Tradiciones belarusas en Siberia

Aún en el siglo XIX, los belarusos trajeron sus tradiciones, ritos, oficios y canciones a la provincia rusa de Tymen, lo que les ayudó a sobrevivir y mantener su identidad en esta región de taiga
Aún en el siglo XIX, los belarusos trajeron sus tradiciones, ritos, oficios y canciones a la provincia rusa de Tymen, lo que les ayudó a sobrevivir y mantener su identidad en esta región de taiga

En el otoño del año pasado hicimos recorrido de trabajo por la provincia rusa de Tyumen. Vimos como allí, en un lugar remoto, donde se encuentran pueblos belarusos, se mantienen antiguas tradiciones con raíces belarusas. Ya lo contamos en la revista, “Belarus”, así como en el periódico, “La Voz de la Patria”. En particular, sobre el popular rito cristiano, Vela, celebrado en el pueblo Osínovka, en el municipio Vikúlovo. Sin embargo, hasta el momento no hemos hablado sobre la importancia de hoy en día de seguir las tradiciones culturales de los antepasados de los belarusos.

La Siberiana de origen belaruso  Nadezhda Vychuzhánina en museo de etnografia territorial en el pueblo Ermakí

A veces se oye como la gente dice que las tradiciones nacionales del pasado sin duda es una parte muy importante del patrimonio cultural del país, pero más bien tienen que permanecer en el museo. Y en el tiempo de tecnologías informáticas no debemos que seguirlas, ya que son poco prácticas. Y que hace falta dejar en el pasado sandalias de paja y camisas con cinturones bordados. Pensamos que estos pensamientos se deben a los conocimientos superficiales en cuanto a la cultura de nuestros antepasados y que en todos los tiempos las personas inteligentes trataban de preservar asiduamente el “producto cultural” no por la diversión, sino para no perder su identidad. Para ellos era un santuario, una fortaleza invisible. Y cuando la misma se destruía, desaparecía desde la faz de la tierra toda una nación. Se conoce que una especial atención se prestaba al “código de identidad”: la lengua nativa, canciones, melodías, creencias, ideas, tradiciones, trajes típicos con adornos... Con todo eso se conservaba la historia y la experiencia valiosa de la supervivencia de una nación. Sin duda, debería ser cultura y entonces será el futuro. Este postulado se lo dirigen cada vez más a menudo a nuestra sociedad los más altos dirigentes. Y cada vez más insistente nuestros ciudadanos comienzan a pensar, que es sumamente importante crear y preservar tradiciones culturales bien estructuradas, ya que sin la continuidad cultural desaparece la nación como tal.

El país –que vive manteniendo tradiciones culturales populares, está protegido por las mismas (hay una palabra que está de moda: egregor...), así como de la energía mala, que tiene el mundo moderno. Creemos que nuestros padres, abuelos y bisabuelos, celebraban Kupaliye, Kalyady, Dzedy y muchas otras fiestas populares, es decir ponían hitos en el camino de su vida. Celebrando estas fiestas, ellos creían en otro mundo, donde se podía escapar de los malos espíritus, y así proteger a sí mismos, sus hogares, a sus parientes y amigos. Ellos como si supieran que conservando tradiciones familiares, el alma del hombre podría ser recuperada y a ella no le pegaría nada malo que podría dañarla. En realidad, eso nos parece a nosotros una vacuna a nivel espiritual. Sin embargo, todo el mundo hoy en día puede obtener diferentes conocimientos a través de Internet, leer opiniones interesantes e hipótesis científicas sobre estas cosas místicas, o más bien, las leyes de la naturaleza, que no se conocen por completo hasta el momento.

¿Qué le parece aquel hecho de que, según las tradiciones belarusas, nuestros antepasados –que se han ido al otro mundo– se convierten en dioses? Claro que sería mejor vivir sin pelear con ellos, honrarlos, pues aunque son buenos, pueden castigarnos, si vamos a molestarles con nuestro olvido o acciones imprudentes e irrazonables.

Así que las tradiciones populares belarusas tienen raíces muy fuertes. Los especialistas aseveran que las mismas provienen de la cultura indo-aria y védica. El cristianismo, como sabemos, apareció mucho más tarde. Es más, las tradiciones paganas –que se mantienen en muchos pueblos belarusos, especialmente en Polesiye, en rituales folclóricos mucho mejor, que en otros pueblos eslavos– no es un signo de un “salvajismo” de los residentes locales, sino al contrario la muestra de su antigüedad y su fuerte fuerza vital. Tal vez por eso los códigos culturales son muy atractivos para aquellos que pueden apreciar verdaderos valores. En este caso, nos gustaría recordar las famosas líneas de Marina Tsvietáieva: “Mis poemas, como los vinos preciosos, tendrán su turno...” A propósito, el conocedor de las canciones y melodías populares también fue el reconocido cantante, compositor, director artístico del conjunto, “Pesnyary”, Vladímir Muliavin. Era oriundo de Rusia, nació en la ciudad de Ekaterimburgo, estaba en el servicio militar en Belarús. Al crear un conjunto musical, planeaba hacer programa sobre el patrimonio folclórico de los pueblos de la antigua Unión Soviética. Pero tan pronto se sumergió en el legado de canción belarusa, se dio cuenta de que era un verdadero tesoro.

Esta toalla fue bordada por Marina Stolyarova-Morozova en Siberia

Osínovka. Yalovka. Ermakí...

De lo que el idioma belaruso existirá en un futuro globalizado, que las canciones y tradiciones belarusas podrán sobrevivir en condiciones adversas, uno puede convencerse al visitar a nuestros familiares en Siberia, pasando por el municipio Vikúlovo, a 500 kilómetros de la ciudad de Tyumen, un lugar remoto de taiga, el fin de la tierra. Por allí hace mucho tiempo atrás fueron fundados los pueblos belarusos: Ermakí, Osínovka, Yalovka, Beryozovka y otros. Luego muchos belarusos se instalaron también en Vikúlovo y Tyumen.

Toda la historia de la llegada de los belarusos aquí la conoce muy bien nuestra pariente, vecina del pueblo Ermakí, Nadezhda Vychuzhánina. Ella nos acompañó en el recorrido por el museo de historia local en Ermakí. Alguna vez contaremos sobre el museo, donde permanecen muchos materiales dedicados a Belarús. “El museo fue creado por la maestra de la escuela de Ermaki, Vera Velyankova, que también fue su primera directora, contó la periodista, que vive en Vikúlovo, Valentina Khakímova, que también tiene raíces belarusas. Los materiales fueron recogidos de diferentes lugares. Aquí viven muchos belarusos, por lo tanto, ahora tenemos una gran colección de materiales sobre belarusos. Con el tiempo, el museo fue pasado a la Casa de la Cultura”. Su directora en Ermakí es Valentina Vychuzhánina, que también dirige el grupo folclórico de canción, “Rossiyanochka”: a partir de 2001, el mismo lleva el título honorífico del conjunto popular.

“Es probable que nuestros antepasados –que hayan tomado la decisión de buscar la vida mejor en estas tierras lejanas y hayan emprendido un largo viaje a Siberia a finales del siglo XIX– no pensaban que su lengua materna podría mantenerse en taiga y más de un siglo sonar en los espacios abiertos de esta región nórdica, reflexionaba Nadezhda Ivánovna. En el lugar del pueblo Ermakí estaba un bosque oscuro e impenetrable. Los vecinos de la edad avanzada decían que las copas de los árboles grandes no dejaban que los rayos del sol se reflejaran en las aguas del río local. Por aquí comenzaron a establecerse nuestros antepasados en los años de1884 a 1886. Los primeros hombres, según los datos, fueron los belarusos procedentes de la provincia de Moguiliov, Evdokim G. Mélnikov y Prokop Yemeliánovich Krupnik. Ellos construyeron primeras casas, y al año siguiente trajeron otras 20 familias. Hasta Petropavlovsk, una ciudad en Kazajistán, iban en trenes. Luego en la tumbona, a pie. Al instalarse, comenzaron a arrancar árboles para poder sembrar grano: cada pedazo del terreno fue conseguido tras un trabajo muy duro, pues no ellos no tenían nada de maquinaria. Cuentan que la “táctica” fue la siguiente: en los árboles vivos cortaban ramas, quitaban corteza y dejaban secarla de dos a tres años, luego sacaban los mismos árboles. Cada persona (y tal vez cada propietario de la casa) recibía parcelas de tierra, que parecían a las cables largos: un kilómetro de largo y cuatro metros de ancho”.

La naturaleza severa exigía a los belarusos que fueran fuertes y que vivieran juntos: de lo contrario no podrían sobrevivir. Por supuesto, las tradiciones de la convivencia se fortalecían. A menudo las personas trabajaban juntos, pues así podían más fácil y más rápidamente hacer cualquier obra, sobre todo cuando el trabajo era duro. La tierra era muy rica llena de gran cantidad de setas, bayas, avellanas, hierbas medicinales, etc. Además de eso, hubo muchos lagos y ríos con diferentes peces. Así que la gente podía pescar y cazar. También los vecinos de Ermakí criaban al ganado, hacían sandalias, cestas y cajas de la paja. En resumen, todas las mejores cualidades de los belarusos se fortalecieron en la lucha por la vida. “También eran muy fuertes nuestras raíces ancestrales y tradiciones culturales, añade Nadezhda Ivánovna. A veces escucho a los vecinos más antiguas de los pueblos belarusos, observo cómo viven, se llevan entre sí y me pregunto, cómo ellos han logrado en la tierras tan lejanas preservar sus identidad ancestral e incluso su orgullo distintivo, lo que comparto de todo mi corazón”.

Domna Łaszkowa z córką Leną i zięciem Iwanem
Domna Artémovna con hija Elena y yerno Ivan

Con una canción en la vida de taiga

Con mucha gratitud y respeto Nadezhda Ivánovna nos contó sobre las personas que mantienen en Siberia sus costumbres y rituales, celebran sus fiestas tradicionales y cantan sus canciones típicas. Todo esto pasa de generación en generación. “Cantábamos canciones en cada ocasión: en bailes, fiestas, bodas, así como en el campo, sigue contando Nadezhda. ¡Y qué linda manera de cantar! Los oyentes simplemente se quedan fascinantes. Estas canciones, como se dice, suben el ánimo y curan cualquier malestar, así como fortalecen fuerzas vitales. La canción es una especie de magia o una oración, que enseña a compadecer, entender a otra persona, amar sin juzgar a nadie y conocer el mundo. ¡Cada uno debería cantar! Cuando uno sólo escucha, es otra cosa. En los tiempos antiguos, los belarusos todo hacían juntos, también cantaban. Ahora en el campo también se mantiene esta tradición, por ejemplo, en las bodas. Pero lamentablemente tengamos cada vez menos casamientos...”

Los belarusos trajeron a Siberia desde Belarús muchas canciones muy diferentes. Según la directora artística del conjunto, “Rossiyanochka”, las mismas están llenas de mucha ternura y calor interno. “De modo muy delicado y al mismo tiempo profundo y con mucha sabiduría nuestras canciones cuentan sobre dificultades de la vida, sigue narrando Nadezhda Ivánovna. Dicen que la canción calienta el alma: nosotros pensamos lo mismo. La canción sube el estado de ánimo y quita el estrés de día. Nuestras conservadoras de antiguas canciones y ceremonias populares belarusas eran mujeres sabias y muy talentosas. Entre ellas: T.M. Greshchanko, Z.V. Alkova, P.M. Vorobiova, L.S. Chakanova y E.A. Chernyakova. Estas mujeres tuvieron que superar muchas dificultades, enfrentar momentos de dolor y trabajar muy duro, pero con el paso de los años, no perdieron el interés hacia la vida. Y cantaban, lo recuerdo, tan bien, mezclando palabras belarusas y rusas. Afortunadamente, aquellas canciones no están olvidadas: las cantan las integrantes del grupo folclórico, “Rossiyanochka”, en la Casa de Cultura del pueblo Ermakí. A esta altura, el conjunto está formado por doce artistas aficionadas. Y aunque en Ermakí desde los tiempos inmemorables la gente estaba cantando, oficialmente el conjunto fue creado en 1994”.

En víspera del Año Nuevo tenemos la oportunidad de felicitar a los artistas del grupo con su aniversario. Les agradecemos mucho por conservar las tradiciones folclóricas belarusas y por su trabajo abnegado. Tuvimos la oportunidad de escuchar el canto del grupo, “Rossiyanochka”, en el concierto celebrado el año pasado en el escenario del Palacio de Cultura de la ciudad de Tyumen, “Constructor”, así como este septiembre en la Sala Filarmónica Nacional de Belarús durante el Festival de Artes de Belarusos del Mundo. La tarjeta de visita del grupo fue la canción, “¿Qué está detrás del río?” Esperemos que dentro de algún tiempo esta composición aparezca en Internet, y cualquier persona pueda conocer este gran valor cultural. En la misma hay estas palabras: “¿Qué está detrás del río?/Nuevo asentamiento/Donde vive una viuda joven/La viuda tiene a una hija muy bella”.

Mientras arde la vela

Después de visitar el museo de etnografía territorial en Ermakí, nos fuimos a la feria otoñal, que tuvo lugar en el pueblo vecino, Osíovka. Nadezhda Vychuzhánina cerca de la Casa la Cultura nos mostró la casa de los primeros belarusos. Recientemente, la sido demolida. A esta altura, todo está lleno de hierbas y sólo ladrillos hacen adivinar que aquí estaba una obra. Pasamos por la casa de la abuela Mania y el abuelo Nicolai Uchuzhaniny, El año pasado en su casa estuvo un santuario local: el icono, “Resurrección de Cristo”, que llaman Vela. De este modo se mantiene el rito más inusual para Siberia: los aldeanos –ahora en su mayoría son los descendientes de los antiguos belarusos desde la provincia de Gómel y Moguiliov– llevan el icono en la Navidad ortodoxa, el 7 de enero, por la mañana al hogar de los nuevos propietarios. Cada año, el nuevo hogar se convierte en un lugar, donde pueden venir los vecinos del pueblo para orar. La descripción del rito está en Internet. Nosotros lo escribimos a principios de este año en el periódico, “La Voz de la Patria”.

Para participar en una ceremonia viene la gente de lugares muy lejanos. Además de eso, llegan los activistas de las asociaciones belarusas de la provincia de Tyumen: así que la tradición adquiere nuevas características. A su vez, el grupo artístico, “Rossiyanochka” –ya que las abuelitas locales no tienen fuerzas para llevar una ceremonia– asumió este papel. Las cantantes hicieron su versión teatral y presentan en los festivales folclóricos. Pero últimamente, según la información en las redes sociales, en Ermakí es muy probable sea construida una iglesia ortodoxa. En gran medida también el rito Vela aportó a la educación religiosa de los vecinos. Para eso podría ser adaptada una de las casas locales. Así que ahora hay un dilema: ¿qué hacer con el icono? Si simplemente regresarlo a la iglesia, será perdida la antigua tradición... Esperemos que no suceda eso. Creemos que en este caso no será difícil hacer una copia del icono. Lo más importante que siga viviendo la gente con fe para seguir albergando el santuario.

Nosotros también pasamos por este lugar...


Este otoño Nadezhda Vychuzhánina nos contó que en Ermakí estuvieron nuevamente los visitantes desde Minsk, esta vez de la Universidad Nacional de la Cultura y las Artes. Les interesaban rituales y canciones. Los acompañó la belarusa de Tyumen, Lília Démina, directora del Instituto de la música, el teatro y la coreografía de la Academia de Cultura, Artes y Tecnologías Sociales de Tymen, directora del grupo de folclore, “Rostañ”. Lília Vasílievna. colecciona obras folclóricas. Ella grabó decenas de canciones antiguas, publicó varias colecciones, incluso de canciones belarusas.

Era fácil de encontrar en Internet las fotos de la reciente expedición, que hizo Lília Démina. Fue el mismo recorrido que habíamos hecho nosotros el año pasado. Además de eso, los visitantes pudieron conocer a la gran anfitriona, Elena. Ella es ex contadora, ahora está jubilada. Es hija de Domna Artémovna Láshkova. En la casa de la abuela Domna fotografiamos a su hija, Elena, su yerno, Iván con toallas con adornos típicos belarusos. “Es mi madre bordó, acariciando reliquias decía la abuela Domna. Desde Belarus vinieron a Siberia mis abuelos, así como mi madre y mi padre. ¿De dónde? De la provincia de Moguiliov, municipio de Chausy, el pueblo Usushki... Aquí está el delantal bordado festivo: mi madre lo ponía a veces para ir a la misa... También recuerdo a mi abuela, Anna Zakhárovna Stoliatova. Mi madre se llamaba Marina Naúmavna, Morózova era apellido de su marido”.

La señora Elena decía que antes ellos vivían en el pueblo Zhigulí, también belaruso, situado a 17 kilómetros de Ermakí. “Cuando recibí la profesión de contadora, vine aquí a trabajar y me casé con Iván, mis padres también se instalaron aquí”, cuenta la mujer joven. Parece que ella no cante en el grupo, “Rossiyanochka”, como hacen casi todas las mujeres en el pueblo, pero colecciona tradiciones recetas culinarias de platos típicos belarusos... Y también conoce una receta de la cerveza casera. Francamente dicho, no esperábamos que nos iban a atender con tanta amabilidad. “¡Tienen mesa navideña! apreciamos el servicio de la anfitriona. ¡En casa de Elena siempre es así!” apoyó a su amiga Nadezhda Vychuzhánina. “Nosotros decimos, que nadie hace la mejor cerveza”, agrego la abuela Domna. Y no olvido de sí misma: “Fui yo quien la enseñé a hacer cerveza y hacer empanadas muy ricas”. Las palabras de la abuela Domna citamos casi “en el original”: aunque ella nunca estuvo en Belarús, habla muy bien el idioma belaruso.

Anotamos la receta de la cerveza a partir de harina de centeno. Esta receta fue traída a Siberia por antiguios belarusos. Pensamos algún día publicarla. Y los que quieren conocer todos los detalles, tienen que comunicarse con la señora Elena del pueblo Ermakí. Ahora, ella, es tal vez la conocedora principal de esta tradición belarusa. Y no sólo de esta. Tomando en consideración que a su esposo y nuestro pariente, Iván, se le encantan “drániki” (tortillas de papas — Aut.), ella aprendió a hacer este plato típico belaruso.

Iván y Valentina Zhdanóvichi
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