Recorrer a pie y dormir al menos una vez en la naturaleza, debajo de la sombra de árboles centenarios e incluso en el área protegida es la mejor manera de conocer la belleza de los bosques belarusos y llenarse con sus fuerzas vitales

Toda la espesura del bosque de Rossony

Recorrer a pie y dormir al menos una vez en la naturaleza, debajo de la sombra de árboles centenarios e incluso en el área protegida es la mejor manera de conocer la belleza de los bosques belarusos y llenarse con sus fuerzas vitales
Recorrer a pie y dormir al menos una vez en la naturaleza, debajo de la sombra de árboles centenarios e incluso en el área protegida es la mejor manera de conocer la belleza de los bosques belarusos y llenarse con sus fuerzas vitales

Economía de gana “Krasny bor”, vista por encima

Los turistas – que vienen a Belarús desde el extranjero– observan nuestros bosques, viajando en los autobuses, trenes o automóviles. La gente – que visita Belovézhskaya Pushcha, Nalibókskaya Pushcha, así como parques nacionales de Belarús o la que descansa en las granjas y balnearios belarusos– obtienen más impresiones agradables sobre nuestra naturaleza. Son muy pocas personas, que recorren a pie nuestros bosques. A su vez, en la misma Belarús hay muchos los así llamados turistas aficionados que recorren a pie los sitios de interés. Hace falta señalar que los clubes turísticos existen en casi todas las instituciones de educación superior, las escuelas y en los centros de educación extraescolar. Podemos decir con seguridad que los bosques belarusos educan a toda la nación.

Nuestro recorrido de 120 días –que hicimos en 1996– no podría ser considerado un común recorrido turístico. Fue una especie de la expedición cultural, que nosotros llamamos en broma “Viaje al Reino Lejano”. Todo el recorrido lo hicimos a pie, al caminar dos mil 810 kilómetros alrededor de Belarús a lo largo de la frontera. Comenzamos nuestro recorrido en el pueblo Druya, situado en la frontera con Letonia: justo aquí, cuatro meses más tarde, el 12 de agosto, lo terminamos. Durante el viaje pasamos por un gran número de diferentes bosques.

Caminamos a través de los bosques del municipio de Braslav, Oshmyany y Vóronov, así como en las afueras de la ciudad de Grodno con su campo de entrenamiento militar en Gozha. En el municipio de Svísloch nos acercamos a Belovézhskaya Pushcha, reserva natural más grande de Europa, y de aquí caminamos dos días, más de 60 kilómetros, pasando una noche en la oficina de la economía forestal de Khóyniki, y luego en Kamenyuki, donde se encontraba la administración del parque nacional, “Belovézhskaya Pushcha”. Cualquier persona interesada puede conocer el gran número de bosques que se extienden a lo largo de la frontera nacional de Belarús. Claro que nosotros desviamos de lugares remotos, caminando mucho por los senderos.

Las notas las pusimos en el diario de viaje bien grueso. Tal vez alguien al leerlo, querrá repetir nuestro recorrido aventurero por los senderos y caminos que pasan por los bosques belarusos. Nos gustaría decir que durante nuestro recorrido bien largo nadie nos ofendió. En todos los lugares nos trataron muy bien. Aunque casi siempre dormíamos en bosques, campos, en orillas de ríos y lagos y a veces incluso a lo largo de las carreteras o en un campo descubierto. Además de eso, en 2008, dimos consejos al viajero alemán, Horst Kuntysh, antes de que él había tomado la decisión de recorrer a pie nuestro maravilloso país. El dueño de la tienda de mascotas desde la ciudad de Flensburg tenía programado viajar hacia la ciudad belarusa de Volozhin, donde se encontraba el hogar de niños, que mantenía una organización benéfica alemana. Sin embargo, en la primera etapa de su recorrido el señor Horst no tuvo suerte: en el territorio de Polonia, en las afueras del pueblo Cháplinka, él tuvo que interrumpir su viaje “por razones técnicas”, pues los ladrones se le robaron el dinero, algunos objetos de valor e incluso le golpearon y resultó lesionado muy fuertemente su hombro. Con la ayuda de la gente buena el viajero llegó a Minsk, donde se le ofrecieron una asistencia médica. Después de un pequeño descanso, el señor Horst continuó su recorrido y el camino desde Brest hasta Volozhin, lo que él nos contó después, era toda una alegría.

Y ahora, como se suele decir, vamos a pasar en la “máquina del tiempo” al agosto de 1996. Recorrimos más de dos mil quinientos kilómetros y nos encontramos en la parte norte de Belarús, acercándonos a Druya del lado de Rusia, pasamos por la ciudad de Nevel y entramos en el municipio de Rossony, provincia de Vítebsk...


5.08.96.
El día número ciento trece.


Ayer pasamos el kilómetro número 31.

Pasamos la noche cerca del pueblo Yúkhovichi, salimos para Dolostsy. Nos alejamos cien metros de la carretera para pasar noche. Dormimos bien. Mucho rocío y en la mañana el sol. Al despertar, vi –como si estuviera entre el sueño y la realidad– a una figura, que supuestamente fuera el símbolo del lago Osveya, hacia el cual nos movíamos.

En el pueblo Yúkhovichi la “peluquera” –así se presentó Liudmila Shashún– con su hijita, Yánochka, nos ayudaron a obtener el agua de pozo. Nos ofrecieron la leche: un litro y medio y no tomaron el dinero. Además de eso, nos dieron las manzanas. El esposo de la mujer era silvicultor, la misma decía que la felicidad del hombre está en sus hijos.

Llegamos a Dolostsy, el territorio de Rusia, y comenzamos a preguntar por dónde quedaba el camino hacia Lisno. Algunos decían que el mismo no existía jamás. Pero en los mapas de postguerra –que teníamos– el mismo aparecía... Los vecinos de la edad más avanzada recordaron del “viejo camino abandonado”. Nos orientaron así: “Van a pasar tres edificios de dos pisos y entonces girarán a la derecha”. Nosotros muy fácilmente encontramos el camino viejo, pues nos ayudaron también las mujeres que caminaban detrás. En realidad, el camino era poco visible. Era un sendero común entre los graneros rurales. Avanzábamos con dificultad: el camino era cubierto de hierba y a veces hubo grietas profundas y grandes baches.

Más tarde, el tío desde el pueblo Verameevtsy contó que antes de la guerra éste era un camino militar muy importante hacia Nevel. Hace falta señalar que por todas las dificultades con el movimiento con el equipaje de marcha por el camino desconocido, nosotros fuimos premiados con ver un magnífico bosque. Allí crecieron muchos arándanos rojos, que aún no estaban maduros. Recogimos muy rápidamente a eso de dos kilos de bayas.

Luego nos encontramos en un bosque maravilloso, con agua pura en el fondo de arena del río Nishcha. (Es un nombre muy interesante, pues en el idioma belaruso es una persona muy pobre, un mendigo. Es probable que nadie vive en este río y posiblemente por eso lleve este nombre. O pues corre a través de arena y suelo poco fértil. Por laguna razón los antepasados dieron a este hermoso río un nombre “tan humilde”... En la enciclopedia, “El Libro Azul de Belarús”, encontramos una información de que el río de 85 kilómetros de largo comienza en el lago del mismo nombre, Nishcha, del municipio de Sebezh, corre un poco por el territorio de la provincia rusa de Pskov y los 68 kilómetros restantes corre por el municipio belaruso de Rossony, provincia belarusa de Vítebsk. Es un afluente derecho del río Drissa, que desemboca en el río Dviná).


En la orilla del río, junto al viejo puente, almorzamos. Y aquí mismo nos bañamos. Luego tomamos rumbo por el “camino lleno de centeno”. Así dijo un poeta sobre lugares como éste. En realidad, hubo poco centeno en aquel campo, bajito y con poco grano. Pero el camino se hizo mejor. Es probable que por el mismo en el territorio belaruso transitan más, incluso la maquinaria agrícola. Tuvimos suerte: en dos cruces, cuando tuvimos que elegir el siguiente camino, ante nosotros apareció un motociclista. Era todo un milagro. Pero él no quiso detenerse y nosotros mismos vimos obligados a elegir el camino. Y en el segundo cruce esperamos un poco, y el giro correcto a la derecha, del cual había dicho un viejo del pueblo, era confirmado por otro motociclista. Otra vez el camino pasaba por el bosque. Nosotros recogimos muchos hongos sin salir del camino. Pues queríamos salir de la espesura del bosque y estar entre la gente. Por la noche llegamos al pueblo Krasny Bor. Ya estaba oscureciendo. Y los mosquitos en el municipio de Rossony resultaron ser tan agresivos y nos comenzaron a picar, que durante un descanso de diez minutos después de caminar 50 minutos nos comieron a vivo, como se suele decir.

Curiosamente, al atardecer, Valentina se sintió un gran cansancio. Y antes de pasar por el pueblo Verameevtsy, ella me contó sobre su sensación de que estaba muy alarmada. En resultado, temiendo pasar la noche en el bosque, lejos de la gente, le vino a la mente una sensación desagradable. Luego nos contaron que en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes nazis dispararon aquí a los 42 vecinos. (En general, me gustaría decir, que el municipio de Rossony es una tierra, que ha sufrido un montón por la invasión de las tropas alemanas y el bloqueo, así como por operaciones de castigo, porque en estos bosques durante la Gran Guerra Patria luchaban los guerrilleros belarusos contra las tropas alemanes. Encontramos en Internet una información muy interesante sobre la lucha guerrillera en Rossony y Osvei, parte de la zona de la influencia de guerrilleros creada por los guerrilleros rusos, belarusos y letones en el cruce de Rusia, Belarús y Letonia, que ocupó diez mil kilómetros cuadrados con la población de más de cien mil personas).

6.08.1996.
El día número ciento catorce.


Ayer recorrimos 19 kilómetros. Era un día de bayas y de un precioso río. (Así sucedió que durante nuestro recorrido damos nombres a algunos días, que nos impresionaron con algo). Pasamos la noche en el remoto pueblo Krasny Bor. Por la mañana, despertamos como en el paraíso: hacía sol, calor, el cielo despejado.

Al desayunar y empacar cosas, nos fuimos a conocer a los lugareños. Resultó que por allí vivía la familia de guardabosque de la economía forestal de Yukhóvitsi. Nos conocimos. Él –Yegor Yegórovich Makeenok– ocupaba este cargo durante veinte años. Su deber era proteger los bosques y conocer, qué animales y dónde vivían. Además de eso, él tenía que cosechar el forraje para los mismos en la temporada cálida. Pues en invierno hacía falta dar de comer a los alces y jabalíes para mantener su cantidad. El guardabosque contó que una vez terminada la guerra, en esta zona hubo 22 economías forestales y la empresa, “Khimléskoye”: en verano los trabajadores cosechaban resina savia. Además de eso, aquí había la empresa que hacía trementina, así como polvo de resina y la así llamada resina negra: todo para vender. Y cuando comenzaron a producirse químicos, los productos –fabricados por artesanales locales– resultaron ser poco rentables y la demanda de estos productos forestales se disminuyó considerablemente. Y en 1962 la empresa fue liquidada.


Otras notas en el diario son muy breves y se mezclan con otros acontecimientos, como por ejemplo, el recuerdo sobre el encuentro con los aficionados al descanso en el bosque, en un lugar remoto, pero muy lindo, situado en el lago Béloye-Yukhóvskoye, cuyas orillas eran de color negro de arándanos negros... Mientras tanto, el camino –por el que nos estábamos moviéndonos hacia el lago, Osveyskoe, el segundo en Belarús según su área después del lago, Nároch, pasaba principalmente por los bosques de pinos y abetos muy altos. Y al día siguiente mi esposa, Valentina, escribió: “Ayer fue un encuentro muy interesante con el guardabosque y su esposa, Zoya. Ambos son jubilados. Tienen cinco hijos. Ella es Capricornio y él es Virgo según el horóscopo. Siguen viviendo durante muchos años en el bosque. Anteriormente, aquí era un pueblo y hace poco en una de las casas vivía una mujer, pero ya falleció. Su casa casi cae por vejez. A propósito, junto a ella nosotros a escondidas, para no atraer mucha atención, instalamos nuestra tienda de campaña y dormimos. El patio del guardabosque, Yegor Yegórovich, es bastante grande. Aqué se encuentra su casa. Además de eso, aquí están diferentes obras auxiliares, así como hay un espacio para dos vacas y un toro. Además de eso, el dueño tenía un estanque, cavado, según contó él, con la ayuda del tractor. Allí él criaba a la carpa. Pero les atrapaban los gatos locales, que se metían justo al agua. También en el patio había pozo, sauna y jaula al aire libre para los perros. Uno de los perros, Belka, corría libremente por el patio, cuando estábamos hablando con los dueños. Ellos nos advirtieron que era un perro inteligente. Y, de hecho, a mí parecía que este perro tenía ojos muy inteligentes. Le pedí acercarse y el perro se me obedeció en seguida, me olfateó, se acostó junto a mí e incluso pronunció algunos sonidos. Es probable que se sintiera alegre por lo que yo lo quería acariciar. Es verdad que una buena palabra no sólo agrada a la gente, sino también a cualquier habitante del bosque, así como al perro. A cada uno ser vivo hace falta tratar con el amor y respeto y en este caso se despertarán en el mismo sus mejores cualidades... Se trata no sólo de las personas, sino también de los animales. A mi esposo, Iván, el perro lo olfateó también con mucho interés”.

(En este caso, me gustaría bromear un poco: tal vez, el perro nos tomó por los suyos. ¡Vagabundos sin hogar! Pero probablemente el perro no haya sentido el peligro que podrían traer las personas extrañas en el día número 115 de su viaje, al recorrer a pie más de dos mil 700 kilómetros. No teníamos nada de ira, sólo lucíamos de la bondad. Y los animales lo sentían tal vez).

He aquí está presentada la “visión de hombre” de este encuentro escrito en el diario el 8 de agosto, después de pasar la noche en el lago Osveysky: “Del encuentro con el guardabosque del día de ayer quedaron grabados en mi memoria esos detalles. Yegor Yegórovich vivió una vida muy interesante. “Si voy a sentarme y escribir, entonces será todo un libro”. Él siempre se reunía con diferentes personas y en invierno ni siquiera tenía tiempo para relajarse, pues siempre le venía gente. “A mí no me importaba mucho, si venía gente común o jefes. Yo recibía a todos. Tuve un plan para la economía forestal de Rossony y cada año cien alces fueron disparados por los cazadores. La carne se entregaba a la empresa de carne y los cueros y las vísceras se dejaban en el bosque, pues los cueros no se aceptaban en ningún lugar...

En invierno, el guardabosque no sólo estaba cazando, sino también daba de comer a los alces y jabalíes. Una vez, contaba, se le acostumbraron tres verracos jóvenes, que se portaban como mascotas: se acercaban y comían trigo. ¡Eran muy atrevidos! El resto de la comida se la ponía al lado y los animales esperaban hasta que se alejara el guardabosque. En general, en el bosque, donde vivía Yegor Yegórovich, hubo lobos, osos y linces... (Volví a leer estas líneas en el diario y me puse muy mal, pues pasábamos la noche en medio del bosque en una tienda de campaña improvisada, caminábamos por el mismo en la noche y no teníamos mucho miedo).

El tío Yegor tenía su propio tractor, “Vladímirets”, adquirido “antes de la revolución monetaria” (es decir, probablemente, antes de 1991). Y su hijo soltero era tractorista. Además de eso, él tenía una pequeño cosechadora de heno. Así que cosechaba el heno con ayuda del motor. Y el agua del pozo la bombeaba con una bomba eléctrica. Desde el pueblo Yukhóvichi a la casa de Yegor Yegórovich fue extendida la línea eléctrica, mantenida en buenas condiciones durante mucho tiempo por electricistas locales. También Yegor Yegórovich tenía su propio televisor. Sus familiares estaban acostumbrados a estos beneficios de la civilización. Confesaba que podría vivir en la ciudad, pero no tenía ningún deseo de mudarse. A veces hacia su casa se acercaban lobos, pero los perros estaban en una jaula y ellos no los alcanzaban.

Ahora viene el cuento sobre los perros de Yegor. Uno de ellos era muy bueno, pero sentía a una gente mala. Hubo un caso, cunado una vez vino una persona peleadora y aunque no hizo nada malo, pero hablaba con su compañero en voz demasiado alta. Y este buen perro mordió al violador del orden en el bosque e incluso salió la sangre.

A casa de guardabosque venían personas diferentes. A veces en la noche tocaban la puerta y le pedían indicar el camino (entonces, en 1996, en Belarús casi no hubo navegadores o GPS-receptores). Cuando un visitante venía de noche y estaba borracho, Yegor Yegórovich le decía sería mejor que fuera a dormir y viniera mañana, pues podría caer en un charco y entonces nadie lo encontraría. Las palabras del guardabosque eran algo nerviosas y con algún temor interior. Es probable que su vida no haya sido muy fácil. En verano, contaba, en la caza disparó un perro, aunque tenía experiencias de cazar… Al otro perro lo mataron lobos... Hubo otro caso desagradable: vino la gente mala y destruyó dos obras auxiliares...

No preguntamos a Yegor Yegórovich sobre sus cinco hijos. Tal vez ellos no quisieron vivir con sus padres en el pueblo de bosque. Claro que esta vida exótica no agrada a todo el mundo. No es fácil vivir lejos de la civilización, en un bosque, todos juntos en una sola casa. Pero hay gente que vive así. ¿Si siguen vivos ahora? Preparando el artículo para la publicación, llamamos a la economía forestal de Yukhóvitsi. Allí nos contaron que el guardabosque, Yegor Yegórovich Makeenok, falleció y uno de sus hijos, Anatoli, con su esposa está viviendo en la casa de su padre.

He aquí está otra nota bien interesante del diario fechada del 8 agosto y dedicada a las riquezas del bosque del municipio de Rossony: “Caminamos por el bosque durante mucho tiempo y Valentina comenzó a recoger hongos. Y encontró el hongo blanco muy lindo. El lago Béloye-Yukhávskoye se encuentra en un lugar muy hermoso, acomodado bien para los turistas. Nos bañamos con mucho gusto”.

Iván y Valentina Zhdanóvich
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