Con un artista del arte callejero – que utiliza muros como un lienzo – ha conversado nuestra corresponsal.

La casa con ventanas abiertas

Con un artista del arte callejero –que utiliza muros como un lienzo– ha conversado nuestra corresponsal.
Las inscripciones llamativas en las paredes de edificios, accesos a apartamentos o garajes suelen ser entendidas sólo para los grafiteros, y algunas de estas “obras maestras” incluso se consideran un vandalismo. Pero resulta que existe también un buen arte callejero, cuando los dibujos aparecen en las fachadas de los edificios de modo legal, con el permiso de las autoridades. Con un artista del arte callejero – que utiliza muros como un lienzo – ha conversado nuestra corresponsal.

Eugeni Kovek no es perturbador de la tranquilidad, es uno de los que quieren hacer confortable y más hermosa nuestra ciudad muy distinta de las demás.

— Los artistas deben crear imágenes de la ciudad de modo civilizado, pensádolo bien, cuenta Eugeni. Nada de insripciones caóticas en los muros, sólo diseños inteligentes que pueden motivar a los vecinos.

Lápices, pinturas y papel. Principalmente por la noche, Eugeni está creando modelos de futuras pinturas urbanas. Luego él recorre oficinas de funcionarios. Los arquitectos de la ciudad o del municipio, así como los especialistas de los servicios públicos eligen un boceto favorito, que se aprueba igual como el tamaño de la pintura y su lugar. Por lo general, son edificios junto a los cuales siempre hay muchas personas o los edificios, cuyas fachadas deberían ser mejoradas. A continuación comienza el mismo trabajo.

Trabajar por la idea y por las manzanas


Hace falta señalar que la pintura de la fachada del edificio de cinco pisos puede ser hecha en tres o cinco días. La administración de la ciudad entrega a los chicos ascensores, grúas y, si es necesario, otra maquinaria para que ellos puedan subir al piso deseado. El resto – materiales, alimentos y alojamiento durante el viaje – los artistas lo pagan mismos o sus patrocinadores. Por ejemplo, la pintura de la fachada de 40 a 50 metros cuadrados cuesta de tres a cinco millones de rublos belarusos.

— Las cosas nuevas siempre causan gran miedo. Hasta el momento la gente no está preparada para aceptar el arte callejero, pero todo se está moviendo a un lado mejor, aunque con los pasos bien lentos, cuenta Eugeni. Hace falta señalar que la actitud de la gente hacia nuestro trabajo sigue siendo muy diferente.

En la ciudad de Gómel una vez los chicos acondicionaban pequeñas obras en el patio. Naturalmente, todo se hacía después de obtener el permiso de la administración. A las abuelitas locales no les gustó nada eso, pues no les habían preguntado. Ellas llamaron a la policía. Los artistas no paraban de trabajar y seguían haciendo su maravilloso trabajo, a su vez, los policías presentaron los documentos necesarios. Las abuelitas insistían. En este caso, como dijo un artista del arte callejero, las abuelitas siempre tienen un número de contacto con un funcionario de la administración, que podría venir y explicar que los muros se pintan absolutamente legal. Esta vez, la situación se resolvió rápidamente.

De vez en cuando suceden otras cosas. Una vez los chicos pintaban un muro y un hombre se les acercó y preguntó: “Qué querían pedir para su trabajo cómodo”. Y una hora más tarde regresó con un gran paquete de productos. Los chicos se pusieron muy contentos.

— Mientras unos se enoja el otro está agradecido. Pero incluso las plazoletas de niños – pintadas con personajes de cuentos de hadas– es también el arte callejero. Las cabinas grises de transformadores – que se encuentran en casi todos los patios– podrían ser decoradas, por ejemplo, con un ornamento belaruso...

Una vez, en Moguiliov los chicos pintaron un macizo de flores en el patio, que los lugareños han construido de los neumáticos viejos. Entonces los antiguos habitantes fueron más amables y algunas abuelas se han acercado a los artistas y se les han pedido pintar las rejas y torniquetes. “Los servicios comunales no quieren hacerlo, tal vez ustedes, nos pudieran ayudar”, pedían ellas.

— Nos traían comida mientras pintábamos torniquetes para secar la ropa, acuerda una artista callejera.

Así, con el permiso de las autoridades locales, los artistas del arte callejero pintaron siete fachadas de edificios y decenas de obras típicas de Moguiliov, Gómel, Grodno y algunos centros municipales. En un futuro próximo, los artistas del arte callejeros planean decorar edificios en Brest, Vítebsk, Mozyr, Pólotsk, Rogachov y en la ciudad natal de mi interlocutora, Lida.

Pintando con una mayonesa


Aerosol, acrílico, pinceles, rodillos, plantillas, carteles, pegatinas y materiales a la mano son las herramientas habituales de un artista del arte callejero. En realidad, se puede dibujar con cualquier cosa. Eugeni admitió que una vez sus compañeros crearon una imagen con la salsa de tomate y mayonesa. Pero duró poco tiempo.

— Una vez yo y mi compañero hicimos cuatro esculturas de hojas, botellas de plástico y periódicos, que representaban cuantro temporadas del año, cuenta Eugeni. Además de eso, instalamos nuestra escultura, “Otoño”, en el parque Maxim Gorky de Minsk, el montaje duró unos 40 minutos. La colocamos y tomamos la decisión de pasear un rato. Veinte minutos más tarde regresamos. Cerca de la escultura se reunió mucha gente: los padres con sus hijos hacían fotos en la memoria, mientras que alguien estaba probando la durabilidad de nuestra creación...

Prácticamente todos los trabajos recientes de Eugeni están basados en la cultura eslava, en aquel simbolismo, que ha llegado a nuestros días. El artista trata de llamar la atención hacia este hecho muy importante. “En las calles grises de nuestras ciudades podemos presentar temas de tradiciones paganas y medievales, así como toda la belleza de la naturaleza belarusa. Sólo debemos hacerlo de modo algo inusual, en una manera interesante”, dice el artista.

Las ideas le vienen espontáneamente como el cuadro número 25. Y sólo luego hace análisis de todos los detalles del siguiente boceto.

— El arte es mi pasión más grande, confiesa Eugeni. Cuando tuve tres años, mis padres notaron mi gran deseo de dibujar y hicieron todo lo posible para desarrollar mi talento. Entonces, recuerdo, me enamoré de arcilla plástica Hacía figuritas por todos lados. Cuando algo se rompía, trataba de unir detalles con este mismo material. Fuí un chico muy terco: no me gustaba levantarme temprano e ir al jardín de infancia... Parece que la terquedad viva en mí hasta hoy día, pero a esta altura la misma está relacionada con una creatividad.

Yulia Popkó
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