En el mundo de teatro de Belarús Tatiana Lisavenko es conocida como la talentosa diseñadora de vestuario

Enamorada de trabajo

En el mundo de teatro de Belarús Tatiana Lisavenko es conocida como la talentosa diseñadora de vestuario. Cuando ella de dedica al diseño de vestuario para un espectáculo –ya lo ha hecho para unas 50 obras en diferentes teatros belarusos– el director de escena puede contar con un éxito.



Тodos los trajes –diseñados por Tatiana para los actores– son muy elegante. Su vestuario es muy hermoso y se queda grabado en la memoria del público. Además de eso, es moderno, no importa a que época pertenece. Tatiana inventa algunos detalles en los trajes de cada uno personaje que seguramente “trabajarán” a favor de su carácter e integridad de la obra misma. Según Tatiana, no importa, como son los trajes, sino como quedan a uno u otro personaje y como expresan su esencia.

Es natural que el diseñador de vestuario siempre está detrás de las escenas. Y aunque en el programa aparece su nombre, no muchos se interesan quién ha hecho vestuario para protagonistas de una u otra obra.

El año pasado, Tatiana Lisavenko tuvo el aniversario, por lo tanto, ella quiso de alguna manera resumir su experiencia para hacer balances y mirar a sí misma de al lado. Así que organizó una exposición individual de los trajes hechos por ella. La exposición fue presentada en la galería de la Unión de Diseñadores de Belarús. Muchos de sus compañeros actores y directores asistieron a la exposición. Además de eso, vino la gente que jugó un papel importante en el desarrollo de Tatiana como la diseñadora de vestuario. El evento resultó ser lindo y bien organizado. La misma Tatiana pudo no sólo mirar a sí misma de al lado, sino también escuchar buenas palabra, que son tan necesarias para cada persona creativa. Hoy en día, Tatiana Lisavenko recuerda ese día con mucha alegría.

— ¿Tatiana, qué pudo ver de al lado?


— Realmente me sentí una gran satisfacción. Me agradaron mucho las palabras amables y no me sentí incómoda para nada. Pues aprecio mucho lo que hago y a mí me gustan los bocetos de mis trajes. Por lo tanto, fue muy lindo saber que mis amigos, así como las personas –que respeto mucho, entre ellas: Boris Lutsenko, Olga Klebanóvich, Bella Masumyan, Valentina y Alexei Erenkovy, mis queridos directores de escena, actores y colegas– compartieron mis sentimientos de alegría. Además de eso, por la exposición pasaron los escenógrafos, Eugenio Vólkov y Veniamin Marshak, a quien considero mis maestros.

— ¿Todos sus bocetos fueron presentados en la exposición?

— No, para nada. Sólo una mitad. Cada actuación y el respectivo vestuario tienen su propia historia. El tiempo pasa, aparecen otras tareas. Algunos bocetos pasan al pasado y otros están en el camino. Mientras tanto, ellos se acumulan, y cuando los saco para ordenar y decidir qué podría ser expuesto y qué no vale la pena mostrar, de repente me doy cuenta de que ya he hecho tanto. Sabe yo incluso he sentido un choque en el momento de la preparación de la exposición. Al final, he elegido 60 bocetos, pero la misma cantidad se me ha quedado guardada.


— ¿Cómo se encontró en el mundo de traje, y dónde comienza su historia de diseño en los teatros belarusos?

— Mi trayectoria profesional no es muy habitual. Llegué al teatro, como se suele decir, por una casualidad poco casual. Según la profesión soy diseñadora de ropa, estaba trabajaba en la fábrica de tejido de punto, “Alesya”, una vez graduada de la Universidad Nacional Tecnológica de Vítebsk, y logré importantes éxitos. Aunque me especialicé como decoradora de telas e interiores, en la fábrica trabajaba como diseñadora de moda. Ahora me doy cuenta de que me arriesgué por la curiosidad propia, que, debo confesar, a menudo me empuja a aprender algo nuevo y adquirir nuevas experiencias. No conocía para nada el entorno teatral. Entonces en el Teatro del Joven Espectador trabajaban mis amigos, esposos Shílovy. A propósito, Volodia, sigue sirviendo en el Teatro del Joven Espectador, es uno de los mejores diseñadores teatrales. Naturalmente, yo venía para ver todos los estrenos, así como visitaba sus talleres.

— ¿Quiere decir que conoció espacio detrás de las escenas?

— Hasta cierto punto. Y lo que conocí me gustó mucho. Además de eso, me encantó la gente que trabajaba. Comencé a hacer vestuario para las obras de Boris Lutsenko, director en jefe del Teatro Nacional Académico de Drama Maxim Gorki. Él iba a poner la obra, “Anfitrión”, de Moliere. Y por alguna razón decidió invitar a trabajar en el diseño de vestuario a un profesional. A su vez, el artista del teatro, Eugeni Vólkov, con el cual llevábamos muy bien, aconsejó a Boris Ivánovich me candidatura. Me atreví gracias a mi curiosidad. En ese momento a mí me pareció muy interesante esta propuesta muy gentil. Recuerdo que ni pensaba si me saliera o no. Por lo tanto, creo, todo resultó. Eugeni me ayudaba mucho. Además de eso, Boris Lutsenko me puso una tarea muy clara. A su vez, yo no entendía muy bien qué vestuario él necesitaba y simplemente hacía una colección dedicada a un tema, pero todo salió muy bien. Así comenzó mi historia de amor con esta maravillosa profesión.

— ¿Qué tan pronto se dio cuenta de que no se equivocó en la elección?


— Me di cuenta justo después del estreno del espectáculo, “Anfitrión”. Vivía entonces con un sentido de la maravilla, con una ilusión tan grande. A mí me parecían habitantes del cielo las personas del teatro, y yo –estos sentimientos son inolvidables– con mucha responsabilidad y el respeto trataba todo lo que hacía. El estreno fue todo un éxito, Boris Ivánovich me pidió subir al escenario junto con todo el equipo de producción. Y entonces, por primera vez en mi vida sentí una granalegría y enorme energía del público. Luego, durante dos semanas viví en un estado de euforia: no caminara por la tierra, sino estaba volando por encima. Sabe, más tarde trataba de buscar esta misma onda, pero nunca volví a sentir nada parecido. Al parecer, en aquel momento estaba tan abierta que percibí que sentían los mismos actores subiendo al escenario. Fue un empuje muy poderoso que, diciendo en el sentido figurado, me hizo casarme con el teatro y con mi trabajo de la diseñadora del vestuario. Entonces ni siquiera me interesaba el dinero, tan fuerte era mi deseo de seguir haciéndolo. Pues tuve la oportunidad de sumergirme en la magia del teatro.

— ¿Tenía este sentimiento de magia subiendo al escenario después de otros estrenos?

— No, para nada. Reitero, nunca jamás lo sentí, aunque mi vestuario para muchas producciones fue reconocido muy bueno, y yo estaba bastante contenta con una u otra obra mía. Con el tiempo, me di cuenta de que los actores de teatro son como otras personas, no son dioses y tienen su propia rutina y sus preocupaciones en la vida. Lo que es normal.

— ¿Y qué pasó con su trabajo en la fábrica de tejido de punto, “Alesya”?

— Hasta hace poco tiempo, he podido combinar el trabajo de la diseñadora de vestuario en el teatro con la creación de colecciones de ropa para la empresa. Ahora hago lo que me apetece. Como se suele decir, soy un profesional independiente.


— ¿Qué se necesita para tener éxito en el trabajo sobre el vestuario?

— En primer lugar, hace falta, como se dice, estar en la misma onda con el director de escena y escenógrafo. Es importante no sólo comprenderlos, sino también sentirlos. Si esto sucede, entonces ya es un equipo. Hice vestuario para la mayoría de los espectáculos del Teatro Nacional Académico de Drama Maxim Gorky. Hace falta señalar que actualmente su repertorio cuenta con ocho producciones, para las que he diseñado el vestuario. Por ejemplo, la obra, “La fierecilla domada”, que en el año 2016 cumplirá diez años. A su vez, mi espectáculo de debut, “Anfitrión”, fue presentado al público durante doce años. Uno de los directores de escena me pedía hacer algo, otro me daba una total libertad y luego le presentaba mis sugerencias. A veces nos entendíamos de inmediato y el proceso de trabajo fue rápido. Pero a veces duró muchos meses. En general, tenía suerte, pero hubo gente, con la que fue difícil trabajar. Pero tal vez, gracias a mi carácter, siempre lograba encontrar un terreno común con los directores de escena, lo que es muy importante.

Hay un detalle: incluso durante la creación el vestuario ya aprobado, todo puede cambiarse. También los actores a veces pueden resistir algunas cosas que no se corresponden a sus visiones en cuanto al personaje interpretado. Además de eso, a veces sucede que el actor se resiste y luego acepta mi visión de cómo debe verse en el escenario. Si se acuerda de la obra, “Papá, papá, pobre papá...” de Artur Kolita puesto por Valentina Ereñkova, la artista emérita de Belarús, recordará la máscara blanca con bordes anchos, la arcilla, puesta en la cabeza de la señora Rozpetl interpretada por Olga Klebanóvich. La actriz protestaba en contra de ella, y luegodijo: “Si vienes a cada actuación y me la haces, voy a estar de acuerdo”. Para mí no era ningún problema venir para hacerla, sino mucha alegría.

— ¿Qué cualidades personales debe tener un diseñador de vestuario para obtener éxito?

— Por supuesto, es necesario ser profesional, lo que viene con la experiencia. Además de eso, es importante también tener emociones e intuición, e incluso algo superior que a veces ayuda mucho. Sólo en este caso el cubo de Rubik es completo. Claro que se puede hacer buen vestuario, que será aprobado por el consejo de arte. Pero si uno no pone su alma y sus sentimientos, el vestuario nunca tendrá éxito. Y uno no podrá sentir una satisfacción.

— ¿Y también la obra tiene que gustarla?

— No necesariamente. He tenido casos, cuando la obra no me impresionaba para nada, pero de cualquier modo, seguía trabajando con mucho entusiasmo. Para mí es importante encontrar un hilo que me conecta con el sujeto y permite conocer más profundamente a un personaje. Pero cuando me gusta el texto de la obra, comienzo con un mayor entusiasmo crear imágenes. Así fue con la comedia de Nikolai Gógol, “Novios”, que ponía en escena la señora Ereñkova. Además de eso, me gustaría mencionar el espectáculo, “El coronel y los pájaros”, puesto en el Teatro de Drama de Moguiliov por el director de escena, Vladímir Petróvich.



— ¿De dónde vienen ideas para la inspiración?

— Hoy diría que las ideas vienen de todo el mundo, del mismo Universo. Por supuesto, son viajes, libros y personas. También la Internet reduce el tiempo de la obtención de la información. Todo lo que he nombrado, provoca diferentes sentimientos y despierta intuición. A veces sucede que las cosas –que no tienen nada que ver con el teatro– pueden ayudar a entender, cómo debe verse un personaje. Una vez tenía que inventar la imagen de un ciego, el protagonista de la obra, “Resplandor Alpino”. Me iba al trabajo por la calle Nemiga, y en la parada vi a un hombre. Es probable que haya sido un vago, pero tenía un aspecto muy interesante y sirvió de prototipo. Pero a veces el vestuario aparece tras revisar algunas construcciones de diseño.

— Dicen que la simpatía personal entre el diseñador de vestuario y el actor no es una poca cosa. ¿Qué opina de esto?


— Le voy a contar sobre un episodio de trabajo en la obra, “Anfitrión”. Una vez me llamó Boris Lutsenko y dijo que tenía a una actriz corpulenta que yo debía hacer hermosa. Yo, por supuesto, con mucho interés esperaba el encuentro con ella. Fue Olga Klebanóvich. Cuando la vi, me quedé muy sorprendida. Dios mío, pensé, tenía la talle 48. ¿Acaso fuera una mujer corpulenta?.. A propósito, el traje que le hice, resultó ser tan bueno que la señora Olga se veía fantástica en el mismo. Y es más, ella decía que se sentía muy cómoda. Desde entonces, entre nosotras hay confianza y mucha simpatía. Es muy importante que al actor se le guste el traje, se lo acepte.

Debo confesar que me encanta diseñar trajes para las personas con sobrepeso, pues me gusta romper con los estereotipos.

— ¿Qué tan rápido le comenzaron a confiar las demás actrices?

— Mucho tiempo he pasado ganando credibilidad de ellas, las mujeres son las personas difíciles y quieren verse bellas en el escenario. Lo entiendo muy bien, y trato de vestirlas de manera que se sientan a gusto.

— ¿Y cómo toma usted la crítica?

— Ahora bien. Pero cuando joven, me afectaba enormemente. Pues me criticaban por tener mal gusto, sin aceptar en el escenario, por ejemplo, la combinación del color rosa brillante y el verde, lo que era necesario para un personaje. En realidad, siempre me encantaba romper las reglas y provocar emociones. Me gustaba arriesgar y ofrecer una combinación de colores que al parecer no podrían ser combinados. Por ejemplo, a los artistas no les gusta mucho el color dorado. Pero yo una vez utilicé en un traje el dorado, el verde y el rosado. Fue todo un experimento. Además, no a todos gustó el traje de Olga Klebanóvich en el espectáculo, “Círculo de Amor”, de Maugham. Hubo la gente que decía que era demasiado extravagante. Pero estoy segura de que era la decisión correcta. Y Kitty permanecerá en la memoria durante mucho tiempo. A su vez, el traje –que al parecer se combine poco con la escenografía– da emociones adicionales al espectador y está empujando para reflexionar. Francamente dicho, me agrada mucho, cuando la gente dice que el vestuario está hecho con coraje. En mi opinión, el traje para una personalidad tan brillante como Olga Klebanóvich y su Kitti debe ser brillante y llamativo. Un elogio superior para mí es la reacción del público, así como la opinión de la misma señora Olga.

— ¿Y cuando el director de escena no acepta su decisión en cuanto al vestuario?


— Hay cosas que son del mismo director de escena, y yo, diseñadora de vestuario, no puedo cruzar la frontera y pasar a su territorio. Si él no acepta, sigo buscando más y más...

— ¿Qué en el trabajo de diseñador para usted es más difícil?


— Me importa la opinión del director de escena en la primera prueba. Por lo general, lo invito, tomando en cuenta el hecho de que en este caso el resultado podría ser mejor. A veces un actor puede estar caprichoso por diversas razones, no porque el traje no le gusta. Cualquier cosa puede suceder a una persona: le duele la cabeza, se ha peleado con alguien, no ha desayunado... Nunca se sabe qué. Pero yo necesito que con la primera prueba todos acepten el traje para que posteriormente no sea necesario hacer cambios. Por lo tanto, es un momento bastante difícil para mí. Por supuesto, sin cambios, como ya he dicho, no se hace nada, pero eso es el proceso normal. Pero lo más difícil para mí, cuando los actores suben en trajes al escenario que no está preparado. Allí todavía no hay luces y no están puestas todas las decoraciones… Y el traje no se ve bonito para nada. Me gustaría contar del espectáculo, “El Consuelo de las viudas”, de Vitas Grigolyunas. Las decoraciones fueron hechas por Samuil Marshak. Cuando los actores aparecieron en el escenario, yo casi me perdí la conciencia: los trajes no “trabajaban” y se veían feos. Las decoraciones “comieron” mis trajes. Me sentía muy molesta. A su vez, Samuil Marshak no estaba en el ensayo. Lo llamé y le dije que no había unidad entre las decoraciones y el vestuario... Él trató de calmarme, diciendo que todo iba a estar bien. Y así sucedió. Fueron puestas las luces, algunos detalles en la escenografía fueron apagados y el vestuario comenzó a lucir. Poco a poco, aprendí a no caerme en pánico y mantener la calma en esos momentos clave de mi oficio.

— ¿Alguna vez tuvo que hacer trajes en un ritmo acelerado?


— Había un montón de estas situaciones. A veces, a una reunión con el director de escena yo venía con bocetos ya hechos, y el vestuario se aprobaba en seguida. Por ejemplo, tuve una experiencia muy interesante con la obra, “El sueño del tío”. Me dieron sólo un mes, pero en la obra de Dmitry Dostoievski aparecen crinolinas, lazos, encajes... Pues es el siglo XIX. Pero me encanta el extremo. Me reuní con el director de escena, Alexander Kostyuchenko, y él me mostró la maqueta. Luego tuve encuentro con el director, Modest Abrámov. Pude presentar mis bocetos sólo después de la tercera reunión. El señor Abrámov formuló claramente la tarea, al decir que los trajes debían ser de diferentes colores. A su vez, agradecí mucho a Samuil Marshak que aconsejó a combinar la textura de la tela, lo que yo hice, cambiando el enfoque de la vista. Resultó ser muy interesante. Por un lado los trajes reflejaban la época, y el efecto de la presencia de diferentes texturas de las telas se las hizo vivos y livianos.

— ¿Qué imágenes le atraen? ¿Y qué época la inspira?

— Es el pasado, la historia. Es más fácil hacer actuaciones disfrazadas. Y me gusta mucho la estilización.

Me cuesta mucho hacer actuaciones modernas. Para ellas el vestuario nace duro. Pues no puede ser cotidiano, digamos, los vaqueros y una camiseta. Podría ser bueno para el cine, pero malo para una obra teatral. Pensé mucho en el vestuario para el espectáculo, “Nínochka”. Boris Lutsenko, cuando vio mis bocetos, dijo que no le gustaban. Me sentí aplastada, expliqué que su codirector –que tenía una amplia experiencia en el cine– me puso esta tarea. Luego tuve un hacer un centenar de bocetos para que pudiéramos escoger algo armonioso y vestir dignamente a los personajes de la obra, “Nínochka”.

— ¿Qué le parece, una diseñadora de vestuario tiene que saber coser, y si cose usted?

— Tuve esta práctica. Ahora no lo hago. Creo que el diseñador puede no coser, pero debe entender la técnica de corte y todos los detalles que sabe una costurera.

— ¿Cómo podría describir su propio estilo?


— Probablemente en mí se manifieste el diseñador de moda. Muchos trajes de mis personajes podrían ser utilizados en la vida o para desfilar en el podio. Es posible que para el próximo aniversario yo haga el desfile de mis trajes.

— ¿Quiénes son sus diseñadores favoritos?


— En el mundo de la moda, como persona, a mí me interesa John Galliano por sus trajes teatrales e históricos. Sus desfiles siempre son mini espectáculos. Si se trata de la ropa que quería comprar yo, entonces me agradan prendas de Donna Karan.

Valentina Zhdanóvich
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