Hoy en día, incluso la gente mayor sabe manejar fácilmente computadoras y teléfonos móviles. Ni hablar de las personas de la edad mediana y los jóvenes. Sin embargo, existe una opinión que nuestra población es sólo los usuarios. No son creadores del software. ¿Esto es cierto? Es cierto que no existe el software belaruso y que realmente no tenemos nada de que enorgullecernos?
Sin embargo, todo el mundo conoce los programas de juegos y comunicaciones para Android, incluyendo “Viber”,“World of tanks” y “Farm Frenze”, que, a propósito, han sido traducidos a más de 20 idiomas del mundo.Pero si analizamos este tema más detalladamente, no es nada otro que el producto de software belaruso. Como los propios autores destacan, es el resultado de la educación belarusa de calidad basada en las innovaciones internacionales.
Otra cosa que podría parecerse que los belarusos son fuertes sólo en el “género ligero”. Pero no es así. Los programadores belarusos desarrollan programas muy diferentes, incluso informativos y sociales. Gracias al software belaruso nosotros a menudo ni pensamos en su autoría, más fácilmente orientamos en la ciudad y en el transporte e incluso tenemos la posibilidad de tener siempre a mano los textos de la Constitución y el Código Penal.
Pero por qué nos sorprende tanto este hecho? Si la formación de los especialistas nacionales está criticada por alguien, eso ciertamente no se refiere a los programadores que anualmente ganan premios en todas las competiciones internacionales. Incluso en los campeonatos de programación. Hablando de estas importantes victorias, el ministro de Educación de Belarús, Sergei Maskévich, señaló que es un reconocimiento en el nivel internacional de la escuela belarusa de la programación escolar. Esta opinión se la comparten también en el extranjero. Y según la clasificación de la corporación internacional, “TopCoder”, los científicos en la esfera de la computación de Belarús forman parte del grupo de los cinco mejores.
Es curioso que nuestra élite de software en los últimos años se hace notablemente más joven. Y, a propósito, precisamente los jóvenes programadores desarrollan activamente los ámbitos sociales y educativos, siguiendo tendencias belarusas más avanzadas. Así, recientemente, gracias a los teléfonos Android se puede conocer las instrucciones de video para los trabajos de laboratorios de física para el sexto grado, cuyos autores son los chicos de la escuela de Plissy, municipio de Smolevichi. Además de eso, los alumnos –dirigidos por sus profesores– tienen muchos planes. Su deseo es crear una página en la enciclopedia de Internet dedicada a su municipio y su escuela. El otro desarrollo interesante debe ser una aplicación móvil dedicada al folklore belaruso.
Cien mil palabras del diccionario ruso-belaruso, en torno a 50 mil palabras del diccionario belaruso-ruso, así como unos cien mil palabras del diccionario explicativo del idioma belaruso forman parte del trabajo del otro joven autor: el colegial, Alexander Smolkin. Acaso no sea una verdadera contribución para promover el idioma belaruso? A propósito, precisamente el deseo de ayudar a todo el mundo y el aprendizaje se convirtió para el joven en la principal fuerza motriz. También es bien agradable que el colegial ha desarrollado varios programas sociales: la aplicación, “Ángel”, para un grupo de voluntarios, que ayudan a localizar a las personas, así como AvtoDroid.by, que permite luchar con los violadores de las reglas de estacionamiento en Minsk.
No hay duda de que la industria de tecnologías informáticas belarusa tiene un gran potencial científico. Se trata de los jóvenes capaces, que generan ideas interesantes, así como de la escuela nacional de la programación, en general. Sin embargo, los expertos hoy en día señalan que desgraciadamente un 90 por ciento de su software se vende, así que un importante porcentaje de los ingresos lo obtienen socios extranjeros. Nuestra tarea más importante para mañana es no sólo crear, sino también prestar servicios de software y asistencia, aprovechando los recursos organizativos, financieros y humanos.
Vera Artémieva
