A pesar de que los belarusos y los ucranianos –vecinos del pueblo de los desplazados de Chernóbyl, Vilcha, provincia ucraniana de Járkov, se llevan muy bien– nuestros paisanos tampoco olvidan de la tierra de sus padres

“Por allí está la casa paternal...”

A pesar de que los belarusos y los ucranianos –vecinos del pueblo de los desplazados de Chernóbyl, Vilcha, provincia ucraniana de Járkov, se llevan muy bien– nuestros paisanos tampoco olvidan de la tierra de sus padres

El año pasado, en la cuarta edición de la revista escribimos, cómo los vecinos del pueblo contaminado por radionucleidos en 1986, Vilcha, municipio de Polesye, provincia ucraniana de Kíev, se mudaron en el período de 1992 a 1994 a otra provincia ucraniana, de Járkov. Entre los desplazados residentes del nuevo pueblo de Vilcha –que fue planeado y construido en el campo abierto, a seis kilómetros del centro municipal de Volchansk– eran también nuestros paisanos. Como se sabe, en la época soviética, los belarusos podían trasladarse sin problema a la república vecina y viceversa para estudiar y trabajar. Una vez sucedida la catástrofe en la central nuclear de Chernóbyl, los dos pueblos -belaruso y ucraniano– se hicieron aún más cercanos. Es más, fueron contraídos muchos matrimonios mixtos. A propósito, también últimamente desde la zona de conflicto armado, de Ucrania a Belarús se han mudado decenas de miles de ciudadanos ucranianos. Para el febrero de 2014 este número llegó a su índice máximo: 50 mil personas. Algunas de ellas admiten que han elegido para vivir Belarús, porque tienen aquí familiares y amigos e incluso sus raíces ancestrales.


Tatiana y Valeriy Semenchuk ante el fondo de su propia abeja

Vilcha y Volcha


Volvamos a la provincia ucraniana de Járkov, al pueblo de Vilcha. Cuando se construía esta localidad, estaba previsto que para desplazados de la zona de Chernóbyl serían construidas 800 casas: hasta que existió la antigua Unión Soviética lograron hacer la mitad. 400 casas. Por lo tanto, los dos pueblos –Volcha y Vilcha– se encontraron al lado. A propósito, a veces Volchansk llaman Volcha que está situado el río del mismo nombre. Es el lugar donde ha nacido una de los autores de este artículo: Valentina Cherkáshina, que se graduó de la escuela secundaria en este pueblo y una vez terminada la universidad en la capital de Ucrania, Kíev, se casó con un belaruso, vecino de Minsk. El jefe del consejo popular de Vilcha, Nikolai Ivánovich Lirski, contando sobre la vida local, hizo hincapié en el hecho de que a la nueva Vilcha se trasladó la gran mayoría de vecinos del antiguo pueblo Vilcha contaminado tras la catástrofe en la central nuclear de Chernóbyl. Actualmente en la localidad reside más de mil 800 habitantes, de los cuales un mil son de la antigua Vilcha. Y la gente nueva –que se muda a menudo de Járkov– compra casas en afueras del pueblo de Volcha. Mientras tanto, nos decían, “que si la antigua Unión Soviética no hubiera derrumbada, con el tiempo sería el municipio de Vilcha en vez del Volcha”. Pero come dijo el clásico, ya no hay lo que ha sido antes. “A esta altura, el antiguo pueblo de Vilcha sigua abandonado, es la zona de acceso limitado y la entrada en la misma está permitida sólo con un permiso especial, cuenta Nikolai Lirski, oriundo de la provincia de Ternopil, que una vez graduado de la escuela secundaria, comenzó a trabajar en el sector forestal en Polesye, allí se casó y se acostumbró a vivir en este lugar boscoso. Regreso a este sitio casi todos los años al igual que mi esposa. Además de eso, por allí está enterrada mi suegra”.

En la nueva Vilcha, asevera Nikolai Lirski, no se nota ninguna diferencia entre los belarusos y los ucranianos: “Llevamos muy bien en el nivel familiar. En el antiguo pueblo de Vilcha también todos éramos muy amigos. Todas las personas son muy buenas: amables, laboriosas y hospitalarias”. Aquí vive la gente discapacitada tras la catástrofe en la central nuclear de Chernóbyl, más de 120 personas son los liquidadores del accidente y entre ellos están también los belarusos. Según el presidente del consejo rural de Vilcha, ahora aquí viven en torno a 30 familias belarusas y belaruso-ucranianas. Hace falta señalar que de las personas activas en la vida social se destacan nuestros paisanos: Valentín Yurkovsky y Valery Semenchuk casado con la mujer ucraniana, Tatiana. Es sumamente importante que los vecinos del pueblo de Vilcha mantienen las tradiciones de sus antepasados, lo que comprueba el hecho de que cada año, en Rádunitsa (el día, cuando honran a difuntos — Aut.), ellos viajan en ómnibus, así como en sus propios coches para visitan las tumbas de los familiares y amigos con los que han vivido en el antiguo pueblo de Vilcha.

¿Qué más les atrae a aquel rincón abandonado? Probablemente, los dulces recuerdos del pasado de lo que juntos vivieron antes del desastre de Chernóbyl. El mismo poder a la gente lo tienen “las tierras, donde han sido compartidas tantas cosas”, así una vez dijo el poeta, Vladímir Mayakovsky, sobre la atracción hacia los sitios queridos del pasado... En Internet, hay un video que se llama, “Tierra natal”, que nos mostró el vecino de Vilcha, Iván Adámovich Ilnitsky. En el mismo está la Casa de la Cultura, la Casa de la Artesanía, estación de tren de Vilcha... Así como están presentadas las imágenes de los pioneros y veteranos en los días de fiesta junto a los monumentos, calles y paisajes, donde el bosque llega hacia los edificios de viviendas y crecen pinos muy hermosos... Las viejas fotos se sustituyen mutuamente bajo el acompañamiento de una bella melodía del pasado. Iván Ilnitsky está jubilado. En el viejo pueblo de Vilcha trabajó como director de la Casa de la Cultura. “Todo nos interesa, así explicó la aparición de las fotos nostálgicas en la red global el señor Iván. Aquí pasó una buena parte de nuestras vidas. Estoy viviendo aquí a partir del 9 de mayo de 1993. Después del accidente en la central de Chernóbyl dos semanas vivimos en Vilcha y en la ciudad belarusa de Mozyr en la familia de nuestros familiares: mis padres, mi hija y mi sobrino. En general, creo que somos el mismo pueblo”.

En Internet hay un grupo social, donde los vecinos del antiguo y viejo pueblo de Vilcha se relacionan. Los principiantes pueden leer una explicación: “Vilcha... Esta palabra nos causa diferentes emociones, porque no todo el mundo entiende de qué Vilcha se trata. Este grupo se dedica al pequeño pueblo de Vilcha, situado en el municipio de Volchansk, provincia de ucraniana de Járkiv”. Luego viene la información sobre la historia del pueblo y sus atractivos. Y a la conclusión: “Ahora el pueblo podría ser llamado el orgullo y la belleza del municipio. Vivir en el mismo es muy conveniente debido a la presencia de todo lo necesario como en una ciudad moderna: agua, gas y electricidad... Además de eso, agradan mucho las calles verdes, así como las casas bien arregladas y bonitas. Desde su creación en Vilcha vivió mucha gente joven. Y siempre se oían las palabras como “bueno, por fin”. Los jóvenes se ponían felices, cuando tenían la posibilidad de irse del pueblo. Pero al pasar tiempo, comenzaban a extrañarlo. Muchos venían de vuelta, y cuando paseaban por las calles queridas, sus corazones se llenaban de mucha tranquilidad y el amor”.


El constructor joven en reportaje fotográfico de la revista de 1992  es Valeriy Semenchuk

Toda la felicidad de la familia de los Semenchuki

Creemos que en esta casa también “se llenan de la tranquilidad absoluta y el amor”, asl igual como está escrito en la página WEB, los corazones de las hermanas, Elena y Yekaterina Semenchuk, que han abandonado el hogar de sus padres en Vilcha. Tienen diplomas de médicas y se han instalado en la ciudad de Járkov a sesenta kilómetros de aquí. Mientras tanto, la distancia hacia la frontera con la provincia rusa de Belgorod es de cuatro veces menor. Pudimos conocer a los esposos Semenchuki –Tatiana y Valery– gracias al presidente del consejo rural del pueblo, Nikolai Lirski. Respetando nuestro deseo de mostrarnos, cómo viven nuestros paisanos aquí, el señor Nikolai nos invitó a visitar la casa que se encuentra en la calle Praraznaya, 9. A propósito, a nuestros nuevos conocidos se les pareció muy interesante nuestra sugerencia de nombrar una de las calles del pueblo de Vilcha, Belarusa. ¿Tal vez ésta, con un nombre muy especial pueda ser “candidata” al otro nombre? El segundo argumento es que allí para un hombre belaruso, nuestro paisano, sería muy cómodo trabajar en 20 acres y dar todo un ejemplo a todo el mundo, junto a su laboriosa esposa ucraniana. Entre otras cosas, el matrimonio cría las abejas y hace muy sabroso jamón crudo de cerdo para servirlo en la mesa festiva en su casa hospitalario hogar y agradar a visitantes con sus delicias caseras. En resumen, la familia de los Semenchuki mantiene muy buena imagen de Belarús y los belarrusos.

Durante la Semana Santa en la mesa con toda una variedad de platos se reunieron dos visitantes y una hija menor de los dueños. Más tarde supimos que sus hijas jovencitas estudian en la capital de Ucrania, Kíev: Tatiana –la hermana de Valentín– es oriunda de Budavárychi que se encuentra en las afueras del pueblo de Vilcha y su sobrina. La última, Olena Sikorska es una actriz, que era gran amiga del reconocido actor ucraniano, Bogdán Stupka, ahora trabaja como la dramaturga. “El espectáculo es de una serie de los cuadros que reflejan la vida, una de las verdaderas historias, una especie de actuales tragicomedias de nuestra vida, donde se ríen con las lágrimas y lloran con la risa... Es muy verdadero, triste, pero al mismo tiempo es hermoso y vale la pena verlo”, más tarde encontramos en Internet esta opinión experta en cuanto al espectáculo puesto por la pieza, “Amarcord. Yo recuerdo”, en escena del Teatro Iván Franko en Kíev. OLena Sikorska y su esposo tenían su propio teatro. Además de eso, Olena protagonizaba las películas e incluso en varias ocasiones asistió al festival internacional de cine, “Listapad”, que se celebra en la capital belarusa. Este hecho comprueba una y otra vez qué lazos estrechos mantienen belarusos y ucranianos.

Hemos logrado hacer un par de muy buenos fotos de color de Tatiana y Valery y postergamos nuestro recorrido por la casa, pues nos reunimos para comer. Prendimos la grabadora. Por supuesto, en primer lugar, nos interesaba mucho nuestro paisano, por lo tanto, comenzamos a conversar con él.

— Sr. Valery, ¿de dónde exactamente es usted?


— Soy de la provincia belarusa de Gómel, del pueblo de Linovo, municipio de Narovlia, consejo rural Galovchytski. Anteriormente, teníamos una buena granja, “Sovétskaya Belarús”. Terminé la escuela secundaria en el pueblo de Dobryn que se encuentra a cinco kilómetros de la ciudad.

— Hemos estado en su tierra natal, cuando en 1996 hicimos recorrido a pie por Belarús a lo largo de la frontera nacional, pasando a través de Yelsk a Narovlia...


— Como sabe, aquellos lugares también han sufrido mucho tras la radiación. En los tiempos de la central nuclear, en el año 1986, estábamos viviendo con mi esposa en el pueblo de Pripyat. Al terminar la escuela, yo trabajé como un tractorista, luego serví en el ejército soviético en un regimiento de tanques, regresé a casa y comencé a trabajar en la unidad número cuatro de la central nuclear de Chernóbyl como el mecánico y vivía en Pripyat. Mi esposa vino conmigo.

— ¿Y dónde se conocieron ustedes?


— Justo en el pueblo de Vilcha. Lo que sucedió gracias a mi hermana: ella vivía allí y yo me iba a visitarla muy a menudo. Una vez vi a esta hermosa chica (se dirigió con una sonrisa a Tatiana) y me enamoré. A su vez, Tatiana nació en Vilcha y venía aquí pasa visitar a sus padres, pero trabajaba en una confitería en la ciudad de Kirovograd. Al casarnos, nos mudamos a Pripyat y vivimos allí hasta que en 1986 había sucedido una gran tragedia. Como saben, el accidente tuvo lugar justo en la unidad número cuatro de la central nuclear de Chernóbyl. Nos evacuaron de Pripyat a la ciudad de Kíev. En este momento Tatiana estaba embarazada. Nos ofrecieron varios lugares dónde vivir, y luego escuchamos que era posible también instalarnos en las afueras de Minsk. Mi esposa me dijo que podríamos ir, pues yo tenía familiares allí. Nos fuimos al pueblo de Druzhny. Por allí acabaron a construir un gran edificio con 28 entradas para desplazados de la zona de Chernóbyl. En una semana nos ofrecieron un departamento. En el mes de agosto entramos en el mismo y el 21 de septiembre en un hospital de Minsk mi esposa dio a luz a nuestra hija mayor, Alena. A esta altura, ella trabaja de neuróloga en un hospital de Járkov.

— Resulta que su hija, Alena, es minsqueña según su lugar de nacimiento. ¿Habla el idioma beloruso?

— Por supuesto, dos veces al año visitamos a nuestros familiares en Belarús: así que tenemos la posibilidad de hablar el idioma belaruso allí. Diría que hablamos una mezcla de varios idiomas: ucraniano, ruso y belaruso. Nuestros parientes y amigos viven en Narovlia y en el municipio de Narovlia, así como en Mozyr y en Minsk... Por el pueblo de Linovo pasamos en Rádunitsa, pues allí están enterrados mis padres. En Narovlia viven mis tíos. Un hermano mío vive en el municipio de Yelsk, el otro en el municipio de Lóev, provincia de Gómel. En Minsk viven los amigos. Además de eso, algunos familiares míos trabajan en las unidades del Ministerio del Interior. Además de eso, mantenemos muy buenas relaciones con la buena gente que reside en el pueblo de Druzhny, incluso con Alena Budkóvskaya, que trabaja de profesora en un internado y ayuda mucho a los desplazados de Chernóbyl a solucionar sus numerosos problemas. Hace falta señalar que la señora Alena se dedica a estos temas a partir del año 1986. Cabe destacar que fue creado un fondo que colabora con los alemanes. Anteriormente, a través del mismo venía la ayuda humanitaria, ya que cuando fue derrumbada la antigua Unión Soviética, todos nosotros tuvimos muchos problemas. Así que recibimos medicamentos, alimentos, nuestros hijos descansaban en el extranjero.

— Valery, usted aún no nos contó, ¿cómo del pueblo de Druzhny, provincia de Minsk, se encontró en la nueva Vilcha?

— En el pueblo de Druzhny vivimos ocho años y nos mudamos aquí en 1993. Entonces fue tomada una decisión –ya por la Ucrania independiente– según la cual, las personas –que se fueron en algún momento de Pripyat, podían regresar. Los padres de mi esposa eran de Vilcha y se instalaron en las afueras de Volchansk. En realidad, entonces se prometían muchas cosas: construir fábricas, casas, y poner trolebús o tranvía hasta la ciudad de Járkov. Pero mi esposa extrañaba mucho a sus padres... Así que tomamos la decisión de instalarnos más cerca a nuestros parientes de Vilcha.

Anteriormente en nuestra conversación también se metía bien respetuosamente la esposa del dueño de casa, Tatiana. Por lo tanto, también le damos palabra. Fue ella que quería vivir junto a sus parientes y su corazón le dolía mucho, sintiendo alguna culpa, cuando se acordaba de su vivienda situada en las afueras de Minsk.

— Tatiana, ¿qué primeras impresiones tenía usted en cuanto al nuevo pueblo de Vilcha? ¿Qué es lo que vio?

— Nada alegre... Puedo decir que ha venido aquí con lágrimas. Vi un campo vacío, por todos lados la suciedad y el barro: pues estaban construyendo casas aquí... A propósito incluso ahora sueño con el viejo pueblo de Vilcha. Pero nuestras hijas crecieron aquí: es su tierra natal. Gracias a Dios, Valery siempre tuvo trabajo. Él recapacitó y comenzó a trabajar como un especialista de equipo de gas en la empresa municipal de gas. Trabajaba en Vilcha y en el municipio de Vilcha. Antes del accidente de Chernóbyl, él era un hojalatero de alta calificación: había estudiado en los cursos organizados en la ciudad rusa de Leningrado (ahora es San Petersburgo — Aut.), en la planta, “Pryboy”.

— Valery, ¿quién le enseñó a criar las abejas? ¿Tal vez algún vecino de Linovo?


— Es verdad, uno de mis tíos sabía hacerlo y yo heredé algo de él. Sin embargo, sólo hace tres años, nosotros comenzamos a dedicarnos a este oficio más seriamente. En Linovo hubo otro vecino, el abuelo Garas, conocido también por el nombre, Leglik, que era un gran apicultor. Se trata del abuelo de Alexei Ivánovich Yeroshenko, mi gran amigo, compañero de clase, que ahora está viviendo en Minsk.

— ¿Por lo general viene a Belarús en Rádunitsa?

— Así es y también en el verano. Allí está mi casa paternal. Es tan agradable alojarse en la misma y pasar algún tiempo descansando. La casa siempre está bien mantenida. El pueblo también está bien, limpio y arreglado. Claro que algunas casas más viejas fueron derrumbadas. Mi esposa –a propósito, ella es diputada del consejo municipal– está impresionada: el presupuesto rural, en Belarús, dispone de recursos para pintar cercas y mantener todo en orden. Lamentablemente, en Ucrania eso ya no existe desde hace mucho tiempo. Pero en Linovo la gente trata con mucho respeto la tierra y herencia de sus ancestros. Aunque ahora nadie vive en mi casa paternal, de cualquier modo ella está bien mantenida. Lo hacemos. Es una cuestión de honor, no sólo es necesario cuidar las tumbas de los padres, sino también la casa y su área. En este caso, todo el mundo se dará cuenta de que las personas no han vivido en vano, han criado buenos hijos. Además de eso, las carreteras belarusas son muy buenas. El camino hacia la casa de mis padres es de 800 kilómetros.


En esta revista escribían sobre el

¡Soy suya!

El tiempo pasaba volando en una buena compañía con la gente interesante y con la comida muy rica. Mientras tanto, el mismo Valery nos sorprendió no sólo con delicias de carne muy sabrosas, que trajo para nosotros en una barra de metal. Se fue por un momento y regresó a la habitación feliz y sonriente: “¿En esta revista escribirán de nosotros? Y nos mostró la revista, “Belarús”, la edición de abril del año de 1992, con el artículo grande con fotos de Vladímir Batskalévich y Víktor Zhilin desde el pueblo Zapolle, municipio de Chervensk, “¿Quiénes somos? ¿De dónde somos?”, dedicado a los desplazados de la zona de Chernóbyl. En las hechas por Víktor Zhilin reconocimos a nuestro interlocutor de hoy con tubos de drenaje bajo el brazo: entonces él estaba trabajando en la empresa, “Chernóbylstroy”. Valery “construyendo viviendas para desplazados”, compartía con periodistas sus recuerdos de aquel trágico mes de abril de 1986. Recordamos de que el periodista, Víktor Batskalévich ya está en otro mundo. Pero Valery sigue guardando la revista, no la perdió entre las mudanzas... Así como el recorte del diario municipal con su foto. Esperamos que la familia de los Semenchuki guarde también esta publicación.

Hemos preguntado a Yekaterina, hija de Tatiana y Valery, si podría leer el texto en el idioma belaruso sin la ayuda de sus padres. Durante nuestra visita de Vilcha (en mayo de 2013) ella terminaba la Universidad Médica de Járkov, rendía exámenes estatales y en varios meses debería obtener diploma médico. “Entiendo muy bien el idioma belaruso, pero lamentablemente no puedo hablarlo, confesó honestamente. Una vez pedí en mi primo un libro y traté de leerlo: no era fácil para nada... Nosotros, mientras vivían los abuelos, durante las vacaciones de verano de una o dos semanas pasábamos en su casa. Así que recuerdo algunas palabras. En general, estudié en la escuela ucraniana”. Los primos y sus esposas son belarusos. Con sonrisa Yekaterina recuerda cómo al principio no podía entender el dialecto local. Los hermanos desde Gómel o Narovlia –cuando venían a Belarús, le decían: “¡Ha venido la ucraniana!” Y ella les respondía: “¡Soy suya!”

A la joven dueña de la casa se le agradaba mostrar el hogar de sus padres, donde todo está como en una ciudad. La habitación de la misma muchacha está el primer piso, bajo el techo, y es muy acogedora. Esta casa al igual que las demás en el pueblo, tiene calefacción centralizada (caldera central), así como gas, agua y sistema de alcantarillado centralizado. Los lugareños tienen agua caliente todos los días, pero a su vez, en Volchansk, en la mayoría de los edificios de muchos pisos ya no es así... Sin embargo, el modo de la vida cotidiana comprueba que los dueños tienen fuertes raíces rurales. Mientras tanto, Tatiana recordó, que los vecinos de Vilcha, cuando se instalaban allí, podían incluso elegir a los antiguos vecinos para seguir viviendo juntos. Los Semenchuki nos contaron que eran muy buenos amigos con la familia de Nikolai Sushytskison, viejos vecinos suyos. Además de eso, los Semenchiki tienen muchos parientes y amigos. Incluyendo a los belarusos: los hermanos Yurkóvskiye, por ejemplo. O Eugeni Kuraka de Narovlia, paisano de Valery. Y ahora, dicen, si alguien piensa visitar Belarús, siempre enviamos algo típico de su tierra natal. “¿Tal vez con alguien se hagan parientes algún día? preguntamos, mirando a su hija. Tatiana se sonríe y responde: “Sólo el Dios lo sabe”.

Con mucha ternura Valery contó también de su padre, Iván Grigórievich, y madre, Nadezhda Semiónovna, mostrando sus fotos. Recordaba cómo su madre había escuchado en la televisión el idioma alemán y en seguida pudo traducirlo. Durante los tiempos de la Segunda Guerra Mundial ella fue llevada a Alemania para trabajar. Contaba que el territorio –donde ella vivía– había liberado por norteamericanos. Hablando de televisión, Valery señaló que gracias a TV satélite pueden ven el canal belaruso, “24 Canal”, y estar al tanto de todas las novedades belarusas.

En realidad, no los hemos preguntado, si tienen suficiente tiempo estando bien ocupados con la granja, huerta, jardín y abejas para ver la televisión. Tatiana, a propósito, no sólo es la diputada del consejo municipal, sino también es la jefa de la filial de la organización, “Unión de Chernóbyl”, que anteriormente ha sido formada por más de dos mil personas. Además de eso, la mujer se ocupa de aquellas personas que han sufrido tras las consecuencias en la central nuclear de Chernóbyl y tienen problemas con la salud. Seguramente esta gente tiene que contar con pagos extra a sus pensiones y salarios. Su habilidad de hacer confituras la mujer aprovecha ahora sólo en casa, aunque anteriormente trabajaba en las empresas de dulces en las afueras de Minsk y antes de llegar aquí, en Pripyat.

¡Queridos vecinos de Vilcha, de todo el corazón les agradecemos por su calidez, sinceridad y cariño! Esperamos que la amistad belaruso-ucraniana tenga una buena continuación.

Iván y Valiantina Zhdánovich

Minsk—Járkov—Vilcha—Minsk
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