un asunto de algunos días. Pues no sé, ¿qué decirle a eso? Mientras tanto dice Zhelezko: “Comencé a aprender idiomas después del noveno grado, antes practicaba seriamente la natación. Pero no quería ingresar en el instituto de cultura física. Por eso me dediqué al inglés. Durante tres meses casi no salía a la calle, me enfrasqué en el estudio. Como resultado vine al décimo grado y pasó un milagro — por primera vez en los años escolares entendía de qué hablaba el maestro del idioma extranjero”.

Luego había cursillos del alemán y el instituto de lenguas extranjeras, donde el polígloto siguiendo el plan comenzó a aprender el francés. “Luego me apasioné tanto que para el inicio del segundo año hablaba ya el sueco y el italiano”. El último comencé a aprender espontáneamente. Ajustaba un receptor y oí la Radio del Vaticano. Me gustó la lengua, decidí aprenderla.

La habitación en que estamos presiona con su academicismo, el lingüista — con su intelecto. Zhelezko sonríe poco, habla circunstanciadamente y con discreción como si esté hecho de hierro: “En la universidad había un joven que hablaba más idiomas que yo. Con todo eso yo me concentraba en los europeos y él — en los eslavos. Hasta competíamos, quién iba a aprender más idiomas. Al fin y al cabo arroje la toalla”.

— ¿Y cómo comprobabais quién sabía mejor el idioma? — me sorprendo —. Es que no es una distancia de sprint.

— Quien habla más correctamente y entiende más. Creo que si la persona entiende por lo menos un 70 % de lo oído y lo leído, entonces el idioma le da por válido.



De verdad, no imagino cómo podía hablar el compañero de Zhelezko, si el mismo Yuri Zhelezko para los exámenes de fin de carrera hablaba ya 10 idiomas.

Podía pensarse que hay suficientes conocimientos para cualquier trabajo. Pero vano empeño. El lingüista está recordando aquel tiempo: “Me colocaron en el colegio pedagógico. Tenía que enseñar el inglés, el francés y el español, porque no había maestro de español. En general, tampoco lo sabía, pero en 14 días lo aprendí. Con los idiomas europeos no hay problemas: tengo una base, por eso puedo aprender cualquier de ellos en 3-4 semanas”.

Al ver mis ojos aumentados después de tal declaración, Yuri Zhelezko decidió aliviar la situación: “No todo me sale tan fácil. Hace cinco años comencé a aprender el chino, y para necesité para eso 1,5 años. Todavía no puedo jeroglificar, pero leo y entiendo bien”.

— ¿Puede ser que Usted sabe algún secreto para aprender idiomas? — no me paro de sorprenderme.

El interlocutor se niega: “¿Qué secretos? Es necesario sólo estudiar perseverantemente. Tengo mi esquema: primeramente leo los manuales, unos 5-7 libros, luego me dedico a la audición. Después leo las bellas letras. Hojeo los libros, apunto nuevas palabras, las aprendo de memoria y leo otra vez ya sin diccionario”.

Inesperadamente Zhelezko se levanta de la mesa, abre el armario — aquí están las pruebas del trabajo aplicado, los cuadernos llenados de las palabras en diferentes idiomas. Dice que hay en particular, unos veinte cuadernos grandes.

— ¿Qué idiomas no se olvidan?

— Los repaso. Ahora por ejemplo, junto con el irlandés estoy repasando el alemán y el chino. Dentro de 2-3 semanas me dedicaré a algún otro. En general, se puede no usar el idioma 1-2 años y a pesar de eso recordarlo bien. Las palabras no salen de la memoria — coge mi mirada escéptica —. Por lo menos de mi memoria no salen.

Durante toda nuestra conversación Yuri Zhelezko habla tanto el ruso como el belaruso: “Pienso en belaruso — aclara — . Hablo varias lenguas, pero pienso en la materna. Sin embargo, tengo sueños principalmente en danés. Y durante los sueños hablo el idioma de Andersen mejor que en la vida real”.

Ekaterina Panteléyeva
Заметили ошибку? Пожалуйста, выделите её и нажмите Ctrl+Enter