El pastelero se convirtió en un sacerdote, recuperó un pueblo olvidado y fue galardonado con el premio presidencial

Czeslaw ascético

El pastelero se convirtió en un sacerdote, recuperó un pueblo olvidado y fue galardonado con el premio presidencial



— Ayúdame, Santo Padre, pues mi alma duele por mi hijo...

— ¿Por qué te sientes preocupada, mi hija? Czeslaw Kurechko con mucho cuidado tiende su mano a la mujer. Al rector de la Iglesia de la Santa Trinidad –ubicada en el pueblo de Rósitsa, provincia de Vítebsk, Czeslaw Kurechko– la gente desesperada se le viene buscando ayuda y esperanza. Y él ayuda con fe a recuperar la esperanza en sus almas.

Lo consideran un hombre muy espiritual. “Sus misas inspiran, sus palabras convencen y hacen mejorar a las personas”, así dicen sus feligreses.

Hoy en día, el nombre de Czeslaw Kurechko llegó a ser conocido en toda Belarús. El sacerdote fue galardonado con uno de los galardones nacionales más prestigiosos en el ámbito de la cultura, el premio presidencial, “Por el renacimiento espiritual”. Tradicionalmente, el mismo se otorga los días de la Navidad.

Más a menudo, los ganadores del premio son las personas que hacen a diario un trabajo común, a primera vista: dan clases en la escuela, trabajan en un hospital, en un museo o en un club rural. Su trabajo cotidiano es la obra desinteresada que está salvando todos nosotros de la insensibilidad del alma y la falta de espiritualidad.

Cada uno tiene su propio camino hacia el Dios. Cuando joven, Czeslaw Kurechko era un muchacho ordinario. Terminó la escuela. Luego sirvió en el ejército en el Norte de la antigua Unión Soviética. Se graduó de la escuela de cocina y se convirtió en un excelente cocinero. Trabajó en un restaurante. Y luego ingresó en el seminario.


La Iglesia de Santa Trinidad ubicada  en el pueblo de Rósitsa, región de Vítebsk

Hace nueve años la localidad belarusa de Rósitsa fue un pueblo poco prometedor, con una población de un centenar de personas. Con la llegada del sacerdote el mismo se cambió muchísimo. La Iglesia de la Santa Trinidad –recuperada tras los esfuerzos de Czeslaw Kurechko– se hizo un centro de atracción espiritual para muchos vecinos de la zona. Aquí vienen no sólo los peregrinos de los pueblos de los alrededores, sino también incluso de otros países.

La gente viene a honrar la memoria de los sacerdotes: Anthony Lyaschévich y Yuri Kashira, que junto con los civiles fueron quemados por los alemanes nazis durante la Segunda Guerra Mundial, en febrero de 1943. Los ocupantes les sugerieron salvarse, pero ellos se negaron y tomaron la decisión de compartir el destino de sus feligreses. Entonces en el fuego murieron más de setecientas personas.

En verano, aquí por todas las partes están las flores. Se parece a un verdadero mar de flores. Del templo hasta la fosa común lleva una avenida de árboles de hoja perenne tui, agracejo y espino negro: el símbolo del espinoso camino de los mártires y la sangre derramada. El padre Czeslaw plantó esta avenida con sus manos.


Callejón de tuyas que aterrizó Czeslaw Kurechko

— El amor hacia las flores lo heredé de mi madre. Ella murió cuando yo tenía seis años. Mi madre quería mucho que uno de sus hijos se convirtiera en el sacerdote. Así que yo cumplí con su voluntad, cuenta Czeslaw Kurechko.

El Santo Padre está convencido de que el poder del hombre está en el amor hacia el Dios, la familia y la Patria. Él se levanta al amanecer todos los días y mucho tiempo dedica a sus feligreses, ayudándoles a solucionar problemas familiares y personales. Incluso celebra misas separadas para hombres y mujeres. El Santo Padre dice que después de esas conversaciones “corazón a corazón” la gente a menudo revisa su actitud hacia la vida.

La amistad entre los feligreses de diferentes confesiones en el pueblo de Rósitsy, así como en otras localidades de la zona –que “supervisa” el padre Czeslaw– es una cosa muy normal. En la víspera de la Navidad católica y luego ortodoxa los vecinos se reúnen para tomar té festivo. Es más, muchas de las delicias –que ofrece el Santo Padre a los católicos y ortodoxos– se los hace él mismo. Pues según la profesión civil él es pastelero.

A propósito

Ya a lo largo de 19 años, el mandatario de Belarús entrega el premio, “Por el reconocimiento espiritual”. El galardón más importante fue otorgado a un centenar de personas de diferentes profesiones y grupos laborales de todo el país. Hace falta señalar que los primeros ganadores en 1997 fueron: el artista popular de la antigua Unión Soviética, Víktor Rovda, el rector de la Iglesia del Icono de la Madre de Dios, “Alegría de todos los apenados”, Igor Korosteliov, la enfermera, Vera Plúscheva, y el grupo artístico, “Voz Pura”.

Sergei Pímenov

Foto: Igor Matveev
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