La exposición, “Belarús moderna a través de los ojos de los artistas”, inaugurada en el Museo Nacional de Bellas Artes

Cuadros como los hechos de la biografía del país

La exposición, “Belarús moderna a través de los ojos de los artistas”, inaugurada en el Museo Nacional de Bellas Artes, presenta características peculiares del desarrollo del arte nacional en el contexto de la tradición y la modernidad, la continuidad creativa y la búsqueda experimental



Hoy en día, está claro que la adquisición de la soberanía por la República de Belarús en 1991 marcó una nueva etapa de la cultura. Durante los años de la independencia produjeron cambios importantes en la sociedad, comenzó el proceso de actualización y aplicación del potencial intelectual y creativo. A su vez, una característica principal del desarrollo de las bellas artes –que ha determinado su búsqueda de innovación sin precedentes y la originalidad– ha llevado al hecho de que los artistas pueden auto manifestarse sin previa ideología y censura.

Los procesos de transformación de la realidad cultural marcaron el cambio de un concepto artístico único de las nuevas tendencias, géneros y formas. En las artes visuales de este período de tiempo reflejaron los retos morales de la actualidad, se transformaron ideas y tendencias más sucintas. Entre ellas estaba el tema primordial de la identidad cultural nacional y la necesidad de entender a sí mismos en su propia cultura y encontrar apoyo en el suelo de los padres.

En esta situación, en la obra de muchos artistas belarusos se ve un gran interés hacia las tradiciones nacionales y el acento en el tema de las raíces y orígenes. Ellos se inspiran en las tradiciones de la cultura étnica, las costumbres populares y el patrimonio poético. Además de eso, aumenta el interés hacia los materiales folklóricos, la interpretación de fiestas populares, leyendas, historias y parábolas. Hace falta señalar que en la obra de Nikolai Seleshchuk, Zoya Litvínova, Nikolai Buschik, Vasily Kostyuchenko, Vladímir Kozhukh, Víktor Alshevsky los elementos de la cultura étnica, diferentes símbolos y signos encajan perfectamente en el contexto del arte contemporáneo, coexistiendo con las técnicas y principios plásticos de vanguardia, lo que les da un significado completamente nuevo. Lo recuerda la actual exposición, “Belarús moderna a través de los ojos de los artistas”, presentada en el museo principal del país.

En relación con la idea nacional en las obras de muchos artistas belarusos prevalece el tema histórico. La restauración del verdadero origen histórico, la reconstrucción de imágenes de un pasado lejano, la historia inmerecidamente olvidada y reprimida de la historia del patrimonio artístico, no se ha librado de la atención de los representantes de las diferentes generaciones de artistas. El interés en las figuras históricas y acontecimientos más importantes del pasado del país se lo presentan en sus cuadros: Mikhail Savitsky, Lev Gumilevsky, Iván Miskó, Svetlana Gorbunova, Alexander Chigrín. Las reconstrucciones históricas de victorias y acontecimientos gloriosos de la historia nacional, las leyendas acerca de la grandeza de los personajes de las obras del autor las recrean Mikhail Basalyga, Vladímir Sávich, Vladímir Basalyga. Los famosos monumentos e imágenes históricas y arquitectónicas en una especie de juego posmodernista cobran vida en las pinturas de Vladímir Tóvstik y Georgi Sítnitsa.

La búsqueda de nuevas bases espirituales de la sociedad llevó a la actualización del tema religioso. Los temas espirituales se revelan en las obras de los maestros de la generación anterior, los artistas populares de Belarús, Mikhail Savitsky, Gavriil Váschenko, así como en las pinturas de los artistas de la “nueva onda”: Natalia Zalóznaya e Igor Tishiná.


La gama de búsquedas creativas de los artistas belarusos se asocia no sólo con las tendencias de “historicismo” y “renacimiento nacional”, sino también con el deseo de conocer prácticas creativas de la vanguardia histórica. Entre toda la variedad de géneros el más ilustrativo es el interés general hacia formas no objetivas, abstractas y simbólicas de expresión representadas en los cuadros de Anatoly Kuznetsov, Sergei Kiryushchenko y Galina Górova.

Por supuesto, el período de la independencia llenó con los nuevos contenidos a todos los tipos de arte. Junto con la pintura activamente se están desarrollando: la escultura, la gráfica, las artes decorativas y aplicadas. En los temas de muchas obras expuestas encontraron un lugar figuras históricas, las imágenes arcaicas, el mundo alrededor, los motivos ornamentales, típicos en general para toda la cultura artística del período de la independencia.

Esta es la opinión general en el entorno de artistas belarusos: Vitaly Tsvirkó ha sido y sigue siendo un insuperable maestro del paisaje. Es cierto, las obras del maestro es todo un fenómeno en la cultura artística de Belarús, que determinó la existencia del género del paisaje en el arte nacional de “antes” de Tsvirkó, y de qué manera se está desarrollando en la actualidad. Vitaly Tsvirkó es ampliamente reconocido como un innovador, un pionero en la creación de un tipo especial de paisaje lírico, que no había antes en el arte belaruso. Es en este género del paisaje Vitaly Tsvirkó reveló más plenamente el mejor lado de su talento, el carácter de la naturaleza belarusa y reflexiones filosóficas. Él fue capaz de capturar en cada motivo algo principal: su esencia. Con eso, sus impresiones vivas y más brillantes con maestría él las generalizaba con las técnicas pictóricas modernas. El artista creó pinturas de sonido épico, imágenes-símbolos generalizadas, numerosos paisajes de la tierra natal, que se convirtieron en las obras clásicas de la pintura belarusa. En las obras de Vitaly Tsvirkó casi siempre no se observan signos externos de los tiempos. Al mismo tiempo, la estructura artística de sus pinturas, la originalidad de las soluciones compuestas, el colorido de gran alcance y la expresividad corresponden al espíritu de la época en la que vivió y trabajó el maestro.

Con sus obras este destacado artista en muchos sentidos puso las tradiciones, según las cuales hoy en día continúa desarrollándose la pintura de paisaje en Belarús. Siendo un hombre brillante, talentoso y enérgico, Vitaly Tsvirkó se distinguió como un maestro brillante, el educar de toda una galaxia de los alumnos, muchos de los cuales posteriormente hicieron su propia contribución única al desarrollo del arte nacional. Tal vez sin Vitaly Tsvirkó no habría la escuela belarusa de pintura, en la forma en la que existe ahora. A su vez, entre sus numerosos alumnos el señor Vitaly particularmente destacaba a Leonid Shchemeliov, Dmitry Aleinik, Boris Arakchéev, Nikolai Kazakévich, Georgi Poplavski e Iván Rey, a aquellos artistas que posteriormente también se manifestaron brillantemente.

— Él no era una persona indiferente, recuerda Leonid Shchemeliov. Aproximadamente a finales de los años cincuenta del siglo pasado, en Moscú por primera vez fueron exhibidas las pinturas partes de las colecciones de la Galería de Dresde. Por la noche, la gente hacía una cola para ver las obras maestras del arte mundial. Pero Vitaly Tsvirkó logró llegar a un acuerdo (no sé cómo pudo hacerlo), que nosotros, todo un grupo de estudiantes de Minsk, pudimos ir a Moscú y durante una semana visitamos la exposición de forma gratuita. Es inolvidable y, por supuesto, seguimos sintiendo el mayor respeto por este hombre increíble.


Los orígenes de la creatividad de Vitaly Tsvirkó llevan a aquel tiempo distante de la juventud, que pasó en la provincia de Gómel. El encanto de los colores rurales, temas poéticos y melodiosos de la naturaleza dejaron una marca en el corazón del joven. El campo posrevolucionario, donde la vida era todo un torbellino, donde los jóvenes trataban de realizar sus sueños, abrió el camino para Vitaly Tsvirkó hacia el mundo tentador y desconocido del arte. El amor por el dibujo llevó al futuro artista a la Escuela de Arte de Vítebsk. En 1932, Vitaly terminó la escuela, y en 1935, participó en una exposición de arte en Moscú, el éxito de la participación en la cual se le permitió ingresar en el Instituto de Arte de Moscú Súrikov. Actualmente, las obras de Vitaly Tsvirkó permanecen en el Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús, la Galería Estatal Tretyakov de Moscú y otros museos de la Federación de Rusia, los fondos de la Unión de los Artistas de Belarús, el Museo de Arte Moderno en Minsk, el Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial, los museos de historia local de Belarús, así como en las colecciones privadas en Belarús y otros países. La colección de cuadros de Vitaly Tsvirkó en el Museo de Bellas Artes –se trata de 156 obras– es una de las más grandes.

En realidad, la creatividad de Leonid Shchemelev da posibilidad de ver la belleza única de la madre naturaleza, conocer la diversidad del mundo de alrededor, así como la nobleza y la dignidad del mismo hombre. El arte de Leonid Shchemeliov encanta por su naturalidad, la sencillez de sus historias, la belleza que destilan sus pinturas, y que se percibe como cualidades naturales de la pintura. A esta altura, Leonid Schemeliov es un maestro del arte belaruso ampliamente reconocido. Se le otorgaron el título del artista popular y el título de ganador del Premio Nacional de la República de Belarús. Además de eso, a él fue entregada la prestigiosa Medalla de Francisco Skaryna. El artista hizo decenas de exposiciones individuales en su tierra natal y en el extranjero, así como participó en las exposiciones y foros internacionales de arte. Sus trabajos fueron adquiridos por muchos museos de arte y galerías de arte del mundo, así como los coleccionistas de Belarús, Rusia, Ucrania, EE.UU., Canadá, Italia, Francia, Alemania, España, Australia, Irán e Israel, entre otros.

Leonid Shchemeliov es un artista que entregó toda su experiencia profesional al desarrollo de las artes plásticas de Belarús. Es el maestro, cuya influencia en la obra de muchos modernos artistas belarusos es multifacética y fructífera. En realidad, nuestra conversación –que tuvo lugar en el taller del artista después de visitar una exposición en el museo– estaba dedicada a este tema.

De la autobiografía del artista popular de Belarús, Leonid Shchemeliov:

“Tuve mucha suerte. Nací en Vítebsk, ciudad de artistas. Pasé mi infancia rodeado de los amantes de pintura. En realidad, eran artistas aficionados, pero desde la edad muy temprana he conocido pinturas, lienzos, olores de los cuadros. Por allí cerca estaba el río Dviná, que sigue siendo sagrado para mí. Las impresiones de la infancia es el entusiasmo de los paseos con esquís, las alegrías de verano en las orillas del Dviná, viajes al pueblo donde vivía mi abuela, y por supuesto, las películas. La guerra cambió por completo mi vida. En 1941, me fui, como muchos otros, al frente. En 1943, durante la liberación de Belarús en las afueras de Mozyr fui gravemente herido. Después de pasar un tratamiento en el hospital, volví al frente. En una palabra, pasé por el camino difícil de la Segunda Guerra Mundial, la peor tragedia del siglo veinte. El destino me conservó la vida y yo empecé a estudiar en la Escuela de Arte de Minsk. Más tarde, trabajé de maestro y al final ingresé en el Instituto de Arte en Minsk. Una vez más tuve mucha suerte: me convertí en el estudiante de Vitaly Tsvirkó. Era un maravilloso artista y pedagogo, que abrió para mí ver el mundo, como lo sentía luego. Me afectaron mucho mis primeros fracasos creativos, pero pronto comencé a exhibir mis trabajos en numerosas exposiciones en Minsk, Moscú y en el exterior. La vida del artista para mí es la mejor cosa creada por Dios. La admiración por todo el mundo, el reflejo de maravillosas paradojas, la alegría de la creatividad: todo eso me hace muy feliz.


— Su maestro, Vitaly Tsvirkó, prefería evitar cualquier tipo de discursos públicos: sus pinturas eran más elocuentes que las palabras. ¿A qué categoría de artistas pertenece usted?


— Creo que soy una de las personas que aman mucho su profesión, y, si es necesario, pueden decir con el lenguaje humano común lo que piensan. Por supuesto, no soy un investigador de mi obra, y mucho menos de la obra de otros artistas, pero cuando se trata de mi maestro, Vitaly Tsvirkó, puedo hablar mucho y con mucha gratitud, admirándolo como artista y persona. Cuando uno estudia mucho y durante largo tiempo, en su formación toman parte muchos maestros, pero el Maestro sigue siendo único: el que enseña lo más importante y ayuda a superar un camino largo y difícil hacia la profesión del artista, hacia el reconocimiento de su propio papel en las artes y la medida de responsabilidad por lo que hace. Vitaly Tsvirkó era para mí así. Siendo un gran artista, sabía dar clases no sólo de habilidades profesionales, sino también ejemplos de la humanidad, el amor por la madre naturaleza, que él sentía profundamente y amaba hasta el olvido.

— ¿Es porque en su creatividad prevalecen imágenes de naturaleza, motivos de diferentes estados y ánimos en la misma?


— Entre mis obras no hay muchos paisajes “puros”. En general, las mismas se basan en el principio de la construcción de pintura, donde hay no sólo paisaje, sino también un poco de acción, el movimiento de personas y animales: ellos no sólo complementan y dan vida al paisaje, sino también lógicamente están vinculados con ella, y resulta ser un cuadro. A su vez, en el mismo cuadro yo no estoy buscando la historia: siempre es un ensayo sobre un tema determinado, es unhecho de la vida. Aspiro a entenderlo y mostrar a la audiencia. Me dirijo a la vida misma, sin inventar nada artificial.

— ¿Cuál es su actitud hacia aquellos tiempos, cuando en las artes visuales dominaba el realismo socialista?


— Quiero decir que los artistas con talento siempre han encontrado maneras de realizar sus capacidades creativas, creando a veces verdaderas obras maestras. Uno de los defectos más grandes del realismo socialista fue la puesta de las condiciones para cualquier tipo de coqueteo con el sistema que lo creó, como una forma de adquirir todo tipo de privilegios, rangos, puestos y así sucesivamente. Por supuesto, que en este caso mucha importancia tenía la personalidad del artista y su actitud hacia la vida. Unos se infectaban con esta enfermedad, mientras que otros no, pero siempre había el peligro de caer en esta tentación. En cuanto a mi actitud hacia esta terminología, y si tenga muchas pinturas mías dedicadas al “tema histórico-revolucionario”, es difícil de responder de manera inequívoca. En este caso sería una explicación muy larga. El tema de revoluciones y guerras: esto no es necesariamente una imagen de la gente disparando. A veces es suficiente mostrar el rostro de una persona para conocer el destino de toda una generación.

— Analizando su biografía, se pone evidente que usted viajó mucho por nuestro país, entonces muy vasto. También visitó Europa y Asia. ¿Qué le dieron estos viajes como al artista, qué buscaba usted y qué quería entender?


— Es verdad, viajaba mucho, y sobre todo por el país, la antigua Unión Soviética. Recorrí todas las quince repúblicas en todas las direcciones, me quedaba sólo el Lejano Oriente. También pasé por muchos países extranjeros. El resultado de cada viaje siempre fue un amplio material. Pero el sentido más importante y valioso de todos estos viajes fue la oportunidad de comparar lo que había visto con lo que veía y conocía en Belarús: precisamente a ella yo siempre quería dedicar la mayor parte de mis obras. ¿Sabe qué entendí yo? Fue lo que siempre había conocido: cualquier arte profesional crece, se alimenta y se desarrolla sólo sobre la base de lo natal: el arte popular, su cultura y sus tradiciones. El artista puede alcanzar picos notables, ser conocido en su país, e incluso llegar al nivel de reconocimiento internacional, convertirse, por así decirlo, en el artista “supranacional”, pero con una condición: si en su creatividad él es capaz de seleccionar, procesar y pulir profesionalmente todo lo que es único e incomparable en el arte. Y al final, está dispuesto para presentarlo al mundo como un gran valor humano.

— Usted ha dicho que cuando viajaba afuera, podía comparar lo que había visto con su tierra natal. ¿Qué, en su opinión, distingue Belarús de otros países? ¿Qué podría transmitir nuestro país a una persona que llegó por primera vez aquí?


— El primero –que debe impresionar– es la naturaleza. Belarús está cubierta de un sistema de lagos de aguas puras, una red de ríos grandes y pequeños que cruzan su territorio en todas las direcciones. Todo esto hace la naturaleza local tan fresca y rica en cuanto a los colores que saltan a los ojos. Nuestra naturaleza prácticamente no se desvanece, sólo cambia colores dependiendo de la época del año, quedándose brillante y fresca. Los colores verdes del florecimiento de primavera y verano pueden ser sustituidos por los colores y tonos más ardientes de otoño. Pero ellos sólo complementan y complican el sonido general del color de la naturaleza y la hacen solemne. ¡Y cómo ella se transforma en el invierno! Esta pureza y blancura de la nieve, los árboles cubiertos de la escarcha ponen la naturaleza belarusa muy hermosa e incomparable. Ella nunca se ve cansada y agotada por el sol o entumecida de helada severa: ella siempre está viva y fresca. Probablemente, esto puede explicar por qué entre los artistas belarusos siempre había un gran número de buenos paisajistas.

— Entre sus obras hay muchos retratos de sus seres queridos.


— Como cualquier artista, elijo lo que me gusta y que me conmueve. Amo a mis seres queridos y con mucho gusto pinto sus retratos. Pero también me gusta hacer retratos de las personas cercanas espiritualmente o que tienen las mismas convicciones. Y, en mi opinión, son buenas por lo que son.

— En las exposiciones de arte en diferentes años vi sus naturalezas muertas, también están aquí, en su taller. Son de colores vivos, emocionales, hermosos, al igual que la mayor parte de sus obras. ¿No le molesta la palabra provocativa “bello”? ¿Pues recientemente los críticos han comenzado a poner esta palabra en la misma fila con las palabras “belleza”, “imágenes”, “salón”?

— Me parece que ser bello es una de las cualidades y funciones del arte. Por alguna razón el escritor clásico dijo que la “belleza salvará al mundo”. ¿Por qué esto debería ser tratado negativamente? Cualquier obra en primer lugar debe ser hermosa, pues está creada por el artista. Y una pintura más aún: pues está llena de colores. La naturaleza es bella, ya que tiene muchos colores. Si le quitamos colores, será un desierto. Y como dijo un buen artista: aprendan de la naturaleza, y podrán crear un verdadero arte. La reverencia por la belleza tiene también el arte popular, lo que es un criterio que nunca puede ser falso o erróneo.

— ¿Cómo logra no perderse en nuestro tiempo?

— Ser artista siempre ha sido difícil. Personalmente yo siempre he tenido que superar algo, me privaban de algo, yo sufría por algo. Soy un hombre del duro período de posguerra, lo que me hizo fuerte, como se suele decir, para el resto de mi vida. Y sabe, hoy por hoy, vivir no es nada difícil para mí en absoluto, porque en un momento yo vivía aún más difícil. Mi arte sigue siendo necesario para alguien. Y me gustaría que agrade a los demás, que esté presente en exposiciones y libros. Las personas –hasta que vivan– incluso en las circunstancias más difíciles serán atraídas por la belleza, lo espiritual y lo perfecto. Y yo creo en estas personas: protagonistas de mis obras.

Sin lugar a dudas, el arte plástico de Belarús es un sistema de desarrollo dinámico, en el que las formas tradicionales e innovadoras, complementándose entre sí, expresan claramente otras características de la identidad cultural. Tal vez por eso no hay tendencias estilísticas dominantes. El realismo clásico y la abstracción, el impresionismo y el expresionismo se conviven en la exposición, revelando la naturaleza polifónica y el carácter diverso del moderno arte nacional.

A su vez, la exposición, “Belarús moderna a través de los ojos de los artistas”, ofrece a los visitantes una oportunidad única de conocer las obras de artistas de diferentes generaciones, diferentes aspiraciones y diferentes tendencias creativas, que se centran en el desarrollo del arte clásico y la experimentación, que se dedican a la presentación de los comunes valores humanos y la búsqueda de una idea nacional. Hace falta señalar que en la exposición están presentadas las nuevas obras creadas en el período de la independencia por los clásicos de la pintura belarusa: L. Shchemeliov, G. Váshchenko, V. Gromyko, P. Máslenikov, A. Kíshchenko, M. Danzig, V. Stelmashónok, A. Baranovski, así como las pinturas creadas por los representantes de la generación media y los cuadros de los artistas premiados por el Fondo Especial del Presidente de la República de Belarús para apoyar a los jóvenes con talento. Las obras expuestas son originales en su ejecución creativa, es decir, son únicas. Pero todas ellas son unidas por una sola cosa: el tema de la independencia del país, su rico patrimonio histórico y un foco persistente en el futuro.

Veniamín Mikhéev
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