A la Patria desde Australia

Eva Маlinуvskaya regresу a su patria 70 aсos despuйs de abandonarla
Eva Маlinуvskaya regresу a su patria 70 aсos despuйs de abandonarla.

En la clase de geografнa en el sexto o sйptimo grado de la escuela secundaria, el maestro nos preguntу: їsi tomamos el globo y lo raspasamos de lado a lado con una aguja a travйs de Belarъs, en quй lugar saldrб el punto de la aguja? (ni la aguja, ni incluso el globo no nos prestaron: la tarea fue puramente teуrica). No me acuerdo, cual fue la respuesta correcta. Pero la respuesta mбs popular fue que en Australia… Viendo a esta abuelita frбgil y elegante, es imposible imaginar que ella acaba de hacer un viaje de un lado de la tierra al otro, sin el visado en el pasaporte, sin dominar bien el idioma, sin darse cuenta con precisiуn, a que especнfico lugar de Belarъs quiere llegar. Pero al escuchar su extraordinaria historia, entiendes, por que ha logrado hacerlo…
Una frнa noche de febrero de 1940 es el ъltimo recuerdo de Eva Malinуvskaya –en aquel entonces, su apellido aъn era Маkarйvich– sobre su casa natal ubicada en las afueras de la ciudad belarusa de Volkovysk. Una niсa de siete aсos ya estuvo durminedo abrazada con su hermanita menor, Bбrbara, cuando alguien con fuerza golpeу la puerta. No fue un sonido inseguro, como si fuera un perdуn, como lo hacen los vecinos, cuando muy tarde por la noche se acuerdan que maсana temprano deben partir y solamente ustedes tienen una maleta. Fueron golpes fuertes y amenazadores a la puerta. Su presentimiento de una desgracia no le fallу.
— ЎHaga las malentas, estб arrestado! Dijeron al padre, amenazandolo con un arma. — Pero eso no detuvo a la madre que abrazу el cuello de su marido. Me agarrй a su pierna y Basya a la otra. Sin embargo, nuestras lбgrimas y los gritos no conmovieron a los extraсos. Entonces mi mamб dijo que no нbamos a quedarnos sin papб y que nos нbamos todos juntos.
No perdimos mucho tiempo en recoger nuestras cosas. No fuimos “kulakн” (Eva pronuncia esta palabra rusa “kulak” que no tiene anбlogo en otros idiomas ni en la historia de otros paнses — Aut.). No, no fuimos ricos para nada. Incluso no tuvimos nuestra propia casa. Mi padre trabajу de guardabosque. No logrбbamos entender, porque estas personas ajenas pusieron el arma a su espalda.
Me acuerdo, cuando el carruaje cargado de nuestras cosas se alejaba de la casa, empezу a nevar muy fuerte. La nieve enseguida cubrнa nuestras huellas. En la tremenda oscuridad no se veнa ni el camino. No sabнamos adonde nos llevaban estas personas y que nos esperaba por delante. Eso nos daba mбs miedo todavнa…
La familia de Makarйvich tuvo un destino amargo de los millones de represaliados. Solamente dentro de varios aсos Eva logrу calentarse como se debe. Hasta ahora estб muy agradecida al Seсor que ella y sus familiares no hayan perecido en lejana Siberia.
Las pruebas vinieron, cuando los metieron en un vagуn de cargas que estaba relleno de gente. Durante el largo viaje estos pobres sufrнan de muchнsima hambre y sed. En las paradas llenaban diferentes moldos con la nieve y esperaban, cuando se derramara para poder beber valioso aguala. Solo en tres meses llegaron al campamento y la pequeсa incluso se puso muy alegre, cuando por fin lograron arribar a un lugar. Sin embargo, la chica hasta no pudo imaginar que las pruebas apenas empezaban.
Al llegar al campamento, los hombres y las mujeres fueron alojados en diferentes barracas. Josefa Маkarйvich con sus dos pequeсas hijas dormнan en la paja, comнan un plato raro: la harina hervida en el agua. Su sabor quedarб con ellas para toda la vida. La madre de Eva junto con otras mujeres trabajaba muy duro: aguaba la madera en el agua frнa de un rнo siberiano. Muchas personas incluso muy fuertes fнsicamente no aguantaron este infierno: los sepulcros en el campamento eran muy habituales. Los protagonistas de nuestro cuento estuvieron allб dos aсos y medio.
La tierra natal de Eva fue ocupada por las tropas nazistas. Para aquel entonces la guerra se esparciу por toda Europa. En la lejana Siberia trataban de seguнr las noticias de la guerra mundial. La cantidad de reclusos seguнa igual, el trabajo se hacнa cada vez mбs duro y a los hombres empezaron a movilizarlos al ejйrcito, sin dependencia de su nacionalidad…
El padre de Eva, Аntonio Makarйvich, se alistу al ejйrcito bajo el mando del general polaco, Vladislav Бnders.
Las autoridades soviйticas se pusuieron de acuerdo con el gobierno polaco en exilio en Londres, para formar una nueva unidad militar de los presos de guerra y los reclusos polacos de la red siberiana de campamentos GULAG (polacos йtnicos y belarusos, ucranianos y representantes de otras nacionalidades que vivнan en el territorio de Polonia de preguerra). Se suponнa que iban a luchar contra los invasores alemanes junto con el Ejйrcito Rojo. Pero luego fue decidido mandarlos a Irбn, en donde las tropas de Бnders en forma del cuerpo polaco formaron parte del ejйrcito britбnico.
De Rusia –a travйs de Asia Central– a Persia junto con 80 mil militares salieron en torno a 40 mil miembros de sus familias. Eva con su madre y hermanita trataron de seguir el ejйrcito de Бnders. Precisamente entonces la niсa por primera vez en mucho tiempo se sintiу felнz, a pesar del agotador viaje a travйs de India y Бfrica.
— En Бfrica vivimos seis aсos, se acuerda Eva. — Nos acomodamos allб bastante bien. Construimos una casa en la selva. Me acuerdo de mi madre criar gallinas: al comprar una clueca y al ponerla sobre los huevos. Junto con naranjas y bananas tambiйn criamos patatas. Dos cosechas al aсo nos permitieron engordarnos. En 1948, al fracasar el intento de enviarnos de regreso a la Uniуn Soviйtica por la Cruz Roja, nos mudamos a Gran Bretaсa, donde para aquel entonces en un hospital ya estuvo nuestro padre. En la guerra Аntonio Makarйvich fue herido gravemente y quedу discapacitado para toda la vida, inmovilizado en la cama.
Siendo muy jovencita, apenas a los 17 aсos de edad, Eva se casу y cambiу su apellido a Маlinуvskaya. Cuatro aсos despuйs se quedу viuda, con el pequeсo hijito, Francisco. A lo mejor, por estar privada de la niсez normal, Eva comenzу a trabajar en la fбbrica de dulces que producнa famosas barras de chocolate “Маrs”.
Al crecer, fue el hijo quien la hizo emprender muchos viajes por el mundo. Despuйs de tres decenas de aсos de una vida bien ordenada en Gran Bretaсa ella lo siguiу hasta Nueva Zelanda. “Soy como una gitana”, se rнe Eva. Vivн allб veinte aсos mбs, hasta que Francisco encontrу un buen trabajo en Australia. Los ъltimos quince aсos la mujer vive en el continente verde.
— En realidad, no es tan verde, seсala ellа. — Por ejemplo, en la localidad, en donde vivo yo, no ha llovido durante varios aсos: todo estб seco y amarillo. Pero a mн me gusta este clima. Ya saben, desde mi niсez odio el frнo. Por eso, cuando mi hijo se mudу de nuevo, en esta ocasiуn a Canadб, y me propuso seguirlo, le dije que era muy lejos en el norte y me quedй en Australia. En aquel entonces en mi mente ya tuve planes de viajar a mi patria.
De hecho, Eva Malinуvskaya estaba planeando visitar Belarъs, desde el momento, cuando ella llegу a Australia.
— No sabнa, como comenzar, cuenta Eva, cuando nos encontramos en el aeropuerto antes de su partida de regreso de Minsk a Australia. — En Canberra no hay embajada belarusa. No tengo parientes ni amigos en Belarъs.
Mi hermana Bбrbara –que vive en Gran Bretaсa– no ha podido acompaсarme en el viaje por la enfermedad. Cuando le contй de mis planes, se pueso a reнr. Le pareciу que yo seguнa buscando aventuras, a pesar de mi edad avanzada. Mбs o menos lo mismo me dijo un funcionario en Sydney que tratу de convencerme de dejar la idea de viajar a Belarъs, pues creнa que no fuera suficientemente seguro para una dama mayor. Sin embargo, seguн soсando con el viaje.
Sуlo tenнa un pequeсo mapa de Belarъs. Entonces acudн a una agencia turнstica local, pero allн tampoco habнa alguna informaciуn al respecto. Incluso ellos no querнan atenderme, pues no sabнan, como sacarme el visado belaruso y cumplir con las demбs necesarias formalidades. Al fin y al cabo logrй convencerlos, pero me hicieron firmar un papel con el compromiso de no pedir el reembolso de tres mil dуlares prepagados por el pasaje, si no me dejaran cruzar la frontera belarusa. Pero por fin todo salio a la perfecciуn.
En el aeropuerto nacional de Minsk a Eva le expidieron el visado. Un taxista la llevу a Volkovysk. “Lo que me impresiona de los belarusos es su alma. La gente es muy cariсosa y siempre estб dispuesta para ayudar: la he pasado, como si fuera en casa”, comenta esta extraordinaria mujer. Compartiendo sus impresiones, ella cuenta que cuando por fin ha arribado a esta pequeсa ciudad belarusa, enseguida ha encontrado a alguien quien con mucho entusiasmo le ha mostrado su tierra natal y le ha ayudado а enterarse de muchнsimas cosas que no ha podido conocer siendo una pequeсa niсa.
Recientemente recibimos la carta de Eva Malinуvskaya. ”Muchas gracias por la calurosa acogida y por mostrarme este paнs tan hermoso que fue totalmente desconocido para mн. ЎQuй tierra mбs verde, acogedora y tranquila!”, escribe nuestra lejana compatriota, dirigiendo estas lнneas a la especialista del gobierno municipal, Tamara Lugуvich, y a la directora del periуdico local “Nuestro tiempo”, Valentina Kurнlik. Estas dos mujeres trataron a la abuelita australiana, como si fuera su invitada personal. “La seсora Tamara ha olvidado que tiene piernas enfermas y que estб resfriada: con muchнsimas ganas me ha contado un montуn de cosas, me ha mostrado mi preciosa tierra natal y mi querida ciudad de Volkovysk”, seсala notablemente conmovida Eva.
Ademбs de eso, con ayuda de sus nuevas amigas Eva logrу ver los archivos y localizar el lugar de su finca natal. La misma casa no se ha conservado, pero se ha preservado la vecina iglesia catуlica, a donde seguramente la han llevado sus padres para asistir a las misas los fines de semana. Tambiйn se ha enterado que su padre ha sido arrestado por ser un “osбdnik” (el polaco que ha recibido lotes de tierra en el territorio de Belarъs Occidental y de Ucrania Occidental despuйs de la guerra entre la antigua Uniуn Soviйtica y Polonia en los aсos veinte del siglo pasado). Ademбs de eso, se ha enterado de que en Polonia vive su primo (pero en esta ocasiуn ya no se ha atrevido a viajar diez horas en auto para visitar su casa).
Segъn Eva, Volkovysk tiene un mercado bien grande, en donde uno puede comprar todo lo que sea. Pero es imposible encontrar ningъn souvenir como un recuerdo de turista. “No importa, llevo conmigo algo mucho mбs valioso”, cuenta ella. Se ha ido a Australia llena de impresiones y con muchas fotos que quiere mostrar a su hijo y a sus amigos. “Cuando tenga dinero, voy a volver, me promete despidiйndose esta abuelita tan simpбtica. — He nacido en Polonia, en aquel entonces este territorio era polaco, pero pensбndolo mejor, a final de cuentas creo que soy belarusa”.

Igor Kуlchenko
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