Los artistas del Teatro Nacional de la Juventud de Belarús –que recientemente se han trasladado a un nuevo edificio– han celebrado su 30° Aniversario.

30 años despues

Los artistas del Teatro Nacional de la Juventud de Belarús –que recientemente se han trasladado a un nuevo edificio– han celebrado su 30° Aniversario. Los amantes del teatro han obtenido la oportunidad 
de no sólo hacer a conocer la historia del teatro, sino también reírse mucho y comenzar a pensar en el propósito de la profesión de actor.  



Teatro Maladzezhniy se hizó hermoso, confortable, cómodo

 Entre los invitados a la velada solemne han estado los representantes del Ministerio de Cultura de Belarús, la administración de la ciudad y, por supuesto, numerosos amigos: directores y actores de los teatros de Minsk. 
Cabe destacar que en el Teatro de la Juventud tuvo lugar una doble celebración. Este día, hacía falta ver las caras de los actores que finalmente obtuvieron su propio lugar para ensayar y actuar. Ellas expresaban una gran alegría. ¡Sin ninguna broma! ¡Ahora los actores tienen todo lo necesario! Vestuarios cómodos, aunque pequeños, escenario amplio, sala de espectadores con una acústica excelente. En mi opinión, este acontecimiento –que para el teatro marcó el inicio del año 2015 y coincidió con la fecha de su aniversario número 30– podrían apreciar de verdad sólo las personas que conocen cuántas mudanzas tuvieron los actores durante estos años. En la velada solemne todos los reunidos se daban cuenta de la alegría de todos los servicios del teatro, así como podían disfrutar de una atmósfera muy especial que reinaba esta noche en el teatro. 
Además de eso, los reunidos tenían la posibilidad de rendir homenaje a los actores del Teatro de la Juventud que comenzaron su trayectoria artística junto con el director del teatro, Gregory Borovik. A pesar de que la sede principal del teatro era la Filarmónica Nacional de Belarús, los actores ensayaban en los clubes, centros culturales, así como en el antiguo cine, “Espartaco”... Entre estos sitios era también la Casa de cultura de constructores, en cuyo terreno ha sido construido el moderno edificio del Teatro de la Juventud. Así que su trigésima primera temporada artística el teatro la concluyó olvidando todos estos espacios escénicos. Como se sabe, a lo bueno uno se acostumbra muy rápido. 

Alena Hristich

Lo confieso, me quedé impresionada con la estética del edificio: lámparas de araña, interior hecho con muy buen gusto, retratos elegantes de los actores puestos en las paredes del vestíbulo que se encajan muy bien con todo el ambiente. Además de eso, me impresionó mucho la velada organizada por los actores de teatro, donde ellos mostraron todo su talento sin ser dirigidos por el director de escena, cuya energía creativa no se limita normalmente con la actuación en los espectáculos, sino también se manifiesta en otras actividades culturales. En este sentido, me gustaría acordar de la obra, “Col a la manera rusa”, puesta en la escena del Teatro Nacional Académico de Drama Máximo Gorki, el nuevo proyecto del teatro, cuyo estreno tuvo lugar en enero. Yo al igual que otros amantes de este género teatral me quedé muy impresionada. Además de eso, escuché hablar muy bien los actores de la generación anterior sobre sus colegas más jóvenes, autores del espectáculo. 

En la velada –celebrada el Teatro de la Juventud– también todo fue hecho con mucha creatividad y amor. Fue acentuado todo lo bueno y lo malo que sucede a veces en el espacio detrás del escenario, lo que es el otro lado de la vida artística. En una forma de bromas los actores del teatro contaron no sólo sobre cómo vivían en el pasado, sino también hablaron en detalle sobre su complicado oficio. 

La escena del espectáculo “Bancarrotero”

Entre muchos números muy creativos a mí me gustó más la actuación del trío de los actores más antiguos del teatro: Elena Khristich, Natalia Podvítskaya y Ana Laúkhina. Las señoras cantaron cancioncillas sobre cómo se puede “dar probabilidades” a la gente jóven. Al final de los números las mujeres demostraron su excelente estado físico. Después de su actuación Borís Lutsenko, uno de los directores del Teatro Nacional Académico de Drama Máximo Gorki –me permito сitarlo– habló de la misión del Teatro de la Juventud: “Esta misión está en la presentación viviente del espíritu humano con su entusiasmo eterno. Y este espíritu es inmortal, porque se dedica a una constante búsqueda de formas nuevas”. 

A propósito, la actriz del teatro, Elena Khristich tiene mucha experiencia en cuanto al trabajo con el público infantil: diez años ella sirvió el Teatro de Espectadores Jóvenes de Minsk. Como se sabe, mantener la atención de los niños y adolescentes es capaz sólo un actor con talento. Según sus compañeros del escenario, Elena sabe hacerlo muy bien. Por ejemplo, Sergei Zhuravel, artista popular de Belarús –que en aquel entonces también trabajó en el Teatro de Espectadores Jóvenes– recuerda: “Elena interpretaba los papeles de las chicas colegiales de modo tan orgánico que los adolescentes –que venían a ver sus actuaciones– la seguían con una respiración contenida”. Hace falta señalar que Grigory Borovik invitó a Sergei Zhuravel y Elena Khristich, así como a los demás actores del Teatro de Espectadores Jóvenes, a formar parte de su elenco y crear el Teatro de la Juventud. Así que Elena Khristich fue una de los fundadores del teatro. En general, son sólo cinco actores en el teatro que recuerdan aquellos tiempos lejanos. Unos comenzaron a trabajar en otro teatro, otros se fueron de Belarús o se jubilaron. Valeria Likhodey se fue a Moscú, Vasily Nikitenko a San Petersburgo. Igor y Fílchenko y Marina Dúdareva siguen trabajando en el Teatro del Drama del Ejército Belaruso. Vladímir Mishchanchuk está actuando en el Teatro-estudio de actores de cine. Así que, uno de los últimos que dejó de trabajar en el teatro fue Sergei Zhuravel. A esta altura él está sirviendo en el Teatro Yanka Kupala. 

Elena Khristich recuerda muy bien como el teatro entró en su vida. Eso fue cuando ella era niña. Por lo tanto, la actriz con mucho gusto lo cuenta. 

“En realidad, yo soñaba con ser bailarina. Pero mis padres no me apoyaron en mi deseo de irme de mi ciudad natal Baránovichi, donde vivía mi familia, para ingresar en el colegio coreográfico. Es más, en Minsk no hubo un albergue para los estudiantes. Con el paso del tiempo, mi gran deseo de subir al escenario sólo fortalecía. Al principio, como la mayoría de las chicas jóvenes, yo estaba bailando y haciendo deportes. Luego comencé a participar en las producciones del teatro popular de Baránovichi...” Fue allí, donde Elena se dio cuenta de que no podría vivir sin teatro. Una vez terminada la escuela, Elena intentó ingresar en la facultad de actores del Instituto Nacional de Arte Teatral (a esta altura, Academia Nacional de Artes — Aut,), pero a ella, muchacha de 16 años de edad, no la aceptaron. Vladímir Malankin –que tenía un grupo allí– dijo: “Es demasiado jovencita e ingenua. Y le recomendó volver a ingresar el año siguiente. Por lo tanto, Elena se encontró “en manos” de otro gran maestro: Аlexander Butakov. “Era, sigue contando Elena, el curso más joven: casi todos los chicos acabaron de terminar la escuela secundaria. Cinco años más tarde, conmigo se graduaron mi compañera del Teatro de Espactadores Jóvenes y mi gran amiga, Galina Kukhálskaya, así como el actor del Teatro Yanka Kupala, Alexander Podobed... Tamara Levchuk se fue a trabajar al teatro de Brest, Vladislav Karaka y Alexei Bychkov al teatro de Gómel…” Algunos compañeros de estudios fallecieron a una edad temprana. En una palabra, cada uno tuvo su propio destino. 

Después de graduarse, la joven actriz comenzó a trabajar en el Teatro de Drama y Comedia Dunin-Marcinkévich en la ciudad de Bobruysk. Era una época de muchas giras artísticas por toda la antigua Unión Soviética. Elena viajó por todo el país, ganando experiencia en la actuación. Y luego Grigory Borovik –que entonces trabajaba del director jefe en el Teatro de Espectadores Jóvenes– la invitó a formar parte de su elenco teatral. Eso fue el comienzo de la trayectoria artística de Elena Khristich en Minsk. 

— Señora Elena, usted ha vinculado su vida con el teatro de drama. ¿No lamenta que no haya podido dedicarse al ballet? 

— No, claro que no. Quién sabe cuál hubiera sido mi destino coreográfico. Tal vez, bailaba en el cuerpo de baile. Creo que mi carrera artística ha sido bastante exitosa. He interpretado muchos papeles muy interesantes. 

— Usted durante mucho tiempo trabajó en el Teatro de Espectadores Jóvenes. ¿De qué se acuerda en primer lugar? 

— En primer lugar, acuerdo sobre la audiencia pequeña: tan interesante, pero muy difícil. Los chicos ayudan a entender hasta qué punto uno podría ser sincero y verdadero, interpretando uno u otro papel. Los chicos en seguida perciben falsedad. Y al mismo tiempo, son tan ingenuos, porque creen en los cuentos de hadas y saben soñar. 

— ¿Existen técnicas específicas o psicológicas de actor que permiten mantener la atención de los chicos? 

— No conozco esas técnicas. Estoy segura de que el actor debe tener talento y encanto. O una carisma, si quiere. Eso es todo. En este sentido, me gustaría recordar a Mikhail Petrov, artista popular de Belarús, que sabía hechizar a todos los espectadores. ¡Cada su actuación se parecía a un show increíble! ¡Era un Carlson maravilloso! Cada vez nosotros nos reuníamos detrás del escenario y no reíamos a carcajadas. ¡Mikhail Petrov era un virtuoso!

— ¿Por qué se fue al Teatro de la Juventud? 

— Tal vez ya no me creía capaz de interpretar los papeles de niños y quería probar suerte en otra cosa. Además, me invitó el director jefe de teatro. Fuimos un grupo de siete personas y empezamos de cero... Todo nosotros, recuerdo, nos sentíamos muy contentos y entusiasmados... Es más, nos sentíamos unidos por este gran espíritu de estudio. Usted sabe, a lo largo de muchos años, ensayamos en diferentes lugares, clubes e incluso en el Teatro de la Operetta (a esta altura, el Teatro Nacional Musical de Belarús — Aut.) Durante mucho tiempo no hemos tenido nuestro propio espacio. Y al pasar diez años, nos entregaron el edificio del antiguo cine, “Espartaco”. Luego estaba la Casa de cultura de constructores, que no estaba para nada adaptada para el teatro y por lo tanto, tuvimos que cambiar muchas cosas. Y luego otra vez durante cinco años estuvimos ensayando en diferentes lugares hasta que, finalmente, no ha terminado la reconstrucción del edificio de nuestro teatro, donde hemos tenido la posibilidad de celebrar nuestro aniversario número 30. 

— ¿Qué le parece, este período de “vagos” influía en las relaciones entre los actores del teatro? 

— No, para nada, nunca hemos tenido conflictos. Todos mis colegas estaban conscientes de que esto era una realidad, por lo tanto, debíamos aceptarla. Unos la aceptaron, pero otros no pudieron hacerlo y se fueron del teatro. 

Elena aguantó todo. Y hoy en día, ella es una de las actrices más antiguas del Teatro de la Juventud. La última de las actuaciones con su participación –que he visto– es “Ocho mujeres amorosas” de Robert Thom, donde Elena interpreta el papel de la Abuela, antepasada de la familia, en la que no había nacido ningún hombre. Pero precisamente de ellos –el dueño de la casa, Marsel, su yerno, su esposa, sus hijas, su hermana y su ama de llaves– se habló mucho durante el espectáculo. La historia –definida por género como “detective irónico”– cuenta que siguiendo el consejo de su hija menor, el jefe de la familia se fingió estar muerto para averiguar cómo lo trataba cada miembro de su numerosa familia. Una vez al conocerlo, se disparó. 

Reconozco, después de una comedia musical de Francois Ozon, “Ocho Mujeres”, con la participación de las estrellas de Hollywood, Catherine Deneuve en el papel de Gaby, la esposa del dueño de la casa, Marsel, y Fanny Ardant, su hermana, iba a ver el espectáculo –puesto en escena en el Teatro de la Juventud– con algún prejuicio. Pero lo que vi, superó todas mis expectativas. El espectáculo resultó ser una obra íntegra, dinámica y me tocó a lo vivo. Сuando los actores se entregan a su papeles y los interpretan de todo el corazón, eso se nota en seguida y da un enorme placer verlo. Y, por supuesto, el público comienza a compartir todos los sentimientos de los personajes que ellos representan. Elena –que interpreta el papel de la Abuela– es un gran ejemplo de esta actitud. Su protagonista de vez en cuando decía a sus hijas: niñas, no peleen, por favor... Y en seguida se percibía que a la misma actriz no le gusta este tipo de las relaciones en la familia. Elena Khristich interpretó su papel brillantemente. 


Escena del espectáculo “8 mujeres”

— ¿Cómo usted, actriz experimentada, galardonada por sus logros creativos con la medalla de Francisca Skaryna, trabaja hoy en día junto con los actores jóvenes? ¿Cómo se siente actuando en el nuevo escenario? ¿No siente nostalgia por los viejos tiempos? Seguimos hablando con la actriz en su vestidor privado. 

— Sí, a veces siento nostalgia. Pues aquellos momentos del pasado es mi juventud. ¿Si me siento cómoda junto a los actores jóvenes? Por supuesto. Aprendo algo de ellos y espero que también les pueda dar algo. En cuanto al nuevo edificio del teatro, me gusta mucho: ni es grande, ni pequeño, tiene anfiteatro y buena acústica. Las filas de asientos están en diferentes niveles, por lo tanto, nadie molesta a nadie ver el espectáculo. 

— ¿Qué piensa usted acerca de la actuación de los actores jóvenes? 

— Al teatro viene la gente muy diferente. Hay personas con mucho talento y todo les sale fácilmente. También hay actores que se esfuerzan mucho, a los que le sale todo cuanto aportan a este oficio mucha perseverancia. Pero, por supuesto, se percibe que es otra generación. Parece que sea la misma escuela de actuación, pero ellos ya hablan y se comportan en el escenario de otro modo. Son distintos. Pero esto no me impide entenderlos. Si me piden que algo les diga, por qué no. Yo misma no tengo ninguna iniciativa, pues temo ofenderlos. Pasé este camino y entiendo muy bien todos los sentimientos de los actores jóvenes. 

— Por lo que yo sé, en un ambiente creativo existe la creencia de que la escena a veces no acepta al actor. Entonces él tropieza de la nada e incluso puede olvidar las palabras... ¿Y cómo es en su caso? 

— Gracias a Dios, hasta el momento, no me ha pasado nada parecido. Me siento muy cómoda aquí, en el escenario. 

— ¿No teme actuar en la silla de ruedas interpretando el papel de la Abuela? ¿No teme que la vida real hará sus paralelos, como a veces eso sucede con los actores? Tomemos, por ejemplo, una novena moderna, “Master y Margarita”, de Bulgákov, cuyos participantes han contado en repetidas ocasiones a los periodistas sobre sobre las dificultades “misteriosas”, que ellos se han visto obligados a enfrentar durante el rodaje de la película... 

— Francamente dicho, yo nunca pensé en eso. Estar sentada en una silla de ruedas es sólo una manera de actuar y nada más. Interpretando uno u otro papel, el actor puede ser ahorcado o enterrado... Si lo desea, es una profesión. A propósito, cada oficio tiene sus momentos desagradables. Es más, no soy supersticiosa. Teniendo miedo de todo, uno puede convertirse en un paranoico. Al final, es la voluntad de Dios. 

— Tal vez en esto se manifiesta el profesionalismo de actor, cuando los momentos desagradables del oficio no le molestan para nada. En este caso, el actor puede entonces decir a sí mismo: es todo, he alcanzado el nivel alto... 

— Bueno, así podría decir sólo un tonto. No se puede dormirse en los laureles. Graduarse de la escuela de actuación no significa nada. Muchos tienen un diploma, pero eso no les da el derecho de ser llamado un experto en su campo. Se necesita experiencia que en nuestro caso viene sólo junto con los papeles interpretados. Y con eso seguramente vendrá también el profesionalismo. Pero incluso cuando uno tiene esta experiencia y deja de mejorar sus habilidades, corre el riesgo de perder. 

— Se cree que una mujer no tiene edad. ¿Y la actriz? 

— ¡No! La actriz no puede envejecer. Ella siempre debe estar en forma. De lo contrario, es mejor que deje el escenario. Pues la escena no podría aguantar lo que se llama la falsedad. 

— ¿Qué más papeles le gustaría interpretar y qué obras del repertorio le gustan más? 

— El actor es una profesión muy dependiente. Él interpreta lo que le proponen y no lo que él quiere. Cualquier papel es interesante, si lo vives. Y el que más complicado y que requiere más tiempo, es más apreciado y querido luego. Y de las obras de nuestro repertorio me encantam: “Una Historia Cotidiana” de I. Goncharov y “Si yo tendría montañas de oro” de M. Lado. Son dos obras muy interesantes. Tienen profundo significado filosófico. Es más, hacen pensar al espectador en algo importante, y estoy segura de que no va a dejar este sentimiento de algún engaño o vacío, como a veces ocurre, cuando se nos ofrecen una “interpretación moderna”. En otras palabras, cuando es un buen envoltorio, dentro del cual nada. 

— ¿Cómo le parece aquel hecho de que usted tiene que obedecer siempre al director de escena? 

— Me siento muy bien con eso. Comprendo la disposición de fuerzas creativas. En la jerarquía del director de escena y el actor la figura del director siempre es dominante. Es un hecho indiscutible. A propósito, a esta altura, en el teatro no hay director jefe. 

— ¿Y qué podría contar sobre sus actuaciones? 

— Tenemos salas llenas. Todos nuestros espectáculos tienen contenido. Lo que, a mi parecer, es muy importante. 

— ¿Cuánto tiempo, en su opinión, va a vivir el teatro? 

— Hasta que viva el hombre. Sólo tenemos que ver la sala de espectadores: en el mal tiempo, los días laborales de la semana, a pesar de todo tipo de problemas cotidianos –que cada uno de nosotros tiene que enfrentar a diario– la gente va al teatro. Y esto, me gustaría destacar, en la época de “hierro”, cuando son muy populares TV, Internet y 3D-cine. Dice que el teatro podría desaparecer. Estoy convencida de que esto nunca pasará. ¿Y sabe por qué? Porque las personas son vivas y aspiran por la misma comunicación en vivo. En el teatro se siente el aliento del actor, en el teatro son las emociones totalmente diferentes en comparación con el cine, por ejemplo. ¡Nunca el mismo espectáculo no va a ser interpretado de la misma manera! Pues actúan seres vivos. A veces el papel no sale para nada. Cómo, por ejemplo, en la obra, “Ivanov”, de Antón Chéjov, en el caso del reconocido actor ruso, Innokenty Smoktunovsky. La miraba en Moscú. ¿Sabe, qué hizo Smoktunovsky? Golpeó muy fuerte una mesa con la mano, que incluso parecía que la rompiera. Y pudo terminar de actuar. 

— ¿Qué hace usted, cuando el papel no va? ¿Esto sucede en general? 

— Cualquier cosa puede pasar. Pero el actor no tiene derecho a angustiarse, si por la noche tiene que actuar. Hoy en día, si, por ejemplo, participó en la obra, “En quiebra”, a partir de la mañana trato de pensar solo en mi papel. E incluso si no quiero hacerlo, debo encontrar fuerzas y hacerlo. Como lo logro, es mi secreto profesional. Siempre tengo que hacerlo para que no estar en el escenario con un corazón frío, sino sentir a mis compañeros. Pues el público no me va a perdonar nunca. 

— ¿Cómo siente, si el público responde o no a su actuación? 

— Claro que me siento mucho mejor, cuando el público me acepta y reflexiona. Y el papel se me sale mejor en este caso. Pero para entender mejor mis sentimientos, es necesario ser un actor. 

— ¿Treinta años para el teatro: es la edad joven o vieja? 

— Probablemente, esto es el comienzo de la madurez. El Teatro Nacional Académico Yanka Kupala tiene setenta y cinco años. Hay teatros con la historia de noventa años. Nuestro teatro está en el medio. 

— ¿Qué le parece, el repertorio del teatro podría decir algo acerca de su edad? 

— Casi nada. Ahora ponemos en escena principalmente obras clásicas. A su vez, la clásica no tiene edad. Nuestro repertorio lo forman maravillosas obras: “La Gaviota” de Anón Chéjov, “En quiebra” y “Novia” de A. Ostrovsky... 

— ¿Qué aconsejaría o desearía a las futuras estrellas de teatro? 

— No voy a aconsejar nada: la gente inteligente nunca da consejos. Sólo me gustaría desearles buena suerte. 

Alisa Krasóvskaya 
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