Vladímir Korik: “Dynastía continúa...”

Tradicionalmente, en junio, en el tercer domingo del mes, los médicos belarusos celebran su fiesta profesional
Tradicionalmente, en junio, en el tercer domingo del mes, los médicos belarusos celebran su fiesta profesional. Este día hace recordar una vez más que los médicos son los representantes de la profesión muy especial. Pues es obvio que tiene relación con la vida humana. 

Uno de los médicos más destacados de Belarús es Vladímir Korik, director del departamento de medicina militar de campo de la Universidad Nacional Médica de Belarús, doctor en ciencias médicas, catedrático, coronel del servicio médico. Atiende a los pacientes en el Segundo Hospital Clínico de Minsk, una de las mejores y más antiguas instituciones médicas de nuestra ciudad. 

Conocí a Vladímir Korik hace unos doce años. En varias ocasiones tuve que venir por emergencia a la unidad de cirugía del Segundo Hospital Clínico y pasar por un tratamiento médico o visitar a mis amigos. Por lo tanto, pude observar su trato de los pacientes, médicos, personal de enfermería y estudiantes. Desde el primer día de verlo pienso que este hombre está en su lugar. ¿Por qué? Todo se explica muy fácil. Vladímir Korik es una persona amable y agradable. Conversando con él, uno se siente protegido. También él sabe hablar con los pacientes en el idioma que ellos comprendan. No me equivoco si digo que la amabilidad de este médico está en su sangre. Por supuesto, no se trata sólo de su educación, sino más bien del modo de sentir las cosas, lo que normalmente se forma en la infancia, es lo que uno herede de sus padres y lo que se nota en la voz, la entonación, la expresión facial, e incluso en el habla. En alguna parte he leído que la inteligencia está relacionada con la dignidad humana interior. En mi opinión, el doctor Vladímir es así, lo distingue también la contención, el tacto y el respeto por la gente. Y, por supuesto, es un gran profesional. 

Sobre las complejidades del trabajo del moderno cirujano, sobre él mismo y otros representantes de la profesión más humana y muy responsable hemos conversado con Vladímir Korik. 

— Señor Vladímir, ¿por qué eligió la medicina? Es posible que lo haya inspirados el libro infantil de Korney Chukovsky sobre el doctor Aibolit? ¿Sus padres fueron médicos? 

— Soy de una familia de médicos. Mi madre, Galina Ivánovna, fue multimédica: ginecóloga, obstetra y acupunturista. A su vez, mi padre, Eugeni Fédorovich, fue cardiólogo. Al principio, él se graduó de la Escuela de Medicina Militar de Kíev, que hoy en día, por desgracia, ya no existe. Allí preparaban a los paramédicos militares. Luego durante cinco años servió como oficial de Kuriles. Conoció a mi madre en Minsk, que estudiba en el instituto médico. Mis padres se casaron cuando estudiantes, y luego se fueron a trabajar juntos en el hospital en Smolevichi, en afueras de Minsk. Mi infancia pasó en esta institución médica. Por lo tanto, no fue muy difícil para mí elegir la profesión. Más tarde mi padre ocupó el puesto del médico jefe. Cuando nos trasladamos a Minsk, él comenzó a trabajar en la Cuarta Dirección del Ministerio de Salud, ocupando puestos importantes. En nuestra casa había una gran biblioteca de libros de medicina. Cuando niño, yo los leía con mucho gusto. Hubo un caso curioso. Una vez vine al trabajo de mi madre –entonces tenía seis años– entré en la sala de examen, y allí estaba una mujer que tenía problemas ginecológicos. No me asusté e incluso hice diagnóstico. Curiosamente lo hice bien. Y cuando nació mi hijo, uno de sus libros favoritos fue la anatomía topográfica. Así que la elección de la profesión no tenía nada que ver con el doctor Aibolit, pero las obras de Korney Chukovsky yo he leído siendo pequeño. 

— ¿Su hijo siguió su ejemplo? 

— Es cierto, mi hijo Eugene está estudiando en el cuarto año de la Facultad de Medicina. 

— ¿Cree que es su vocación o usted lo ha convencido? 

— Mi esposa pensó esto, cuando él decidió ingresar en la Universidad Médica. Siendo escolar, Eugeni quería ser diplomático. Y se preparaba para ingresar en la Universidad Nacional de Belarús. Pero después de haber ido al campamento, cambió la decisión. Nadie insistía. Él mismo eligió la medicina. Una vez lo llevé a la cirugía: operábamos a un paciente grave. En la sala de pre-operación dije, si Eugeni se sintiera mal, deberían dejarle de ir. Pero él todo el tiempo estuvo detrás de mi espalda, preguntando que estaba pasando. Entonces me di cuenta de que la cirugía realmente lo interesaba. Otra vez cuando él me sorprendió fue cuando vino a la práctica en el hospital y me pidió trabajar en la unidad de cuidados intensivos. Nadie sabía que era mi hijo. Era curioso observar cómo él establecía relaciones con el personal médico auxiliar. En mi opinión, este personal es básico. Los médicos hacen sólo una parte del trabajo que se realiza en el hospital. Creo que el trabajo principal se lo hace el personal de enfermería. Se trata de la atención y el cumplimiento de las indicaciones de los médicos y de muchas más cosas. Por desgracia, hay médicos que no saben trabajar con el personal de enfermería. Y lo entienden mejor que otros los médicos que eran enfermeros. Así que, mi hijo rápidamente encontró un lenguaje común con esta gente. No pensaba que Eugeni es tan misericordioso y me agradaba ver como él cuidaba a los pacientes impotentes, como los alimentaba... 

Visitación es un momento importante en la vida del unidad de cirugía de emergencia

— ¿De dónde provienen sus raíces ancestrales? 

— Mi padre es de Berezinó. A propósito, mi abuelo era el secretario del Comité del Partido de Comunistas de Berezinó y era guerrillero durante la Segunda Guerra Mundial. Por desgracia, murió a los 36 años. A su vez, mi bisabuelo (por parte de mi madre) fue un clérigo, construyó en Glusk (municipio de Bobruisk - Aut.) la iglesia. Todavía lo recuerdan los lugareños. 

— ¿Usted estudió en Minsk? 

— Comenzaba a estudiar en la escuela médica No. 2 de Minsk, de la que me gradué con honores. Luego, durante medio año trabajé en el centro de salud de la fábrica de porcelana, como un asistente médico, y más tarde me llamaron a las filas de Fuerzas Armadas de la antigua Unión Soviética. Después de servir un año, escribí un informe que quisiera ingresar en la Academia Médica Militar Kírov en San Petersburgo. En ese momento era una de las instituciones más importantes, que formaba a los médicos militares. A propósito, en la época soviética su título no requería la confirmación en el extranjero. Me gradué de la Academia con honores y una medalla de oro, de lo que me siento muy orgulloso. A propósito, en la sede de la Academia hay un museo con placas de mármol, donde con el oro cada año escriben los nombres de los graduados medallistas. Así que mi nombre también está allí. 

— ¿Usted tuvo la oportunidad de ir a trabajar al exterior? 

— Tuve muchas oportunidades, pero regresé a Belarús para estar más cerca a mis padres: ellos necesitaban de mi ayuda. Los graduados de la Academia podían trabajar según cualquier especialidad médica, porque el nivel de formación era muy alto. La especialización en la misma es según género. Por ejemplo, de aviación es la tercera facultad, naval es la cuarta facultad. A su vez, yo estudiaba en la segunda: las fuerzas de tierra y tropas de misiles. Al llegar a cualquier unidad militar, el graduado podía trabajar como el terapeuta, el odontólogo y el cirujano. Si, digamos, en la unidad militar no había dentista, uno podía trabajar de dentista, pues tenía una especialización muy amplia. 

— ¿Comenzó a trabajar en Minsk en qué especialización? 

— Me interesaba mucho la cardiología. Estaba muy orgulloso de que no había leído ningún manual sobre los tratamientos, sino sólo las monografías acerca de cada enfermedad. Pero me ofrecieron el puesto de cirujano en un batallón médico separado, donde serví durante tres años, y de nuevo me fui a San Petersburgo, a la 

Academia. En la facultad de gestión estudié durante tres años y me gradué también con honores, con una medalla de oro. En tres años defendí la tesis de maestría. Así que tengo dos medallas: una de la época soviética y la otra ya de Rusia. 

Cuando regresé a Minsk, fui designado al Hospital Clínico Militar como el jefe mayor pasante del departamento de cirugía abdominal. Y seis meses más tarde, Sergey Zhidkov, jefe del departamento de cirugía militar, su fundador, y en ese momento, el cirujano jefe del Ministerio de Defensa, me invitó a dar clases. Gracias a Sergey Zhidkov y las autoridades médicas de la ciudad, a fin de llevar a cabo la formación de cadetes y estudiantes nos ofrecieron como base no sólo el hospital militar, sino también los hospitales número dos y cuatro. La base principal se encuentra en el hospital número dos, donde está operando la unidad de cirugía de emergencia. Sólo hay dos unidades de este tipo: en el hospital de emergencia y en el Segundo Hospital Clínico, que atienden 24 horas siete días a la semana. 

— La profesión de cirujano, sin duda, es para las personas fuertes y estables mentalmente, no para la gente sensible. ¿Cuándo y en qué situación usted lo entendió? 

— Tal vez, la comprensión viene con la práctica. Por supuesto, un médico debe ser resistente. Pero, en mi opinión, mi profesión necesita también la estabilidad psicológica y no tanto física. Hay, por ejemplo, muchos procedimientos quirúrgicos que están relacionados con la cirugía invasiva que requieren un trabajo muy meticuloso, equilibrado y sin prisa. A veces, las intervenciones de este tipo duran mucho tiempo: ocho, diez o más horas. Debo admitir que no he visto en la cirugía a las personas que son débiles de espíritu. No todo el mundo puede ir a la sala de operaciones y herir al paciente en su propio beneficio. 

“Profesor, Sergey Zhidkov — nudo en la cirugía.” Preparación para la cirugía

— ¿Qué opina usted sobre nuestra escuela de medicina? 

— Es muy buena. Una de las más fuertes en el mundo. Y no entiendo a aquellas personas que se van a pasar por un tratamiento en Occidente. Es necesario hacerlo en nuestro país. 

— ¿Alguna vez debía dar a sí mismo algunas orientaciones personales para soportar la tensión durante una operación? 

— Nunca he dado a mí mismo ningunas orientaciones. Empezando cualquier operación, me centro muchísimo. No es una oración canónica a Dios. Tengo mi propia oración que siempre pronuncio. Mis colegas ya saben que antes de comenzar la operación debo permanecer unos minutos a solas con el paciente. 

— ¿En qué circunstancia hizo usted el descubrimiento: el cirujano tiene que ser también un buen psicólogo? ¿Cómo toma las emociones de los familiares de los pacientes, si, por ejemplo, surgen complicaciones después de la cirugía? 

— Si el cirujano no sabe cómo hablar con las personas, no debe operar. Entre el paciente y el médico debería existir una confianza total y el entendimiento mutuo. En cuanto a las emociones de los parientes, yo diría que es la parte más difícil de nuestro trabajo. No es fácil decirles que su hijo, hija, hermana, hermano o uno de los padres ha muerto. Las palabras de apoyo y consuelo en esos momentos tienden a sonar sin sentido. En este caso el médico tiene estrés igual que los familiares del paciente. Luego varios días uno tiene en su mente el pensamiento, si ha hecho todo correctamente, si se podía evitar la muerte del paciente. Y esto es típico para los médicos normales. 

Durante la cirugía

— ¿Qué tan pronto usted aprendió a distanciarse de sus propios sentimientos y sufrimientos, y qué tan pronto comenzó a tener canas? 

— Es imposible aprenderlo, tampoco distanciarse. Existe el síndrome de desgaste emocional. Con el tiempo, por supuesto, los sentimientos se ponen menos agudos. Pero cada vez es un gran trabajo para mi alma, como ya he dicho antes. Empecé a tener primeras canas a la edad de treinta años. Bueno, no es nada raro en nuestra profesión. 

— ¿Qué tan importe en la profesión de médico sus cualidades personales? 

— A menudo, las cualidades personales no influencian de ningún modo al hecho de que un médico puede hacer con sus manos. En la cirugía no es nada raro. El médico puede ser un brillante cirujano, pero un hombre, por decirlo así, peculiar: pendenciero y poco sociable. Hay que reconocer que cada uno de nosotros tiene su propio carácter... 

— Su trabajo requiere reacciones inmediatas y soluciones rápidas, de las que depende la vida del paciente durante la cirugía. ¿Qué tal a menudo tenía que actuar, basándose en la intuición, así como en la fe para obtener resultado favorable de la operación? 

— Si se trata de una cirugía electiva, todo debe ser bien pensado. El resultado en estos casos se supone absolutamente favorable. Pero en la cirugía de emergencia a veces suceden sorpresas. Y esto no está relacionado con el equipo y el cirujano, sino más bien con la condición del paciente, así como la duración de la enfermedad, la edad, y en algunas ocasiones con las características anatómicas del paciente. 

— ¿El corazón podría estar al lado derecho? 

— A veces eso sucede. Y otros órganos también pueden estar en un lugar atípico. Además de eso, a veces sucede la duplicación de las estructuras anatómicas. Es muy difícil entender rápidamente lo que no has visto en el atlas anatómico. Y en esta situación, no hay nada malo en llamar a alguien de los colegas más experimentados para consultar. En la cirugía de emergencia hay cosas inesperadas, especialmente en la zona abdominal. El vientre del hombre es como una caja de Pandora. Lo abres y a veces te pones muy confundido. No siempre los métodos modernos de diagnóstico permiten reconocer una enfermedad que uno tiene en realidad. Y entonces tenemos que tomar una decisión inmediata. 

— Como se sabe, el cirujano no tiene el derecho a la incompetencia: pues su trabajo es a menudo está al borde de la vida y la muerte. ¿Alguna vez se sintió culpable, cuando los pacientes mueren? 

— Siendo joven, no tienes ningún miedo. Crees que tienes muchos conocimientos, pero no tienes habilidades. Tampoco tienes miedo. Pero lo que es interesante: la vida, al parecer, ama a los médicos jóvenes y los protege de muchas sorpresas. A medida que un médico adquiera experiencia, se vuelve más cauto. Y entonces parece que se te acaban los conocimientos. Pero, de hecho, no llegan a ser menos. Creo que esta sensación está generada por la responsabilidad, que un médico obtiene con el paso de los años. A su vez, el médico sufre de todo el corazón, cuando su paciente muere. 

— Háblenos por favor de su unidad médica. ¿Cómo se siente trabajando aquí? 

— La unidad médica –donde estoy trabajando a partir de 2002– es muy buena. Trabajamos de modo muy intenso. A veces sucede, al hacer un chequeo y al dar de alta a 25 de 60 personas, por la tarde la unidad vuelve a llenarse a full. El trabajo en la unidad médica es muy interesante y muy difícil. Estamos ocupados durante 24 horas. No todos pueden soportar este ritmo bien intenso, especialmente el personal médico auxiliar. 

— ¿Está trabajando de noche? 

— Hace varios años atrás, sí trabajaba de noche. Ahora ya no. Aunque no temo este trabajo. Antes tenía que estar trabajando de noche varias veces a la semana. Ahora no lo hago, no porque soy catedrático. Simplemente, hay personas que necesitan adquirir experiencia y ganar dinero extra. 

— ¿Qué opina sobre la exportación de servicios quirúrgicos? ¿Cuál es su opinión al respecto? 

— ¿Y por qué no? Las realidades de hoy día son que las clínicas tienen que ganar dinero. Por lo tanto, hay que desarrollar esta área de prioridad. 



"Sergey Alexándrov, gerente de la unidad, realiza tratamientos fantásticos utilizando técnicas laparoscópicas"

"Norayr Melkonyán —médico reflexivo, minucioso en trabajo. Con sus puntos de vista curiosos “ 



Vladímir Korik, contento de cómo ha ido la operación 





"Sergey Zhidkov — nudo en 
la cirugía"
 





— ¿Quién es la autoridad para usted en la cirugía? 

— Estudiaba en la universidad, donde todos los profesores –que trabajaban en cualquier departamento, teóricos y prácticos– eran pedagogos únicos, personas de mente enciclopédica. Tuve suerte de conocer a muchos de ellos en vida. El sistema de enseñanza –pulido a lo largo de los años– era tan interesante que yo literalmente absorbía los conocimientos. Hasta ahora vive mi primer profesor de la cirugía, el catedrático, Mikhail Khanévich. A propósito, él es nuestro paisano, belaruso. Además de eso, Leonid Strúkov (alumno de Pável Napálkov). Cuando él operaba, yo no podía apartar los ojos. Una vez le dije que habría querido que sea tan pequeño que podría caber en el bolsillo de mi uniforme médico y cuando era necesario sacarlo y preguntarlo acerca de todo que no él sabía. El doctor Strúkov tenía respuesta a cualquier pregunta. Podría nombrar a muchos de mis profesores de San Petersburgo. Me gustaría recordar a nuestro catedrático, Sergey Zhidkov, fundador de nuestro departamento de cirugía militar. Además de eso, en el departamento trabajó un cirujano de emergencia único, Dmitry Dúdarev. El actual jefe de la unidad médica, Sergey Alexándrov, también es un cirujano brillante, pero ya en otra área: cirugía endoscópica. Realiza tratamientos fantásticos utilizando técnicas laparoscópicas. Es una gran adquisición para nuestra unidad médica. Norayr Melkonyán es un médico reflexivo, detallista en el trabajo, con sus visiones curiosas, que piensa de modo original. Y si hay un paciente interesante, es mejor entregarlo a las manos de Norayr. Él comienza a estudiarlo y siempre encuentra la causa de la enfermedad. 

— ¿En su práctica tenía ejemplos de una curación milagrosa del paciente? 

— ¿Qué podría ser considerado como una curación milagrosa? Para mí es un paciente que tiene cáncer, tú sabes que ya no hay remedio para ayudarle, pero él, a pesar de la enfermedad, sigue viviendo feliz y muchos años. Por desgracia, no he conocido a estos pacientes. Al parecer, todavía no es el tiempo. Pero he leído sobre estos casos de curación en los libros espirituales. 

— El trabajo del cirujano se asocia con un riesgo. ¿Ha operado pacientes con una herida de bala fuera del hospital? 

— Nunca he operado en el campo. Pero tenía que operar a las personas con una herida de bala. Atendiendo a estos pacientes, es necesario tomar en consideración aquellas características que son algo diferentes de los principios de tratamiento de heridas en cirugía general. Por algo la cirugía militar es una disciplina quirúrgica separada. Pues las heridas –producidas por armas de fuego– son fundamentalmente distintas a las lesiones que ocurren en la vida civil. Por desgracia, no todos los médicos pueden brindar asistencia a estos pacientes. 

— ¿En su opinión, qué distingue a un buen cirujano de un cirujano malo? 

— El amor por su profesión. Si uno no tiene interés, nunca se convertirá en un buen médico, no importa si se trata de cardiología o cirugía. No es de extrañar que en los tiempos antiguos decían que un buen doctor es como Dios. Un buen médico está en constante evolución: lee, visita exposiciones, aprende nuevos avances en la medicina, adquiere la experiencia... No puede y no debe detenerse. Detrás de él están otros médicos, especialmente jóvenes y ambiciosos, que aprenden fácilmente nuevas tecnologías y con la misma facilidad adelantan a un médico experimentado pero que se detiene. 

— ¿En qué casos los cirujanos dejan la medicina? 

— Conozco a estas personas. Hay compañeros míos de estudios que han dejado la profesión. Hay personas que han entendido que fue el error de elegir la profesión de médico, pues no están dispuestas para ayudar a los pacientes. Además de eso, dejan de trabajar en la medicina también las personas que no están satisfechas con su situación financiera. 

— ¿Qué le gustaría obtener como un cirujano de sus pacientes? 

— Una mayor comprensión. A veces el paciente se siente tan preparado, que cuando se le acerca el médico y comienza a explicar algo, no tiene en su cabeza el espacio para procesar estas explicaciones. Sucede que a veces por eso surgen situaciones de conflicto, cuando el paciente comienza a enseñar al médico qué hacer y cómo hacerlo. Son dificultades que provienen de las fuentes de información como Internet. Antes solía discutir con este tipo de pacientes, trataba de explicarles algo. Pero ahora trato de alejarme del conflicto y dar al paciente la oportunidad de entender, quién de nosotros es el médico y quién es el paciente. Así funciona. Al día siguiente él me encuentra y pide disculpas. 

— ¿Qué cualidades hay que desarrollar un médico para ser buen cirujano? ¿Qué podría desear a los que actualmente están aprendiendo la ciencia de cirugía en las universidades médicas de Minsk, Vítebsk y Grodno? 

— No sé qué tenemos que desarrollar. Nunca pensé que iba a convertirme en un cirujano, ni siquiera soñaba y no consideraba familiar ninguna especialidad quirúrgica. Pero las circunstancias han desarrollado así. Al parecer, es el destino. Cuando era estudiante, me imaginaba mi cabeza como una esponja en un estado comprimido. Cuando se descomprimía, yo comenzaba a absorber los conocimientos. Me gustaría desear a los estudiantes que absorben cuanto más información útil y hagan trabajar sus mentes hasta que puedan absorber cosas nuevas. Vale la pena hacerlo. 

Valentina Zhdanóvich 

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