El Colegio de Música Shirma de la ciudad belarusa de Brest es una verdadera fábrica de talentos

Diez puntos a favor de platillos

El Colegio de Música Shirma de la ciudad belarusa de Brest es una verdadera fábrica de talentos. Aquí recibieron formación miles de músicos profesionales, docenas de ganadores y laureados de concursos internacionales. Más de cien estudiantes del colegio son titulares de becas del Fondo Especial del Presidente para el Apoyo a los Jóvenes con Talento. Entre ellos la vecina de Brest, Alina Yakimuk.

Los amigos de Alina siempre saben muy bien dónde se puede encontrarla. Claro que en el colegio. Aquí ella no sólo estudia, sino también pasa casi todo su tiempo libre. A veces viene aquí a la hora muy temprana: a las 6 am. Y estudia hasta tarde en la noche. Los fines de semana para ella es la oportunidad de descansar y estudiar más. Ahora no es el momento de sentarse sin hacer nada. Muy pronto comienzan parciales. Además de eso, falta poco tiempo para los exámenes de graduación. Hace falta señalar que la costumbre de pasar días enteros en el colegio mejorando las habilidades de tocar uno u otro instrumento pasa a estudiantes de generación en generación.

— Cuatro años pasaron como un solo instante, sonríe tristemente Alina. Tengo muchos amigos aquí. Los profesores son geniales. El ambiente es muy agradable. Pero nada se puede hacer, necesitamos seguir adelante.

La jovencita está estudiando en el cuarto año de la facultad de instrumentos populares. Toca platillos. Ella dice que cuando niña, soñaba con tocar violín, pero a causa de la escoliosis tuvo que elegir entre piano y platillos.

— ¡Oh, qué molesta me sentí! Ya tenía violín y soñaba con ser violinista. Me costó mucho esperar el comienzo de las clases. Pero no resultó. ¿Por qué opté por platillos? Es difícil de decir. Mi madre es pianista. Decidimos que tenía que aprender a tocar otro instrumento musical, por ejemplo, los platillos. El segundo instrumento –que toco– es piano.

Antes de ingresar en el colegio Alina estudió en la escuela número cuatro de Brest, con una especialidad musical. No es ningún secreto que a muchos niños se los obligan a estudiar en la escuela musical sus padres, pero no es el caso de Alina. Ella siempre lo hacía con mucho gusto. Incluso en los momentos más difíciles ella ni pensaba renunciar y llevar una vida más apropiada para su edad. En el quinto grado, ella tomó la decisión de dedicarse a la música y puso un objetivo bien claro de ingresar en el Colegio de Música Shirma de Brest.

En el tercer grado, Alina participó en la etapa regional del concurso nacional de intérpretes de la música popular Zhinóvich y ocupó el segundo puesto.

— Bajaba del escenario con un diploma, pero llorando. Nadie entendía por qué estaba llorando, recuerda sonriendo la muchacha. Pero yo lloraba porque en el concurso nacional podía participar sólo el ganador y yo no quería conformarme con el segundo puesto. Entonces me prometí a mí misma que sin duda algún día tendría la oportunidad de tomar parte del concurso nacional.

Como el concurso Zhinóvich se celebra una vez cada tres años, la chica tenía un montón de tiempo para prepararse. Su dedicación sorprendía a sus padres y maestros. Tres años más tarde, Alina logró ganar el concurso provincial y pudo asistir al concurso celebrado en la capital. Pero la primera vez la jovencita no logró ganar el primer premio y tuvo que poner un nuevo objetivo que se hizo realidad, al ganar en 2012 el concurso nacional de intérpretes de la música popular Zhinóvich. En resultado, a Alina se la aceptaron sin exámenes al Colegio de Música Shirma y otorgaron una beca del Fondo Especial del Presidente para el Apoyo a los Jóvenes con Talento.

— Para mí fue un gran placer y enorme honor. Mi sueño se ha hecho realidad, y no tengo ninguna duda de que ya he podido encontrar mi camino en la vida.


Ahora la jovencita tiene nuevos planes y sueños. El próximo julio ella intentará ingresar en la Academia Nacional de Música de Belarús. Pero su principal objetivo es ser música y tocar en la Orquesta Académica Popular Zhinóvich.

— Si mi sueño se cumple, yo seré una de las personas más felices del mundo. Además de eso, me gustaría seguir dando clases. No importa: en la escuela o en el colegio. Es cierto que el salario es bajo, pero en los colegios musicales ingresan no para ganar mucho dinero, sino simplemente porque no quieren más nada. Es probable que son las personas fanáticas de su oficio, dice Alina.

A esta altura la muchacha se prepara para dar clases. El segundo año Alina enseña a un estudiante y espera que después de graduarse de la escuela de música, él seguirá tocando platillos.

— Los platillos es un instrumento muy complejo. Muchos niños se pierden, cuando por primera vez los ven. Ellos temen un gran número de cuerdas, espaciadas a distancias iguales. Pero poco a poco aprenden. En general, el primer año de aprendizaje es más importante.

Es necesario tener una postura apropiada y poner bien las manos. Luego es muy difícil de corregirlo.

A Alina se la agrada mucho que ahora el interés por los instrumentos populares belarusos vuelve a aparecer. En la escuela de música cada vez mayor número de chicos escoge los platillos. Actualmente este instrumento se lo tocan sólo siete personas en el colegio, pero en algún momento el concurso fue de cuatro personas por un puesto. Pero Alina no duda de que con el tiempo los instrumentos populares volverán a ser muy populares.

Pável Lósich
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