El color habla de la tristeza y la alegría
01.03.2015 16:06:00
El artista belaruso, Anatoly Kuznetsov, invita a su estudio para contar sobre los principios de su estilo creativo. Allí permanecen muchas de sus pinturas. Él demuestra sus obras y comienza a explicar. A su vez, yo le hago preguntas.
— Sé que Usted nació en Rusia. ¿Cómo se encontró en Belarús?
— Mientras servía en el ejército, pensaba mucho, dónde obtener la educación superior: en San Petersburgo, en Moscú... Pero elegí Minsk. Vine e ingresé en el Instituto de Artes, comencé a estudiar. Y nunca me arrepentí. En Minsk, me sentía muy cómodo. Aquí, durante los estudios tenía la posibilidad de expresarme. Aunque nuestros pedagogos eran en su mayoría representantes de la escuela de Moscú y San Petersburgo, el ambiente en general era diferente.
—¿Qué le motivó entonces a aspirar por la libertad artística?
— Me gustaban mucho los colores. Y ahora, de hecho, sigo amándolos mucho. Siento una gran emoción por los colores. A veces eso pasa en detrimento del dibujo, lo que rechazaba muy categóricamente la escuela de San Petersburgo: ¡dibujo debería estar por encima de todo! Pero siempre hubo así, si uno fuera un buen colorista por la naturaleza, entonces no podría pintar imágenes de muy alta calidad. Esta es la verdad conocida. Cuando uno pinta con un pincel ancho, con grandes rasgos, se le sale dibujo no tan bueno. Aunque no podría decir que pintaba mal: como todos los demás. Siempre obtenía buenas notas. A veces me comprobaba a mí mismo en el nivel de la escuela de San Petersburgo. Mi pedagogo, Piotr Krókholev, me dejaba ir a San Petersburgo, yo desaparecía por una semana y pintaba en la ciudad sobre el río Nevá.
— Ahora está trabajando en la esfera de la pintura sin objeto. ¿Usted la cree ser más comprensible y con más significado? ¿Cómo podría explicar la esencia de este tipo de arte?
— Estaba preparándome para esto durante mucho tiempo. Temprano o tarde llegaría a la abstracción. Es más bien no a la abstracción, sino a la pintura sin objeto. Aprendí a pensar inconscientemente. Mis orejas también ven. Yo no rechazo los colores como tal, sino, al contrario, los hago lucir. A esta altura, para mí los colores están navegando libremente y hablan de la tristeza y la alegría, así como de los sentimientos y sus variados matices.
— ¿Cuándo pinta una obra, imagina a su futuro espectador? ¿Le gustaría que el espectador en seguida comprenda qué Usted trata de expresar?
— Para ser honesto, trato de escuchar a mí mismo. ¿Por qué? Si lo logro hacer, transmitiré mis emociones también a otras personas. No a todas, claro. Pero lo que hago, seguramente será cercano a uno, dos, diez personas más. Tengo un montón de amigos que quieren hablar sobre estos temas. Cuando se establece esta comunicación, les cuento de qué manera logro llegar al espectador.
A Anatoly Kuznetsov le gusta amplitud: para su lienzos en la exhibición a veces se necesitan mucho espacio
— ¿Es probable que Usted, siendo representante de su propio estilo en la pintura, tenga más dificultades que otros artistas?
— Desafortunadamente, hoy en día, casi no existe la pintura sin objeto. Hay algo artificial: el ritmo está ausente, no se nota el trabajo de color. A propósito, en Europa, estos problemas existen desde hace mucho tiempo. Los artistas necesitan amplios conocimientos que deben ser acumulados en ellos mismos. Ellos tienen que definir las prioridades de su estado interno. Sé perfectamente mis prioridades. Se trata de los colores que pasan a los ritmos, a su vez, los ritmos pasan a los sistemas y las corrientes enteras. Para seguir desarrollándose, es necesario trabajar constantemente.
— ¿Mientras estudiaba en el Instituto de Artes, no tenía su estilo que tiene ahora?
— Por supuesto, uno sólo con el paso del tiempo llega a tener su propio estilo. También es sumamente importante seguir trabajando siempre.
— ¿Sus profesores se lo entendían?
— Sí.
— ¿Y hubo quiénes no le entendían?
— Yo no era un disidente. Trabajaba bien, estudiaba y trataba de lograr algo. En aquel entonces, casi no hubo ninguna información sobre los estilos en la pintura. Hubo folletos tipo, “La ideología de la cultura burguesa”, y en los mismos se presentaba la información sobre algunas corrientes artísticas. Lo revisaba sin entender nada. Yo no me considero un vanguardista puro. Sólo siento que en esto podría expresarme y decir algo propio.
— ¿Cuál es su actitud hacia las exposiciones? ¿Para usted es un acontecimiento? ¿O se siente indiferente?
— No, no me siento indiferente para nada. Anteriormente, yo solía hacer muchas exposiciones. Luego las salas de exhibición permanecían vacías. Ahora se puede decir, que las han vuelto a aprovechar. Aunque cuando paso por la sala de exhibición, veo que no se ven obras, hay muy poca luz. De cualquier modo, estoy seguro de que cada artista tiene que exponer sus cuadros. Es necesario hacerlo para comprobar cómo uno es, cómo se ve de al lado.
Las obras permanecen a diario junto al artista. Pero allí, en la exposición, ellas viven una vida diferente. Y el artista tiene que determinar qué hacer luego, cómo seguir adelante, para que ser más convincente y más activo. Así que las exposiciones son muy necesarias para cada artista.
— El artista es una persona que pasa solo en su estudio mucho tiempo. ¿Qué pensamientos vienen a Usted, cuando está metido en el proceso creativo?
— Normalmente, a mi mente vienen muchos pensamientos muy diferentes. A veces me gustaría dejar todo... Porque, por lo general, el verdadero cuadro nace muy duro. Siempre hay que superar algo. Cada obra es como si todo comience otra vez. Pues cada pintura debería ocupar un lugar digno en la colección. Para ello, hace falta esforzarse mucho: tanto físicamente como moralmente. A menudo tengo períodos duros, cuando no puedo encontrar colores adecuados o no me sale una u otra imagen. En estos momentos, pienso dejar todo. Pero al día siguiente regreso a mi estudio y vuelvo a trabajar con más ganas. Y gano, y logro hacer.
— ¿Sus pinturas tienen nombres?
— Sí, por supuesto. Tengo ciclos de cuadros. “La suite blanca” es un ciclo que atraviesa toda mi vida. Comenzaba con obras figurativas. Luego fueron ciclos, “Espacios de color” y “Vibraciones de la luz”. Un ciclo muy inesperado se llama, “Valle de los Faraones”. Nunca antes he pensado que podría hacer algo relacionado con Egipto.
— ¿Qué significan los nombres de estos ciclos?
— “La suite blanca” está formada por lienzos en blanco. Si el artista pinta a través del blanco, eso refleja su delicada actitud del alma. Se trata de pequeñas obras, donde se percibe toda la ternura de sensaciones, el así llamado principio sensorial. Aquellas emociones que no pueden ser explicadas con palabras. ¿Por qué este ciclo atraviesa toda mi vida? Porque hay momentos, cuando uno está preparado para ello. Y después ya no puedo pintar nada parecido. Pero pasa algún tiempo yo vuelvo a pintar este ciclo, pues otra vez estoy dispuesto para hacerlo. Cada persona lo observa en muchas ocasiones: hoy tiene uno estado de ánimo, mañana todo se cambia por completo. Y hay períodos, cuando los estados de ánimo son similares. En la pintura sucede lo mismo.
Las obras del ciclo “Valle de los Faraones” son los pensamientos del autor sobre el secreto de la vida eterna
— Cuando un artista trabaja en una manera realista, él refleja uno u otro acontecimiento. En este caso todo está más o menos claro. Usted quiere reflejar toda la diversidad de la realidad sólo con distintos colores o con algunos elementos más. ¿Acaso eso sea suficiente?
— En mis obras está presente la historia plástica, donde hay movimientos de ritmos. Ellos pueden estar en la superficie, relajarse y pasar de un estado a otro. En este caso, los colores pasan de calientes a fríos, de fríos a calientes. De este modo manejo la superficie que tiene su propio concepto de espacio. Así que trabajo con este espacio. ¿Qué es y cómo se está formando? No se trata de los puntos o de las manchas. Todos los elementos se mueven y hablan, así como están ayudando a la persona: el contacto se produce en el nivel intuitivo. El espacio puede ser profundo y filosófico. Hay muchos espacios que cuando se acumulan, crean algo común como un tema.
— ¿Cuáles son sus planes creativos?
— En realidad, tengo muchos planes. Estoy pintando un ciclo de cuadros relacionados con la filosofía del gran filósofo chino, Lao Tzu, que escribió la obra, “Camino y perfección”. Es una conversación acerca de la perfección del alma humana. Para mí son bien claros estos textos, entiendo cómo acercarme a mí mismo: yo también pienso mucho en ello. El ciclo de obras se llama, “Metáfora de verdades olvidadas”. Así que estoy tratando de escribir textos a través de la pintura.
— ¿Y si tuviera tiempo suficiente qué querría hacer necesariamente?
— Pinto muchas obras emocionales. A menudo, paso por las zonas naturales con lagos, me encanta la naturaleza. Para mí es algo muy cercano. Nunca pensé que al instalarme en Belarús, me sentiría tan bien. Es mi lugar. Por ejemplo, tengo el cuadro, “Para conmemorar a Kurasava”. Lo vi sentado en la orilla del lago, se veía caña vieja y caían grandes copos de nieve. Ni siquiera caían, sino se detenían en el aire. Y por alguna razón relacioné estas sensaciones mías con Kurasava. Aunque Kurasava era neorrealista que trabajaba en el contraste. En general, me gustaría reiterar que Belarús es mi lugar, donde yo percibo muy emocionalmente la vibración que se asocia no sólo con el color, sino también con el oído y el olfato.
— ¿Cree que en otro lugar no tendría tanta “alimentación artística”?
— Aquí reina una coloración especial. Me maduré con ella.
— Supongo que la mayor parte de sus trabajos provenga de su imaginación, desde su interior. Sólo una parte del sujeto siempre depende de una fuente externa, que le hace reflejar algo en sus obras. Tal vez me equivoco, por lo tanto, me gustaría aclarar: ¿siendo el artista de la pintura sin objeto, qué es más importante en sus cuadros?
— No podría decir por qué sucedió de esta manera y no de otra. Algo vino a través de los ojos, pero algo en principio, es muy difícil de explicar de dónde vino. Probablemente porque estoy vivo. Durante el día experimento muchos sentimientos, los que creo necesario materializar. Yo lo siento así. Aunque puedo pintar libremente árboles y casas, reflejados en el agua. Yo pinto todo de la vida, pero trato de ver lo que otros no ven. Tengo que ver lo que una persona común no ve. Así es el tema.
— ¿Es optimista?
— No creo que yo soy optimista, aunque soy una persona positiva por su naturaleza.
— ¿Corrige algo en sus obras?
— Claro que sí. Es obligatorio. Pues no sale todo a la vez. Soy muy exigente con colores. Empiezo pintar espontáneamente, a veces el proceso se está desarrollando muy difícil y yo tengo que acudir a mi conciencia. Así que durante una o dos horas estoy sentado sin pincel, pienso y observo que me pasa. Es un trabajo muy útil. Pues el artista no es una profesión, más bien, es un estado de ánimo. Uno debe acercarse hacia sí mismo. Creo que no es necesario permanecer a la vista. En mi opinión, es un error. No quiero seguir la moda, me gustaría ser como soy. Lo mismo digo a los artistas jóvenes: qué sigan el camino que les indica su corazón.
Su arte es absolutamente intuitivo: “Cuando me acerco al lienzo en blanco, yo todavía no sé lo que me saldrá. Las imágenes se crean en el proceso de la improvisación”.
En las obras de Anatoly Kuznetsov, sólo raras veces se notan algunos objetos. Los contornos de formas no son fijos, son disueltos en el espacio. El artista es libre de la representación de objetos, su mirada se centra en las experiencias emocionales, pensamientos y sentimientos. Esta es su elección.
Los artistas necesitan amplios conocimientos que deben ser acumulados en ellos mismos. Ellos tienen que definir las prioridades de su estado interno
— Sé que Usted nació en Rusia. ¿Cómo se encontró en Belarús?
— Mientras servía en el ejército, pensaba mucho, dónde obtener la educación superior: en San Petersburgo, en Moscú... Pero elegí Minsk. Vine e ingresé en el Instituto de Artes, comencé a estudiar. Y nunca me arrepentí. En Minsk, me sentía muy cómodo. Aquí, durante los estudios tenía la posibilidad de expresarme. Aunque nuestros pedagogos eran en su mayoría representantes de la escuela de Moscú y San Petersburgo, el ambiente en general era diferente.
—¿Qué le motivó entonces a aspirar por la libertad artística?
— Me gustaban mucho los colores. Y ahora, de hecho, sigo amándolos mucho. Siento una gran emoción por los colores. A veces eso pasa en detrimento del dibujo, lo que rechazaba muy categóricamente la escuela de San Petersburgo: ¡dibujo debería estar por encima de todo! Pero siempre hubo así, si uno fuera un buen colorista por la naturaleza, entonces no podría pintar imágenes de muy alta calidad. Esta es la verdad conocida. Cuando uno pinta con un pincel ancho, con grandes rasgos, se le sale dibujo no tan bueno. Aunque no podría decir que pintaba mal: como todos los demás. Siempre obtenía buenas notas. A veces me comprobaba a mí mismo en el nivel de la escuela de San Petersburgo. Mi pedagogo, Piotr Krókholev, me dejaba ir a San Petersburgo, yo desaparecía por una semana y pintaba en la ciudad sobre el río Nevá.
— Ahora está trabajando en la esfera de la pintura sin objeto. ¿Usted la cree ser más comprensible y con más significado? ¿Cómo podría explicar la esencia de este tipo de arte?
— Estaba preparándome para esto durante mucho tiempo. Temprano o tarde llegaría a la abstracción. Es más bien no a la abstracción, sino a la pintura sin objeto. Aprendí a pensar inconscientemente. Mis orejas también ven. Yo no rechazo los colores como tal, sino, al contrario, los hago lucir. A esta altura, para mí los colores están navegando libremente y hablan de la tristeza y la alegría, así como de los sentimientos y sus variados matices.
— ¿Cuándo pinta una obra, imagina a su futuro espectador? ¿Le gustaría que el espectador en seguida comprenda qué Usted trata de expresar?
— Para ser honesto, trato de escuchar a mí mismo. ¿Por qué? Si lo logro hacer, transmitiré mis emociones también a otras personas. No a todas, claro. Pero lo que hago, seguramente será cercano a uno, dos, diez personas más. Tengo un montón de amigos que quieren hablar sobre estos temas. Cuando se establece esta comunicación, les cuento de qué manera logro llegar al espectador.
A Anatoly Kuznetsov le gusta amplitud: para su lienzos en la exhibición a veces se necesitan mucho espacio
— ¿Es probable que Usted, siendo representante de su propio estilo en la pintura, tenga más dificultades que otros artistas?
— Desafortunadamente, hoy en día, casi no existe la pintura sin objeto. Hay algo artificial: el ritmo está ausente, no se nota el trabajo de color. A propósito, en Europa, estos problemas existen desde hace mucho tiempo. Los artistas necesitan amplios conocimientos que deben ser acumulados en ellos mismos. Ellos tienen que definir las prioridades de su estado interno. Sé perfectamente mis prioridades. Se trata de los colores que pasan a los ritmos, a su vez, los ritmos pasan a los sistemas y las corrientes enteras. Para seguir desarrollándose, es necesario trabajar constantemente.
— ¿Mientras estudiaba en el Instituto de Artes, no tenía su estilo que tiene ahora?
— Por supuesto, uno sólo con el paso del tiempo llega a tener su propio estilo. También es sumamente importante seguir trabajando siempre.
— ¿Sus profesores se lo entendían?
— Sí.
— ¿Y hubo quiénes no le entendían?
— Yo no era un disidente. Trabajaba bien, estudiaba y trataba de lograr algo. En aquel entonces, casi no hubo ninguna información sobre los estilos en la pintura. Hubo folletos tipo, “La ideología de la cultura burguesa”, y en los mismos se presentaba la información sobre algunas corrientes artísticas. Lo revisaba sin entender nada. Yo no me considero un vanguardista puro. Sólo siento que en esto podría expresarme y decir algo propio.
— ¿Cuál es su actitud hacia las exposiciones? ¿Para usted es un acontecimiento? ¿O se siente indiferente?
— No, no me siento indiferente para nada. Anteriormente, yo solía hacer muchas exposiciones. Luego las salas de exhibición permanecían vacías. Ahora se puede decir, que las han vuelto a aprovechar. Aunque cuando paso por la sala de exhibición, veo que no se ven obras, hay muy poca luz. De cualquier modo, estoy seguro de que cada artista tiene que exponer sus cuadros. Es necesario hacerlo para comprobar cómo uno es, cómo se ve de al lado.
Las obras permanecen a diario junto al artista. Pero allí, en la exposición, ellas viven una vida diferente. Y el artista tiene que determinar qué hacer luego, cómo seguir adelante, para que ser más convincente y más activo. Así que las exposiciones son muy necesarias para cada artista.
— El artista es una persona que pasa solo en su estudio mucho tiempo. ¿Qué pensamientos vienen a Usted, cuando está metido en el proceso creativo?
— Normalmente, a mi mente vienen muchos pensamientos muy diferentes. A veces me gustaría dejar todo... Porque, por lo general, el verdadero cuadro nace muy duro. Siempre hay que superar algo. Cada obra es como si todo comience otra vez. Pues cada pintura debería ocupar un lugar digno en la colección. Para ello, hace falta esforzarse mucho: tanto físicamente como moralmente. A menudo tengo períodos duros, cuando no puedo encontrar colores adecuados o no me sale una u otra imagen. En estos momentos, pienso dejar todo. Pero al día siguiente regreso a mi estudio y vuelvo a trabajar con más ganas. Y gano, y logro hacer.
— ¿Sus pinturas tienen nombres?
— Sí, por supuesto. Tengo ciclos de cuadros. “La suite blanca” es un ciclo que atraviesa toda mi vida. Comenzaba con obras figurativas. Luego fueron ciclos, “Espacios de color” y “Vibraciones de la luz”. Un ciclo muy inesperado se llama, “Valle de los Faraones”. Nunca antes he pensado que podría hacer algo relacionado con Egipto.
— ¿Qué significan los nombres de estos ciclos?
— “La suite blanca” está formada por lienzos en blanco. Si el artista pinta a través del blanco, eso refleja su delicada actitud del alma. Se trata de pequeñas obras, donde se percibe toda la ternura de sensaciones, el así llamado principio sensorial. Aquellas emociones que no pueden ser explicadas con palabras. ¿Por qué este ciclo atraviesa toda mi vida? Porque hay momentos, cuando uno está preparado para ello. Y después ya no puedo pintar nada parecido. Pero pasa algún tiempo yo vuelvo a pintar este ciclo, pues otra vez estoy dispuesto para hacerlo. Cada persona lo observa en muchas ocasiones: hoy tiene uno estado de ánimo, mañana todo se cambia por completo. Y hay períodos, cuando los estados de ánimo son similares. En la pintura sucede lo mismo.
Las obras del ciclo “Valle de los Faraones” son los pensamientos del autor sobre el secreto de la vida eterna
— Cuando un artista trabaja en una manera realista, él refleja uno u otro acontecimiento. En este caso todo está más o menos claro. Usted quiere reflejar toda la diversidad de la realidad sólo con distintos colores o con algunos elementos más. ¿Acaso eso sea suficiente?
— En mis obras está presente la historia plástica, donde hay movimientos de ritmos. Ellos pueden estar en la superficie, relajarse y pasar de un estado a otro. En este caso, los colores pasan de calientes a fríos, de fríos a calientes. De este modo manejo la superficie que tiene su propio concepto de espacio. Así que trabajo con este espacio. ¿Qué es y cómo se está formando? No se trata de los puntos o de las manchas. Todos los elementos se mueven y hablan, así como están ayudando a la persona: el contacto se produce en el nivel intuitivo. El espacio puede ser profundo y filosófico. Hay muchos espacios que cuando se acumulan, crean algo común como un tema.
— ¿Cuáles son sus planes creativos?
— En realidad, tengo muchos planes. Estoy pintando un ciclo de cuadros relacionados con la filosofía del gran filósofo chino, Lao Tzu, que escribió la obra, “Camino y perfección”. Es una conversación acerca de la perfección del alma humana. Para mí son bien claros estos textos, entiendo cómo acercarme a mí mismo: yo también pienso mucho en ello. El ciclo de obras se llama, “Metáfora de verdades olvidadas”. Así que estoy tratando de escribir textos a través de la pintura.
— ¿Y si tuviera tiempo suficiente qué querría hacer necesariamente?
— Pinto muchas obras emocionales. A menudo, paso por las zonas naturales con lagos, me encanta la naturaleza. Para mí es algo muy cercano. Nunca pensé que al instalarme en Belarús, me sentiría tan bien. Es mi lugar. Por ejemplo, tengo el cuadro, “Para conmemorar a Kurasava”. Lo vi sentado en la orilla del lago, se veía caña vieja y caían grandes copos de nieve. Ni siquiera caían, sino se detenían en el aire. Y por alguna razón relacioné estas sensaciones mías con Kurasava. Aunque Kurasava era neorrealista que trabajaba en el contraste. En general, me gustaría reiterar que Belarús es mi lugar, donde yo percibo muy emocionalmente la vibración que se asocia no sólo con el color, sino también con el oído y el olfato.
— ¿Cree que en otro lugar no tendría tanta “alimentación artística”?
— Aquí reina una coloración especial. Me maduré con ella.
— Supongo que la mayor parte de sus trabajos provenga de su imaginación, desde su interior. Sólo una parte del sujeto siempre depende de una fuente externa, que le hace reflejar algo en sus obras. Tal vez me equivoco, por lo tanto, me gustaría aclarar: ¿siendo el artista de la pintura sin objeto, qué es más importante en sus cuadros?
— No podría decir por qué sucedió de esta manera y no de otra. Algo vino a través de los ojos, pero algo en principio, es muy difícil de explicar de dónde vino. Probablemente porque estoy vivo. Durante el día experimento muchos sentimientos, los que creo necesario materializar. Yo lo siento así. Aunque puedo pintar libremente árboles y casas, reflejados en el agua. Yo pinto todo de la vida, pero trato de ver lo que otros no ven. Tengo que ver lo que una persona común no ve. Así es el tema.
— ¿Es optimista?
— No creo que yo soy optimista, aunque soy una persona positiva por su naturaleza.
— ¿Corrige algo en sus obras?
— Claro que sí. Es obligatorio. Pues no sale todo a la vez. Soy muy exigente con colores. Empiezo pintar espontáneamente, a veces el proceso se está desarrollando muy difícil y yo tengo que acudir a mi conciencia. Así que durante una o dos horas estoy sentado sin pincel, pienso y observo que me pasa. Es un trabajo muy útil. Pues el artista no es una profesión, más bien, es un estado de ánimo. Uno debe acercarse hacia sí mismo. Creo que no es necesario permanecer a la vista. En mi opinión, es un error. No quiero seguir la moda, me gustaría ser como soy. Lo mismo digo a los artistas jóvenes: qué sigan el camino que les indica su corazón.
Su arte es absolutamente intuitivo: “Cuando me acerco al lienzo en blanco, yo todavía no sé lo que me saldrá. Las imágenes se crean en el proceso de la improvisación”.
En las obras de Anatoly Kuznetsov, sólo raras veces se notan algunos objetos. Los contornos de formas no son fijos, son disueltos en el espacio. El artista es libre de la representación de objetos, su mirada se centra en las experiencias emocionales, pensamientos y sentimientos. Esta es su elección.
Víktor Mikháilov