Eco largo

Este verano, realizando el viaje de trabajo a la ciudad rusa de Bélgorod, nos llegamos a una conclusión que es muy importante seguir fortaleciendo las relaciones entre Belarús y esta región
Este verano, realizando el viaje de trabajo a la ciudad rusa de Bélgorod, nos llegamos a una conclusión que es muy importante seguir fortaleciendo las relaciones entre Belarús y esta región. Porque aquí, en el campo de Prókhorovka, el 3 de mayo de 2000, en la víspera de la celebración del 55° aniversario de la Gran Victoria fue abierta la capilla símbolo de la unidad de los tres pueblos eslavos.


La espadaña está ubicada en el lugar donde ataque de tanques ocurió

La “Campana de la Unidad” se la tocaron los tres presidentes: de Belarús, Rusia y Ucrania. Ellos se reunieron en la legendaria tierra de la provincia rusa de Bélgorod para que las ideas de la unidad, la paz y la armonía fueran plasmadas en la vida tras acciones bien reales.

Hoy en día, este encuentro ya es una historia. ¿Acaso hace quince años atrás alguien pudiera pensar que la vecina Ucrania tendría tiempos tan duros...?

“Vamos a salvarnos tras el amor y la unidad” son las palabras de San Sergio, talladas en el borde de la campana, y en el año de la celebración del 70° aniversario de la Gran Victoria en la Segunda Guerra Mundial ellas suenan como el recordatorio que la paz –obtenida con un enorme precio– es uno de los mayores valores de nuestros pueblos. Por lo tanto, se entienden los sentimientos de aquellos de nuestros compatriotas que nos han repetido en muchas ocasiones qué es necesario hacer todo lo posible para que nunca habrá guerra...

Claro que con el paso del tiempo las impresiones del viaje de trabajo ya son distintas, y solamente los registros de diario y voz ayudan a acordar de todas las conversaciones con los belarusos que desde hace mucho tiempo están viviendo en la ciudad de la primera línea. Así la llaman actualmente, pues se encuentra sólo a unos 50 kilómetros de la vecina Ucrania…

Hace falta que la ciudad rusa Bélgorod –situada en las colinas–nos impresionó con su limpieza y la calidad de las carreteras. Después del aeropuerto pasamos por la ciudad. El auto se lo conducía mi sobrino Yuri. El asfalto era muy bueno, se notaba que era recién puesto. Y en seguida nos damos cuenta de que aquí era muy limpio como en Minsk. Y más tarde nos contaron que el alcalde de Bélgorod, Sávchenko, dedica mucho tiempo al tema de mantenimiento del orden en la ciudad.

Junto a la carretera vimos el banner con la promoción de los muebles belarusos. Nos contaron que las traen hasta aquí desde Pinsk, Bobruisk y otras ciudades de Belarús. Además de eso, en Bélgorod de mucha popularidad gozan los alimentos belarusos. “Nos gusta comprar productos belarusos”, dijo mi primo, Oleg I. Lugovskoy, ex piloto militar. Para nosotros fue muy agradable escucharlo.

Para alojarnos elegimos su apartamento. En primer lugar, es mi pariente y además de eso, es la mejor oportunidad de conocer la vida, como se suele decir, de los locales. Cuando durante la cena aclaramos el objetivo de nuestro viaje de trabajo, mi primo se animó mucho. “¡En Bélgorod viven tantos belarusos!” dijo él. “En mi edificio vive el ex piloto militar, nos reunimos muy a menudo, él tiene muchas condecoraciones”. A su vez, mi cuñada, Marina, recordó a su colega maestra del liceo número 57, que cada año llevaba a sus alumnos a la ciudad belarusa de Brest para participar en las competiciones del idioma y literatura rusa, aprovechando también esta visita para ver a sus familiares.

 
У залах музея “У гонар герояў Курскай бітвы”

El Arco de Kursk y Prókhorovka


Al día siguiente, nuestros colegas periodistas del periódico, “Verdad de Bélgorod” –que ayudaban en la organización de este viaje de trabajo– tenían un día libre y nos propusieron ir a visitar el Arco de Kursk y Prókhorovka. A propósito, poco antes de viajar a Bélgorod, habíamos leído el artículo de una colega nuestra, dedicado al vecino de la agrociudad de Gorodkí, municipio de Volozhin, Iván Stankévich. Años después de la Segunda Guerra Mundial este belaruso-zapador –de quien estamos muy orgullosos– neutralizó más de diez mil minas, proyectiles y granadas en el Arco de Kursk, de lo estábamos hablando viajando en el coche (http://www.sb.by/obshchestvo/article/etot-saper-ne-oshibsya-ni-razu.html).

Nuestro parientes se animaron: claro que ellos habían escuchado que los zapadores de diferentes nacionalidades participaron de la liberación de esta tierra.

Allí también combatió mi padre, soldado de la guardia, músico, Mikhail Cherkashin. Le dediqué el artículo, “Guerra de mi padre” (No. 5-2015). Por lo tanto, dirigiéndome al Arco de Kursk, me sentí muy conmovida.

El viaje en coche de la ciudad de Bélgorod hasta el memorial demora más a menos de 40 a 45 minutos. Bajando de la carretera Bélgorod-Kursk hacia Prókhorovka vimos la legendaria “Katyusha”. Además de eso, por allí cerca, en la plaza, se encontraba el museo-memorial, “En honor a los héroes de la Batalla de Kursk”. Un lugar central en el museo se lo ocupa la composición escultórica, “Batalla de tanques en afueras de Prókhorovka”. Nos dirigimos al museo, sabiendo que aquí nos contarían también de los combatientes belarusos que participaron en aquella histórica batalla. Esperando a la colaboradora del museo, Tatiana Bakánova, recorrimos las salas para ver la exposición. Municiones militares, fragmentos de proyectiles, piezas de la armadura de tanques. Todo eso estaba permitido tocar. A su vez, ollas, platos, cascos de pilotos, uniformes ceremoniales y cotidianos, artículos de hogar y muchas otras reliquias permanecían en los estantes de vidrio. Allí mismo estaban presentados los ejemplares originales de periódicos e informes de los combates y las cartas de los soldados y oficiales a sus familias. En las paredes había muchas fotos... de tanquistas, pilotos, marinos...

Analizando el tema de la pasada guerra y de toda su tragedia, uno sentía que el tiempo aquí como si hubiera detenido, por así decirlo. El silencio solemne nos obligaba hablar en voz baja, caminar con cuidado por el piso de piedra y no hacer movimientos bruscos. Incluso un ruido raro de los talones de las mujeres se percibía como una disonancia. Afortunadamente, ese día estábamos solos en el museo. Vi como mi primo miró las fotografías de los pilotos militares. Se me acerqué a él y acordé, como cuando niña ponía su casco de piloto que se parecía al que estaban ahora bajo el vidrio. Iván comenzó a sacar fotos de uno de los stands. Luego nos dirigimos a la vitrina con las pertenecías de Alexander Gorovets, oriundo del pueblo de Moshkany, municipio de Senno, provincia  belarusa de Vítebsk, héroe de la antigua Unión Soviética.

Senno… Era interesante de conocer que Alexander Gorovets era oriundo de esos lugares, donde aún en julio de 1941 tuvo lugar una batalla heroica, conocida en la historia como el contraataque de Lépel, llamada ahora la Batalla de Senno. Comenzamos a conversar con mi primo Iván que sería bueno que el personal del museo organizara en este museo una pequeña exposición dedicada a esta batalla heroica. Y coincidimos en la opinión de que era necesario proponerlo al investigador del museo de historia local, Vasily Bondarévich, que dedicó mucho tiempo al estudio de los combates que tuvieron lugar en el julio de 1941 y, junto con sus colegas recogió un gran número del material muy valioso sobre la batalla de tanques menos famosa.

Аляксандр Гаравец — Герой Савецкага Саюза
Читать статью полностью на портале «СБ»: http://www.sb.by/by-belarus-magazine/gistoryya_bel/article/do-gae-rekha-vayny-belarus.html
Аляксандр Гаравец — Герой Савецкага Саюза
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Tatiana Bakánova nos contó que Alexander Gorovets era un piloto militar soviético, que ganó en una batalla el mayor número de victorias aéreas, participó en la batalla contra 20 bombarderos enemigos, y derribó nueve de ellos. Desde hace mucho tiempo, él fue considerado como desaparecido, pero en octubre de 1957, los vecinos del pueblo de Dvory de Zórino, provincia rusa de Bélgorod, descubrieron un avión con los restos del piloto. Además de eso, ellos encontraron su pistola TT, su tarjeta de membresía, así como un mapa de vuelos y su certificado de identidad. Según estos documentos fue determinado quien murió. Alexander Gorovets fue enterrado aquí con todos los honores militares, y en el sitio de su muerte fue puesto un busto de bronce. A propósito, en el Museo Central de las Fuerzas Armadas de la antigua Unión Soviética, que se encuentra en la capital de Rusia, Moscú, a Alexander Gorovets está dedicado todo un stand. Además de eso, está el avión encontrado, La-5, pistolas y ametralladoras –sin ningún proyectil y cartucho– que fueron usados en aquella batalla aérea.


Alexander Gorovets — el Héroe de la Unión Soviética
También Tatiana Bakánova nos contó sobre la cirujana del quinto ejército de tanques de la guardia, Olga Borisenko, oriunda de la ciudad de Gómel, con el apelllido de matrimonio, Shkurdálova, y su esposo, Eugeni Shkurdálov, a quien Olga salvó la vida. A ellos todo el mundo se lo llamaba Romeo y Julieta del Arco de Kursk. Una vez al salir del hospital, a Eugeni Shkurdálov fue otorgado el título de Héroe de la antigua Unión Soviética por su hazaña en la Batalla de Kursk. Sobre algunos héroes –son seis– oriundos de Belarús –que lucharon y murieron en el Arco de Kursk– los guías cuentan a los visitantes durante los recorridos por las salas de museo. “Pero cuando nos piden, contó Tatiana Bakálova, nos centramos en una hazaña particular. Y lo que no sabemos, estamos buscando para responder más tarde a los que estén interesados en conocerlo”. Estando en Minsk, recibimos una carta de Tatiana, que investigó la historia de la 51ª división de fusileros de guardia. La mujer planea crear una exposición dedicada a la trayectoria combatiente de la división, así como de algunos combatientes y la función de las bandas de música en la causa de aumento del espíritu moral de los soldados antes del comienzo de la batalla.

“Tal vez le agradará saber que nuestros visitantes a través de la exposición aprenden acerca de su padre”, leímos en su carta. “Además de eso, me comprometo a hacer un reportaje en fotos sobre la exposición y enviarlo. También nos gustaría tener sus recuerdos sobre su padre, escritos por usted, inclusive sobre la Batalla del Arco de Kursk... En la literatura casi no hay información sobre bandas de música en las divisiones militares...” Por supuesto, voy a cumplir con su petición. Creo que con esta dedicación Tatiana es capaz de crear también una exposición dedicada a la batalla de tanques que ha tenido lugar en afueras de la ciudad belarusa de Senno.

Luego nos fuimos al pueblo de Prókhorovka. La distancia del museo al pueblo fue de unos cinco kilómetros. Era difícil de creer que desde el 5 de julio hasta el 23 de agosto de 1943, en este lugar con una vegetación exuberante y donde ahora crecen hermosos abedules, tuvieron batallas sangrientas. Tampoco era fácil imaginar, como mi padre junto con sus compañeros músicos, después de haber tocado la marcha antes del comienzo de la batalla, dejaba su barítono y esperaba órdenes: adelante, al campo de batalla, por los heridos...

Como he escrito antes, cuando no era necesario tocar, mi padre ayudaba a sacar heridos del campo de batalla y cocinar...

Sobre el hecho de que aquí tuvo lugar una batalla histórica –que cambió radicalmente el curso de toda la Segunda Guerra Mundial– recuerda el Campanario instalado en el lugar, donde el 12 de julio de 1943 se encontraba el epicentro de la batalla de tanques en afueras del pueblo de Prókhorovka. El monumento es de 59 metros. En la parte superior permanece la escultura de siete metros de la Virgen María. Más abajo está una corona de laurel dorado: el símbolo de la gloria eterna de los caídos en este campo. Dentro del Campanario se encuentra una campana que pesa tres toneladas y media y suena cada veinte minutos en homenaje a los héroes de los tres campos: Kulikóvskoye, Borodinó y Prókhorovka. No muy lejos del Campanario está presentada la exposición de vehículos blindados de los tiempos de la guerra. Por allí pasa mucha gente. Muchas personas sacan fotografías en los tanques. El sol está brillando, los niños se ríen y por todos lados se oye como los padres dicen “cuidado, no caigas por favor...” He aquí está la vida bendecida de la paz. 70 años después de una guerra terrible hay un lugar para la alegría también en el campo de Prókhorovka...

Hace falta señalar que se puede rezar por las víctimas en el templo construido en honor de los santos apóstoles, Pyotr y Pável, pues la batalla decisiva tuvo lugar justo el 12 de julio, según su calendario. El templo se asemeja a una vela encendida, y el color blanco le da una solemnidad especial. En el interior, en las losas de mármol blanco están inscripciones con los nombres de siete mil soldados que murieron en Prókhorovka. A la izquierda del gran templo fue puesto un “Signo memorial” con imágenes de Pyotr y Pável. En el mismo están los nombres de los héroes de la antigua Unión Soviética, así como la lista de ejércitos, unidades y formaciones que participaron en la Batalla de Kursk. Encontramos también los nombres de los belarusos y los nativos de Belarús: Alexander Gorovets; Anatoly Volokh, belaruso, que nació en Minsk; Pável Shpetny, ucraniano del pueblo de Gden, municipio de Bragin, provincia de Gómel; Mikhail Antónov, belaruso del pueblo de Kostyukóvichi, provincia de Moguiliov; Moisés Spivak, judio de Narovlya, provincia de Gómel y Simón Chubukov, belaruso del pueblo de Kuzmínichi, municipio de Chaussy, provincia de Moguiliov. Cada uno de ellos hizo hazaña. Por ejemplo, Pável Shpetny durante los combates en el Arco de Kursk personalmente derribó varios tanques enemigos, y cuando se acabaron municiones, con muchas granadas antitanques se apresuró bajo el tanque y lo explotó...

Como supimos a continuación, aquí también se encuentra el “Campo de Pável Shpetny”, nombrado así en honor de nuestro compatriota. Aquí fue instalada una placa conmemorativa en honor a todos los caídos soldados fusileros antitanque del pelotón PTR, que dirigió Pável Shpetny, teniente primero de la guardia.

En ese día, al regresar a la ciudad de Bélgorod, estábamos hablando mucho. De mi padre, y del hermano de mi padre, Iván Lugovskoy, comandante del Ejército Rojo, que desapareció en abril de 1942... Mi primo también recordó “su guerra”, y por qué decidió convertirse en un piloto militar, así como sirvió durante mucho tiempo en la parte este de la antigua Unión Soviética, en el Territorio de Primporiye, protegiendo fronteras... Contó, cómo en la vida conoció a muchos belarusos y como siendo cadete en una ciudad militar en Machúlishchi, situada en afueras de Minsk, también participó en competiciones de balonmano.


Oleg Lugovskoy (a la izquierda) en la reunión de los cadetes antiguos

De las memorias de Oleg Lugovskoy


 Para mí la guerra comenzó en el oeste de Ucrania, en Kamenetz-Podolsk. Recuerdo muy bien los cuarteles, donde se instaló el 66º regimiento de caballería de mi padre. Mi hermana y yo a menudo corríamos allí y mirábamos como nuestro padre oficial montaba un caballo. También recuerdo... un bombardeo, que comenzó temprano en la mañana, incluso antes de la declaración de la guerra. La mitad de la ciudad fue destruida en pocas horas…

Y luego mi padre se fue al frente. Era un oficial político. Vi como la madre cosía la cápsula de hueso con los datos sobre mi padre y luego la insertaba en un cartucho y cosía en los pantalones. Oí como un tiempo más tarde alguien dijo que era un mal presagio, un signo de la rápida muerte...


Oleg Lugovskoy — pílote-navegador
Recuerdo como nos evacuaban. Al principio, viajábamos en ómnibus. Éramos veinte familias del regimiento. Y luego en el tren hacia Kíev. Entonces tenía seis años. En uno de los sitios –me parece que se llamaba Proskúrovo (a partir de 1954 Khmelnitsky — Aut.), mi hermana y yo íbamos a la cocina de campo. Sigo acordando de mí mismo con una olla, tomando la mano de mi hermana de dos años, Valya. Y un soldado me sirvió la comida, que más tarde nos comíamos, cuando el tren empezó su movimiento. No sabía por qué terminamos en el tren hospital, relleno de los heridos. Es posible que era por nuestra madre: a ella al igual como a las demás esposas de los oficiales se lo pidieron ayudar...

Y luego nos bombardearon... Una mañana temprano comenzaron a volar los aviones y bombardeaban el tren. Vi como los heridos, saliendo de los vagones, en seguida caían bajo el fuego de ametralladora: disparaban de cinco a seis “halcones” al mismo tiempo. Recuerdo muchos cuerpos... Nuestra madre nos agarró, nos huimos y milagrosamente nos encontramos en el bosque. Ella nos ordenó caer en el suelo y nos cubrió con una manta. Por allí también estaban muchos heridos... Pero como luego nos encontramos en Kíev, en el jardín botánico, no lo recuerdo para nada.

Recuerdo que en el jardín botánico estaban refugiados. Parecía que en el mismo hubo más gente que árboles: unos estaban sentados, otros tendidos en el suelo. A través del silencio se escuchaban sonidos distantes de cañones antiaéreos. Yo también estaba sentado en el suelo y dirigía mi mirada hacia el cielo. Vi el avión con cruces volando. Y de repente oí un solo disparo y el avión empezó a caer. Y vi al paracaidista. Y pensé que el piloto lograría aterrizar. La gente comenzó a gritar que no él no se escapara, cayera en nuestro territorio. Quién hubiera pensado que íbamos a rendir también Kíev…

Y otro fragmento. A nuestro grupo –nosotros éramos del regimiento y nos manteníamos juntos– se acercó el comandante de regimiento y vio a su familia. Parece que él pensara que estaban ya muy lejos, que se fueron en ómnibus. Pero no era así. Agarró la cabeza... y se fue. Por la noche apareció su asistente, y comenzó a leer la lista, en la había también el apellido de nosotros. En el camión podían caber solamente de seis a siete familias. Entonces noté el resentimiento y la ira de las personas que se vieron obligadas a quedarse... Así que nos íbamos perseguidos de sus maldiciones. ¿Qué podríamos hacer? Mientras íbamos, nos dispararon dos veces del avión, murieron cuatro personas, que enterramos en un pueblo. Viajamos hasta Voronezh, los alemanes no pudieron entrar allí y sólo estaban en las afueras de la ciudad. Recuerdo que vivíamos en la casa de un viejo creyente en el pueblo de Vorobyevka, donde justo en el medio de la localidad había un enorme estanque. La madre quería llegar a su hogar en Volchansk, pero el camino fue cortado.

Y entonces, cuando los alemanes llegaron al Don, estábamos en un tren de carga: viajábamos a Chkálov, ahora Orenburg. Recuerdo muy bien el reloj de la estación, que nunca antes había visto. Fue un gran milagro, e incluso puesto en el poste alto. Posteriormente, llegamos a la ciudad de Mednogorsk, más allá de los Urales. Era la ciudad de armeros y fabricantes de acero, a donde fueron evacuadas también las fábricas de Tula. Nos ofrecieron una habitación en el cuartel para cuatro familias. Comenzamos a vivir en cuatro rincones de una habitación. Nunca olvidaré como una mañana temprano los obreros se iban a la fábrica y yo me despertaba de un ruido de suelas de madera...

Mi madre comenzó a trabajar en el campo. Recuerdo como en el campo yo encontré una zanahoria y quise comerla, por lo que mi madre se la retaron mucho.

En Mednogorsk comencé a estudiar, tuve que caminar un kilómetro a través de un túnel y un páramo. Nos enseñaban a escribir en un papel de periódico... Recuerdo como con los chicos robábamos la sal técnica de las plataformas que llevaban a las fábricas. Y luego la utilizaban en casa para hacer comida. Además de eso, robábamos el jabón de enormes barriles. Una vez, yo incluso me caí en un barril...

¿Qué comíamos? Recuerdo de las gachas de mijo, que a veces saboreaban con un huevo. En la evacuación tuve fiebre tifoidea, luego tifus, pero sobreviví. Y cuando la provincia de Khárkov fue liberada, mi madre consiguió un pase para ir a casa de su madre, la abuela Katya. Viajábamos en un tren de carga. Recuerdo que caminábamos por Volchansk a través de toda la ciudad, delgados y cansados... pero vivos. Y en el centro nos  chocamos con la tía Marusya (esposa del hermano de mi padre — Aut.), que iba a trabajar al banco. Nos alojamos en la calle Podgórnaya. Éramos cinco personas en un pequeño cuarto: yo y mi hermana con mi madre, y la tía Marusya con mi primo Yuri. A su vez, la abuela Katya estaba durmiendo en la cocina.

El tío Misha –que regresó del frente tras ser herido– volvió a casa en el abril de 1945.

Yuri y yo corríamos hacia el barranco, junto al cual se encontraba la huerta de la familia Cherkáshiny, allí habían dos dugout, donde había todo tipo de cosas que dejaron los alemanes. Una vez, encontramos incluso granadas, pistolas, que el tío Misha entregó luego a la policía.

En este tiempo éramos muy pobres y medio hambrientos. En el año 1946, en Volchansk fue hambruna terrible: comieron incluso a los pequeños pajaritos. Recuerdo que todo el tiempo yo tenía hambre. Y cuando el tío Misha empezó a trabajar en una fábrica, cargando “makukha” (producto derivado de las semillas de girasol — Aut.), nuestra vida se cambió para bien. Para mí “makukha” era más deliciosa que el chocolate. A su vez, Yuri contaba que ella le parecía aún más dulce que un pedacito de cacao, que él una vez, al subir a un tanque alemán, robó y comió detrás del granero (es la parte de la historia familiar acerca de cómo a mi hermano mayor, George, los alemanes no castigaron por este pequeño robo — Aut.)

En 1947, mi madre recibió una habitación en los edificios del comando y más tarde un pequeño apartamento de una habitación. Luego le dieron también una parcela de tierra, donde nosotros plantábamos patatas, remolachas, zanahorias... Mi madre trabajaba en una fábrica de zapatos y recibía un salario bastante pequeño. Además de eso, le daban una subvención por el padre de 27 rublos 50 kopeks.

Mucho más tarde, cuando se confirmó que mi padre murió tras luchar contra los alemanes, mi madre comenzó a recibir una subvención de muchas veces mayor... Yo estudiaba en la escuela y después del séptimo grado me matriculé en el colegio de aviación en Rogañ. ¿Por qué en este colegio? Aquí nos daban de comer y uniforme... Pero tal vez no sólo por eso. Pues siendo hijo del oficial del Ejército Rojo, niño de la guerra, oí mucho sobre las hazañas de los pilotos militares. La tía Marusya, por ejemplo, contó que a los 22 de edad, al inicio de la guerra, ella trabajaba en el batallón número 690 de servicios de aeródromos. Entonces el campo de aviación militar se encontraba en Valuyki. Además de eso, muy cerca de la calle Podgórnaya en Volchansk estaba un campo de aviación, donde yo y mi hermano Yuri a menudo corríamos... Tal vez el tío Misha –que nos cuidaba como nuestro padre– me aconsejó ingresar en el colegio de pilotos, ya no lo recuerdo... Cuando entré en el colegio, mi madre y mi hermana comenzaron a vivir más fácil...


Ucrania está muy cerca


Muchos belarusos –con los que nos hemos conversado– siguen hablando de Bélgorod como una ciudad de primera línea. Pues por allí cerca se encuentra la parte este de Ucrania. Y allí, incluso en Volchansk, el centro municipal de la provincia de Khárkov, la ciudad de mi infancia y juventud, están las tumbas de mis familiares y siguen viviendo mis amigos y parientes. Antes se podía llegar allí de la ciudad rusa de Bélgorod en el tren, pero hace más de un año el tren “diésel” dejó de circular. De pueblo ruso de Shebékino a la ciudad ucraniana de Khárkov pasa el ómnibus que también para en Volchansk, pero la gente tiene miedo de montarlo. Tampoco arriesga ir en el coche, excepto en autos muy humildes. Los hombres de hasta 60 años de edad para entrar en el territorio de Ucrania necesitan una invitación especial. Por lo tanto, mi sobrino, Yury, no podía llevarnos allí. Comenzamos a pensar, cómo podríamos llegar a Volchansk. Era muy cerca... logramos solucionar los temas de trabajo y pasar las reuniones con los belarusos a la noche. Y nos fuimos con Kostya, hermano de mi amiga favorita, Alla Pyshneva, que vive en Bélgorod con su marido, Nikolai, piloto emérito de Rusia. Debo confesar que tenía miedo en cuanto, como nos encontrara mi Ucrania natal. Me perseguía una frase de otra amiga mía de cuando joven, que vive en Moscú: cuídate mucho, podría pasar cualquier cosa...

Por la mañana, a las 6.30 am, en el viejo carro, “Niva”, nosotros partimos hacia Volchansk. Y muy pronto nos paramos en el punto de control, “Pletenevka”.

Normalmente, hay muchos autos en ambos lados de la frontera entre Rusia y Ucrania.

Los ucranianos van a Bélgorod para comprar el combustible, ganan en la diferencia de precio, y el mismo día regresan a sus hogares. Mi amiga me contaba que ella y su marido a veces pasaban de ocho a doce horas en la cola para cruzar la frontera ruso-ucraniana. Pero esta vez tuvimos suerte, pues era un día entre semana. Llegamos temprano. Pero dejamos pasar al ómnibus Shebékino-Khárkov y tuvimos que esperar luego casi cuatro horas seguidas. Cabe destacar que el camino de retorno tomó en torno de una hora.

A propósito, los guardias fronterizos y aduaneros ucranianos nos trataban bien y con bastante respeto. Nos preguntaron: quién éramos, de dónde y por qué íbamos a Volchansk. Actualmente es así el procedimiento, al cual se someten todos los extranjeros que cruzan la frontera ruso-ucraniana. Iván incluso tuvo que firmar cinco veces una especie de protocolo. Nosotros preguntamos: ¿Es verdad que ustedes no dejan pasar a Volchansk y luego a Khárkov a los rusos –que tienen menos de 60 años–, y a los ucranianos –que tienen residencia en Rusia. Así es la realidad. En el camino vimos también grandes zanjas, trincheras del lado de la frontera ucraniana, así como posiciones fortificadas con sacos de arena en el techo de la terminal del lado ruso de la frontera. Allí, nos contó mi amiga Alla, antes estaban también ametralladoras... Y no es raro, pues a esta altura a Bélgorod se la llaman ciudad de primera línea...

Pasamos muy poco tiempo en la ciudad de Volchansk, que a mí me pareció descuidado y feo. Una horita estuvimos en casa de la madre de mi sobrina. Nos ofrecieron una sopa fría, “okroshka”, así como bóndigas con ricota. Luego pedimos un taxi y al comprar flores en el camino, pasamos por el cementerio. Además de eso, nos reunimos con mis compañeros de la escuela, con los que mantenemos la relación durante muchos años. Ellos nos contaron que las grandes empresas de la ciudad ya no están funcionando, incluyendo la planta de agregado. La gente se pone cada vez más pobre y amargada. En las familias se pelean mucho por el tema político: quien apoya a quien... Incluso se divorcian debido a esto.

La casa de mis compañeros de la escuela se encuentra junto a la carretera que lleva hacia Bélgorod, cerca de la calle Podgórnaya, donde sigue permaneciendo el edificio, donde he pasado mi infancia y adolescencia. Lamentablemente, esta vez ni siquiera lo vi... Y a las 3 pm de la casa de la madre de Alla con Kostya nosotros partimos hacia Bélgorod. En la frontera comencé a llorar por el calor y la tensión. El guardia fronteras ruso viendo mi estado de ánimo, me preguntó: “¿Quién la ofendió?” Probablemente pensó que fueran los ucranianos, mis paisanos. Pero yo le respondí que me dolía el corazón al visitar tumbas de mis familiares. Además de eso, dije que me gustaría tanto que en mi querida Ucrania finalmente habría paz para que la gente no tuviera miedo de ir a visitar su tierra natal...

Es verdad que el eco de la guerra pasada es largo... En el año de la celebración del 70° aniversario de la Gran Victoria nosotros recordamos que en aquella guerra muy cruel han tomado parte todos los pueblos soviéticos. Así que la victoria fue una para todos... Pero si en ese momento las personas se alejaran y se encerraran en sus casas “nacionales”, nuestros padres y abuelos no podrían obtener victoria y derrotar a los alemanes nazis. Prókhorovka, el Arco de Kursk, así como la Batalla de Senno, y muchos otros combates de mucha importancia son los lugares de gloria militar común de belarusos, rusos, ucranianos y decenas de personas de otras nacionalidades. Tenemos que recordarlo ante los nuevos retos y conflictos de nuestro tiempo. Como ustedes saben, las relaciones entre Belarús, Rusia y Ucrania no siempre eran de color de rosa. Había incluso guerras largas. Pero nuestros antepasados tenían suficiente sabiduría para detenerlas.

Al visitar la ciudad rusa de Bélgorod –que se encuentra en la primera línea–, así como al pasar por el Arco de Kursk y Prókhorovka, nos dimos cuenta de que allí, así como en las regiones vecinas de Ucrania sigue viva la memoria de la pasada guerra. Y esto es como el sistema inmune, la capacidad del cuerpo de resistir la infección que lo ha afectado. Y, entonces hay esperanza de que los belarusos puedan viajar fácilmente de la ciudad rusa de Bélgorod a la ciudad ucraniana de Volchansk, como lo hacen de Minsk a Moscú, Smolensk y San Petersburgo... Nos gustaría mucho que las personas cercanas a nosotros en ambos lados de la frontera ruso-ucraniana se pongan de acuerdo, se reconcilien y dejen de usar armas, sino comiencen a construir nuevos puentes de amistad. En nombre de nuestra memoria común y por el bien del futuro de nuestros hijos y nietos.

P.S. Para nosotros –que han visitado la ciudad de Bélgorod– la aprobación del acuerdo de cooperación científico-técnica, comercial y cultural entre el Gobierno de la provincia rusa de Bélgorod y el Gobierno de Belarús –que tuvo lugar en el marco del Segundo Foro Internacional de regiones de Belarús y Rusia celebrado el 18 de septiembre del año en curso en la ciudad rusa de Sochi– es un acontecimiento de mucha importancia. Pues fue acordado desarrollar la cooperación en el ámbito de las actividades científicas y tecnológicas, la cultura, la salud pública, la educación, el deporte y el turismo, así como la interacción de las sociedades nacionales y culturales, de los jóvenes y otros organismos públicos. Esto significa que ahora para muchos belarusos desde la provincia rusa de Bélgorod su tierra natal es cada vez más cercana.

Valentina Zhdanóvich, Iván Zhdanóvich (foto)

Minsk-Bélgorod-Minsk
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