El Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús celebra su 75° aniversario con la hospitalidad del anfitrión que invita cordialmente a amantes del arte a visitar su hogar

Aquí siempre está muy hermoso

El Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús celebra su 75° aniversario con la hospitalidad del anfitrión que invita cordialmente a amantes del arte a visitar su hogar
El Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús celebra su 75° aniversario con la hospitalidad del anfitrión que invita cordialmente a amantes del arte a visitar su hogar


Este edificio –sito en la calle Lenin en Minsk– se lo conocen muchas personas. Se asemeja de inmediato con un museo por su estilo arquitectónico. Claro que muchos estaban aquí. Afortunadamente, el Museo Nacional de Bellas Artes tiene algo que demostrar. Hace falta señalar que para formar su colección se necesitaron grandes esfuerzos. Pues en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial la misma se perdió por completo. Tras una enorme labor de la gente desinteresada el museo hoy en día puede estar orgulloso de su colección de objetos expuestos bien valiosos. En realidad, el gran mérito en la recuperación de la colección de postguerra del museo era de la directora de entonces, Elena Aládova. A esta mujer la recuerda con cariño no sólo el personal del museo. Así es la historia que ha contado el artista popular de Belarús, Leonid Shchemeliov: “Mi trabajo de tesis de instituto, “Boda”, se me perdió en circunstancias misteriosas. Pero hay una justicia superior: lo encontré gracias a Dios. Cuando estudiante, escuché hablar de Elena Aládova. Así que pude acercarme a ella y pedir consejo sobre cómo mantener conservar mi trabajo. Recuerdo que al escucharme, Elena Aládova sólo me dijo una palabra: “Tráeme...” Por supuesto, yo estaba sorprendido, no entendí entonces que tenía mucha suerte, pero cuando me di cuenta que para mí eso era toda una salvación, me puse muy contento. Desde entonces, este trabajo permanece en el museo más importante de nuestro país. Elena Aládova aceptó mi obra por significar algo. Ella era gran conocedora del arte y gracias a ella el museo ahora cuenta con una digna colección”.

Hoy en día, el Museo Nacional de Bellas Artes como nunca vive una vida de exposición muy nutrida. Se está cumpliendo una serie de los proyectos educativos en estilo contemporáneo. Y esto se debe en gran parte a la actitud del actual director general del museo, Vladímir Prokoptsov. Durante los últimos dieciséis años él está dirigiendo el museo. Es un gran inventor, tiene muchas ideas que se basan en una comprensión del estatus alto de la cultura y el arte en el flujo turbulento de tiempo. Es muy interesante conversar con Vladímir Prokoptsov, recibiendo respuestas honestas, que constituyen sus visiones personales en cuanto al negocio museológico y el reconocimiento del hecho de que él se dedica a este negocio por vocación.

Vladímir Prokoptsov

— ¿Qué le parece, el museo debe educar el gusto de los visitantes?

— Claro que sí. El museo debe cumplir con su propósito más importante. La misión del museo es científico-educativa o educativo-pedagógica. Incluso creo que es el centro educativo. Hoy en día, el museo obtiene una forma totalmente diferente. Él debe ser activo y debe ir más allá de sus salas de exhibición. Hemos presentado la exposición, “Retratos de los príncipes del Gran Ducado de Lituania”, con la participación de nuestro museo y de los tres museos de Ucrania. En el marco de esta exposición, organizamos una mesa redonda con expertos y celebramos un gran concierto con los grupos artísticos que habían venido desde Lituania, Polonia, Ucrania y Belarús. Es decir, hoy en día, la exposición debe tener su continuación en muchas áreas muy diferentes. Para los alumnos de secundaria debemos ofrecer una cosa y para la gente adulta la otra. Hace falta señalar que en el desarrollo del museo se invierte importante dinero: salas, instalaciones, salarios... Todo eso es necesario para educar el gusto de visitantes. El museo debe ser activo e incluso un poco agresivo en un buen sentido de esta palabra. Es más, siempre estar tres pasos más adelante. Sobre todo ahora, en tiempos de globalización. Si una persona llega al museo, aquí debe ser interesante. Tienen que celebrarse conferencias y excursiones. El propósito más importante del museo, estoy absolutamente seguro de ello, es educar. Y no hay otro.

— ¿Aposta usted por el desarrollo de la infraestructura del museo?

— Desde luego. En primer lugar, la idea de la creación del barrio museológico fue apoyada en el nivel más alto. Ya nos están llegando las inversiones que permitirán cumplir con este proyecto muy importante. Espero que dentro de cinco años terminemos de hacer el barrio de museo.


— ¿Y cuál será su función más importante?

— Conservar sus fondos y colecciones. En segundo lugar, tenemos que crear la infraestructura. Lamentablemente, hoy en día en el museo no hay una cafetería normal. Pero deberíamos tener una cafetería con 100 asientos como mínimo, con un equipo especializado. Pero este tema ya está solucionado. La cafetería estará en la calle de Karl Marx. Tampoco tenemos una tienda, dónde podrían venderse libros, álbumes y otros artículos de interés. Visité muchos museos europeos. Entraba y allí había una tienda de 200 metros: libros, álbumes, diferentes recuerdos con el logotipo del museo y otras decoraciones. Era toda una variedad de cosas. Normalmente de la venta de souvenirs los museos en el exterior obtienen en promedio el 40 por ciento de todas sus ganancias. Espero que en el futuro próximo todo eso tengamos también nosotros. Me gustaría mucho que fuera así. Para que ninguna persona –que saldría del museo– no se quedara indiferente. Por ejemplo, un colegial podría comprar algunos imanes con las imágenes de pinturas. A su vez, los visitantes extranjeros podrían adquirir álbum o catálogo por 50 dólares norteamericanos. En mi opinión, todos los libros ofrecidos deben estar en tres idiomas por lo menos: belaruso, ruso e inglés. Podría venir un turista y decir: “Necesito, por favor, una colección de Yehuda Pen, Marc Chagall o iconos. Y nosotros deberíamos tenerlo. Sin esto será imposible crecer. El propósito más importante del barrio de museo es que una persona entre aquí a las once de la mañana y salga del mismo a las 19.00 horas. Si se cansa, puede ir a la cafetería o salir al patio interno y sentarse en un banquillo para descansar en el aire libre. Luego podría volver a recorrer salas de museo para ver otra exposición. Así es mi idea y voy a tratar de hacerla realidad. Lo más importante que me apoyan las autoridades.

— ¿En una palabra, usted opta por las experiencias extranjeras?

— Cuando paso por otro país y visito un museo, no miro los cuadros, sino cómo todo está acomodado en las salas de exhibición, qué tipo de iluminación tienen salones, qué tipo de parquet está utilizado. En primer lugar, miro a su alrededor como si fuera un ejecutivo de negocios y sólo luego miro las pinturas exhibidas.

— ¿Durante los dieciséis años –que usted es el director del museo– se ha dado cuenta que el público ya está más preparado?

— Por supuesto. Hoy en día hay Internet. Y la gente interesada puede, si quiere, a través de la red global visitar la Galería Tretiakov. O una persona podría abordar un avión de Belavia y en dos horas llegar a París y ver el retrato de Mona Lisa en vivo. Ahora no es nada sorprendente en eso. El público se pone cada vez más gourmet y más exigente. Y nosotros tenemos que estar preparados para esto y seguir tecnologías novedosas en la celebración de exposiciones, así como en la metodología y en la elección del personal. La nueva generación ya es muy diferente: es un tema global y el director del museo debe seguir creciendo como persona y como especialista. Yo mantengo constantemente mi personal en una tensión. Tal vez, a alguien eso no le gusta. En los años de sesenta a setenta del siglo pasado, el museo fue un lugar bien tranquilo. Pero a esta altura el museo tiene que ganar dinero y mantener la imagen de su país, así como participar en los proyectos internacionales. ¿Qué piden y exigen los visitantes? Quisiera ver la exposición de Marc Chagall de la Galería Tretiakov. Además de eso, es sumamente importante que los empleados del museo conozcan idiomas extranjeros. Por lo tanto, hace falta ampliar el formato del museo.

 
— ¿Así que el concepto “lucha por el público” no es anticuado, pero sigue siendo muy actual?

— Claro que sí, ahora tenemos que luchar por cada visitante. Sólo ofreciendo las exposiciones interesantes y programas llenos de información muy interesante, podríamos atraer al público al museo. Hoy en día, el museo es una gran industria cultural. Cómo Hollywood, por ejemplo.

— Me imagino que es muy difícil manejar un mecanismo de ese tipo.

— Seguramente, no es fácil. Es una gran responsabilidad, ya que el museo es la tarjeta de visita del país. Le digo a mis colegas que dentro de algún tiempo, todos nosotros tendríamos que irnos. El museo no debe detener a los empleados de edad, pues no somos un hogar de ancianos. El museo debe seguir desarrollándose. Y por lo tanto, el director del museo tiene una gran responsabilidad. Por eso tan temprano me he hecho tan canoso.

— ¿En su opinión, el director del museo es más bien un gerente o un científico?


— Son dos cosas al mismo tiempo. Hoy en día, no me puedo imaginar que el director del Museo Nacional de Bellas Artes no es un artista, crítico del arte, sino sólo un manager o economista. ¿Podría imaginar al economista dirigiendo el Hermitage? ¿O encabezando la Galería Tretiakov? Personalmente yo no. Es cierto que ellos tienen a los gerentes, pero sólo un especialista debe ser el director del museo. El gerente podría ser el presidente del complejo agrícola. Si escogiera el camino de director de una granja agrícola, sería un agrónomo y podría fácilmente ser el director del complejo agrícola.

Pero elegí otra carrera y soy el director del museo. Actualmente, el director de un museo debe cumplir con muchas funciones. Él debe ser un gerente, economista, así como crítico del arte, sobre todo encabezando un museo de este perfil. En primer lugar, al director vienen artistas para hablar sobre la organización de exposición o sobre otros momentos muy importantes. ¿Y cómo podría hablar como un economista con el artista popular de Belarús, Georgi Váshenko? ¿De qué voy a hablar con él? No entenderemos nunca. Por eso trato de aprender siempre.


— ¿Cuáles son los criterios que determinan el valor de una obra que se adquiere el museo?

— No compramos nosotros mismos, tenemos un consejo, si se trata de una obra de un moderno artista. Si el artículo se compra en el extranjero, por ejemplo, el cinturón de Slutsk, lo que no tenemos, entonces vemos que sería necesario para la exposición. Pero la decisión siempre se toma en conjunto. Si es un objeto particularmente valioso, entonces organizamos un concurso. Y, por supuesto, toda la política está creada por la comunidad museística junto con el director. Hoy en día, el director tiene que conocer mucho en cuanto a la licitación y pinturas.

— ¿Sin embargo, usted no tiene una personalidad dividida entre el director Prokoptsov y el artista Prokoptsov?


— No, para nada, es toda una armonía. Uno complementa al otro. Yo tenía una doble personalidad, cuando trabajaba en el Consejo de Ministros y participaba poco en las exposiciones. En aquel entonces los funcionarios no podían exponer sus obras junto con los artistas. Esto no era aceptable, por así decirlo. Eso era en los años de ochenta a noventa del siglo pasado. Y ahora todo al contrario, por lo tanto, me siento muy cómodo.

— Durante el tiempo, cuando usted ocupa el puesto del director del Museo Nacional de Bellas Artes de Belarús han sido celebradas muchas exposiciones de museos extranjeros. En cuanto a la presentación de las obras del museo en los países extranjeros, planea usted celebrar acciones a fin de presentar nuestras riquezas nacionales?

— Claro que tenemos estos planes. Ya hemos expuesto los cuadros de Khrutsky en Vilnius en el marco de la celebración del bicentenario del nacimiento del artista. Ahora planeamos presentar iconos ortodoxos y católicos de Belarús en el Vaticano. Claro que todos los planes deben estar asegurados.


— ¿Y qué obras podría adquirir el museo para agregar al fondo permanente?

— Es muy difícil adquirir algo sustancial. En primer lugar, eso vale mucho dinero. Si tuviera dinero, no pensaría adquirir las obras de Rembrandt y Picasso, sino los cuadros de Marc Chagall, así como las pinturas de artistas de la Escuela de París. En realidad, el hecho de que el museo cuenta con dos obras de Chagall y dos cuadros de Genin ya es un gran paso hacia adelante. En los museos más importantes del mundo estos nombres están bien representados. Pero en Belarús no es así... Me gustaría, en primer lugar, solucionar este tema.

— ¿Usted podría continuar la frase: “El verdadero arte plástico es...”

— ...Es la vida, ni más ni menos. Sin arte no hay vida. El arte plástico hace crecer espiritualmente a una persona. La hace más bondadosa y armoniosa. Se conocen valores culturales que al mismo tiempo son las reglas de comportamiento en la sociedad: por ejemplo, ofrecer sentarse a la gente de la mayor edad o por ejemplo, ceder el paso a las mujeres... En general, el arte es toda una vida. Sin arte no hay vida. ¿Por qué en las cuevas comenzaron a pintar? Incluso entonces la gente miraba las estrellas y quería verlas en la pared, pues por la mañana las estrellas desaparecían. Por eso en una pared aparecía un cazador o alguna escena de la vida del hombre primitivo. Y estos dibujos también merecen ser admirados. Muchos de ellos es un legado de gran valor.

— ¿Qué interesante tiene su actual trabajo del director de museo?


— Me siento autosuficiente en este trabajo bien duro. Obtuve la educación de crítico del arte y puedo hablar con cualquier artista e incluso con el director del Louvre... Me siento muy cómodo. Me encanta mi trabajo de director de museo. Estoy muy contento y es todo.

El señor Prokoptsov sigue siendo un gran amigo de la creatividad. Cumple con dos misiones: del director del museo más importante del país y el artista. Pero, como se ha hecho evidente durante nuestra conversación, una no contradice con la otra, es más bien, ellas se complementan entre sí.

Víktor Mikháilov
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